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La mujer que marcó el camino de la nueva medicina rosarina

Raquel Chiara fue la primera decana de la Facultad de Medicina de la UNR. Después de militar en distintos movimientos estudiantiles impulsó una profunda reforma curricular. Buscó hacer un profesional que no deje de prestarle atención a la biología, pero que sume lo que pasaba en la calle

Gastón Felman
Especial para El Ciudadano

Entrevistar a la doctora Raquel es interactuar con una apasionada profesional que en su trabajo trazó caminos y dejó huellas. Entre 1998 y 2006 fue decana de la Facultad de Medicina y fue la primera mujer en ejercer el puesto. Fue mentora de una profunda reforma curricular que cambió la tradicional formación del médico de sesgo biologicista por un paradigma pedagógico a tono con la idea un profesional más inmerso en su contexto. “He tenido el privilegio de haber podido lograr ciertas cosas que no se pueden hacer sola. Siempre trabajo en grupo. Sobre todo en la labor institucional y mi paso por el decanato de la Facultad fue algo muy importante para mí. Es un trabajo que ha hecho historia”, explica.

Chiara rememora su temprana asistencia medicinal a poblaciones marginales con notorias problemáticas en salud. Habla de su querido Fray Luis Beltrán, el campo de trabajo en medicina social. “Iba los fines de semana y poníamos inyecciones en mi Fitito, que oficiaba de consultorio. Me acompañaba mi madre, que no era enfermera y aprendía junto a mí y la gente”, cuenta. Proveniente de familia de clase obrera ella rescata el ingenio creador de su padre en la tarea. También su honestidad.

Formarse en hospitales públicos le permitió a Chiara avizorar las necesidades en materia de salud pública. Tomó cursos de epidemiología y medicina social para ver la práctica desde otro lugar. “María del Carmen Troncoso fue un baluarte para nuestra medicina”, dice y sostiene que así orientó su perfil, trabajó en anatomía patológica y en el área forense.

Llegada la democracia, el movimiento estudiantil la llevó a la secretaría de la Facultad. Su carrera académica se enfocó en conseguir logros educativos y una mejor gestión en salud. Cambiar el plan de estudio de la carrera fue su gran obra, hecho que motivó una desestructuración muy profunda. Tanto es así que los profesores formados al calor del rigor científico y de la clase magistral tuvieron que cambiar su rol corriéndose del centro de saber para ubicarse en la periferia tutoriando desde allí el logro del alumno. Profesores de la Facultad de Humanidades fueron a Medicina a dar clases. Chiara recuerda una clase de Antropología Filosófica en donde se acercó un cirujano, abrazó al docente y le agradeció. “A mí nunca nadie me dijo estas cosas. Pensé en el cambio que se estaba produciendo”, recuerda. El cambio curricular implicó abrir mentes, pensar desde lugares distintos y crear los textos de las asignaturas desde otro lugar.

En el mundo la nueva mirada de la enseñanza universitaria de la Medicina no era común. Chiara reconoce que había alguna experiencia en Canadá, Estados Unidos y Brasil. “En nuestra Facultad se implementaron nuevos dispositivos pedagógicos: pequeños grupos de discusión, tutorías y seminarios de consulta. Todos los docentes tuvieron que capacitarse con estas nuevas modalidades”, explica.

Chiara enciende sus palabras con los recuerdos. “Traje a una infinidad de docentes a dar clases. Vino Raúl Domingo Motta, que daba pensamiento complejo. Todos los docentes, aún resistencias, se introdujeron en el cambio. Teníamos todo en papeles y en continua creación”, dice la académica.

Por aquellos días los docentes plantearon que la masividad era un problema para un nuevo plan de estudios. Por ello, la implementación de un examen de Confrontación Vocacional fue la herramienta para delinear un piso y poder activar una reforma curricular que unía teoría y práctica con el alumno aplicando en terreno lo aprendido en el aula. Esto generó grandes controversias con el movimiento estudiantil. “No les pedí el apoyo. Ellos tenían que estar haciendo lo que estaban haciendo y así los tuve acampando frente a mi casa”, relata Chiara y completa: “Hoy me los encuentro y me agradecen que la izquierda esté en Medicina”.

“Era lo que había que hacer y toda la vida tuve una prepotencia de trabajo que cuando creo en algo nadie me para”, sostiene sobre el cambio de plan de estudio. En la década de 1990 el ingreso de muchos estudiantes le dejó una fuerte marca. Chiara recuerda el entrañable taller de teatro de Medicina, que coordinara el gastroenterólogo y teatrero Quique Alacid. “Lo invité como docente de la casa para introducir el teatro como mirada enriquecedora desde el arte”, fundamenta la mujer. Ese taller fue un instrumento junto a muchos otros que empezó a movilizar una estructura rígida: el modelo de la escuela francesa del 1700, defendida a capa y espada por docentes que querían la carrera y pensaban que era la mejor forma de formar profesionales.

Chiara reflexiona sobre el rol la política en la universidad. “Tiene que traer la realidad a la universidad para pensarla y repensarla. Es una de las instituciones que goza del respeto de la sociedad civil ya que los partidos políticos, la religión y la justicia están en el ojo de la tormenta”, dice y agrega: “Es impagable los lugares de formación que sostienen las agrupaciones políticas. Muchos estudiantes la apoyaron y otros lo entendieron. La dictadura les quitó mucho a los estudiantes y con la democracia lucharon por sus reivindicaciones, pero se han quedado ahí”.

Hoy Chiara está jubilada y puede hacer del ocio un arte. Participa en grupos de estudio de filosofía, cine y diseña un taller sobre género. “Serpa como siempre: con gente de distintos saberes. He aprendido tanto de curanderas y comadronas que portan el ancestral saber del hacer. Me gusta hablar de saberes no solo de la universidad y no nos damos cuenta que perdemos eso”, explica.

La preocupación actual de Chiara pasa por el rol de los intelectuales, que además de insultar e indignarse por lo que pasa, no se han re subjetivado para avizorar en cómo estará el poder organizando su estrategia en contra del movimiento femenino. Para ella, equivale a pensar en un proyecto de futuro para la humanidad con el ejercicio de la transversalidad del poder femenino. Chiara propone un rastreo en los orígenes del poder en lo femenino dándole un sustento teórico distinto. “Tenemos la posibilidad de llorar cuando nos dé la gana y no tenemos la obligación de triunfar. Estamos en un lugar de privilegio para empoderarnos”, señala.

Chiara termina el diálogo y confiesa que hoy esquiva pasar por avenida Francia y Santa Fe, donde está la Facultad. “Quizás la emoción me enferme el corazón”, cierra.

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