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La muerte no se reconcilia con Neruda

Veinte poemas de amor, cuarenta años de ausencia y una incerteza que aún desespera.

El 23 de septiembre de 1973 –doce días después del golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende e instaló la dictadura de Augusto Pinochet– el poeta chileno y premio Nobel de Literatura Pablo Neruda moría en una clínica de Santiago por causas que, luego de cuatro décadas, todavía se investigan.

Según la versión oficial, el poeta falleció por cáncer de próstata, aunque su ex chofer, Manuel Araya, sembró la duda cuando en 2011 dijo a un medio mejicano que murió por una inyección letal que le aplicaron mientras estaba internado en la clínica Santa María, días antes de su partida a México para permanecer en el exilio mientras durara la dictadura.

El juez Mario Carroza, quien lleva adelante la investigación, ordenó el 8 de abril pasado la exhumación de los restos para constatar las causas de su muerte, aunque todavía no hay resultados definitorios.

Los estudios de los restos óseos se realizan en paralelo en un laboratorio de Carolina del Norte, en Estados Unidos, y en el Servicio Externo de Ciencias y Técnicas Forenses de la Universidad de Murcia, en España.

Las primeras pruebas ratificaron que Neruda padecía un cáncer terminal pero no descartaron que su muerte fuera provocada por la inoculación de drogas.

“A la sospecha de muerte por envenenamiento se suman las contradicciones entre la prensa de la época y el certificado de defunción de la clínica”, explicó el abogado Eduardo Contreras, quien ha investigado varios crímenes de la dictadura pinochetista.

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