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La Mona Lisa ya es rosarina

Luego de 60 funciones muchas de ellas inclusivas, y cuando el espectáculo transita su momento de mayor vitalidad y visibilidad, se despide este fin de semana en el Museo Macro la performance teatral “Gioconda: viaje al interior de una mirada”, del talentoso creador rosarino Sebastián Villar Rojas

Uno de los espectáculos más conmovedores, inclusivos, poéticos, creativos y convocantes de la vigente temporada local, una instalación teatral intrusiva, sinuosa, potente y política cuyo título, Gioconda: viaje al interior de una mirada, abre en sí mismo todo un recorrido en el imaginario del espectador que entrelaza la idea de arte más clásico con la de la performance y los discursos escénicos contemporáneos, se despide este fin de semana del Museo Macro. Y lo hace con la certeza de que la apuesta por lo diferente, el riesgo y la calidad de los discursos son un valor incalculable a instancias de lo efímero que, irremediablemente, se vuelve siempre el teatro.

El espectáculo, que lleva la firma del talento creador rosarino Sebastián Villar Rojas partió de la idea de un regalo con carácter de ofrenda para que todas, todos y todes puedan ver en Rosario a La Gioconda, el icónico cuadro de Leonardo da Vinci.

Su “llegada” a Rosario fue la consecuencia de una gran proeza artística que conjugó las lógicas del cine, el teatro, las artes visuales y la poesía, “cuyas múltiples interacciones, deformantes, parasitarias e inseminantes generan un espacio de enorme productividad poética, narrativa, escénica y metalingüística”, según reflexiona el creador.

Gioconda: viaje al interior de una mirada, que se conoció el 15 de abril en el 7° piso del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro), donde realizó 60 funciones a lo largo de diez semanas consecutivas con un total de espectadores que supera ampliamente las 2300 personas y que este domingo a las 17 se despide del público local (al menos por el momento), es una coproducción con el Teatro Nacional Argentino-Teatro Cervantes (TNA-TC) que, claramente, aún tiene un largo recorrido por delante, y por lo tanto deberían darse las condiciones para que su despedida sea sólo temporaria.

Esta instalación en la que “habita” el espectador y cuyos destinos conduce en vivo la actriz y poeta sevillana no vidente Rocío Muñoz Vergara, que con su descomunal presencia escénica es motivo suficiente como para ver el espectáculo más allá del enorme caudal de aciertos que encierra el material, confirma una vieja teoría que ronda en el imaginario colectivo desde hace siglos: ver y mirar no son la misma cosa, y la discapacidad visual, paradójicamente, puede revelarse como un símbolo de claridad, sabiduría, sensibilidad, imaginación e inteligencia superiores y huelgan los ejemplos.

Tanto es así que en estas últimas semanas, la propuesta potenció aún más su carácter inclusivo y sumó a sus funciones a personas con discapacidad oral y/o auditiva. De esas funciones participaron Adriana Andrada y Daiana Mellit, dos intérpretes de lenguaje de señas, quienes trabajaron en conjunto con Villar Rojas y Muñoz Vergara.

“Lo más destacable es la complejidad de una adaptación a lengua de señas. Uno tiende a pensar, por sentido común, que la interpretación a lengua de señas se puede improvisar al estilo de un traductor en simultáneo, pero particularmente en el caso de una obra de teatro esto no es lo que sucede. Es, en realidad, un trabajo de reescritura de la obra para adaptarla al universo de la comunidad sorda”, expresó el director. Quien a su vez agregó: “La imposibilidad de captar los sonidos que atraviesan nuestra realidad cotidiana va generando una forma diferente de comprender, de aprender, de conocer. Todo eso va diferenciando las formas de conocimiento, de interpretación del entorno”.

A las funciones inclusivas asistieron miembros de la escuela Especial N° 2139 para la integración en secundaria del Círculo Social, Cultural y Deportivo de Sordos de Rosario, y del Profesorado de Educación Especial Para Sordos e Hipoacúsicos del ISP N° 16 Dr. Bernardo Houssay.

Proeza estética

Después de una compleja tarea que implicó filmar los interiores del Museo del Louvre de manera clandestina, Villar Rojas y un equipo que completan la realizadora audiovisual Cindi Beltramone, con Axel Wainschtein en sonido, vestuario de Lorena Fenoglio y escenografía de Germán Rodríguez Labarre, autorización mediante del Louvre, montaron una película de poco más de una hora que dialoga con el fenómeno vivo que crean una veintena de espectadores por función (ese número fue variando según las funciones) junto a Rocío Muñoz Vergara, quien acompaña ese recorrido a través de un relato en el que se mixturan los grandes hitos del arte universal que hoy abarrotan las paredes del Louvre, el museo más grande del mundo, con la literatura, la filosofía, la política y obviamente el teatro, en un tono deliberadamente revisionista y no exento de humor.

“Que la gente se acercara y agotara todas las funciones un día de semana a la tarde fue realmente revolucionario para nosotros como equipo y para el museo. Fue una gran sorpresa que rebasó todas las expectativas. No es fácil que a las 17.30 se acerquen 50 o 60 adultos, un martes a la tarde”, comentó Villar Rojas en relación con la convocatoria que tuvo la propuesta.

Y concluyó: “Creo que la gente vino a buscar una suerte de experiencia ritual, guiados por una sacerdotisa laica como es Rocío Muñoz Vergara. La obra se instaló en un plano simbólico muy fuerte. Una buena cantidad de gente salió muy emocionada e impresionada”.

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