La Municipalidad de Rosario culminó las obras correspondientes al acceso público y seguro al río Paraná en la zona de Génova y Avellaneda, lo que permitirá que más de 30 familias de la comunidad isleña de El Espinillo puedan tener fácil llegada a la ciudad, para ir y venir a diario a trabajar, al médico o a las escuelas.“Era un reclamo muy reiterado, tanto por la Multisectorial Humedales como por la Asociación Civil Carlos Bocacha Orellano y de los pescadores que cruzan desde El Espinillo a la ciudad”, dijo el intendente Pablo Javkin este martes 24 de agosto desde el lugar, y resaltó que el pedido era “tener una bajada pública para pescadores con condiciones de seguridad, que no genere riesgos, y con el esfuerzo de ellos hemos plantado esto que es un primer mojón en esta bajada Génova”.El intendente explicó que el renovado acceso ya se puede utilizar.
“Está lista la escalera, la barranca se reforzó y ya nos permite tener un punto público sobre la costa que pueda ser aprovechado por los pescadores y por quienes salen a remar también”.“Es un nuevo espacio frente al río Paraná”, destacó Javkin, quien estuvo acompañado por las subsecretarias de Ambiente, María Cantore, y de Obras Públicas, Jorgelina Paniagua.
Y, para cerrar agregó: “Es un espacio activo, no sólo de contemplación, sino fundamentalmente para facilitarles el ida y vuelta a quienes habitan la isla y a quienes trabajan en el río”.Los habitantes de la isla El Espinillo que utilizan esta bajada desde hace más de 20 años venían necesitando mejoras en la estructura de acceso, por lo que se pusieron en contacto con la Multisectorial Humedales, el Conicet y el Centro de Estudios Antropológicos en Contextos Urbanos de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), para que articulen junto al municipio el diseño del proyecto que culmina este acceso público a la ciudad, seguro y en buenas condiciones, que garantiza la democratización del espacio público. También participó del diálogo la Asociación Civil Carlos Bocacha Orellano.
Postales del río marrón
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La flamante escalera tiene impresos fragmentos de la canción Oración del remanso, de Jorge Fandermole. Gabriel Callegri, quien vive en El Espinillo desde que nació, hace 49 años, casado y con cinco hijos, lleva muchos años luchando para lograr una bajada pública «que sirva a las comunidades que vienen del Charigué, El Puntazo, lo usan muchas comunidades, en especial la nuestra que es El Espinillo», describió.El sector atravesó por diversas situaciones, desde las reformas del espacio en plena dictadura hasta su cierre. Después hubo corrimientos y «finalmente se logró que se vuelva a abrir», mencionó Callegri, y recordó la época en que «se privatizó, pusieron portones, teníamos que pedir permiso para poder llegar a la ciudad, para hacer las compras diarias y poder vender nuestro pescado».»Y después empezamos a luchar, a pedir ayuda, mucha gente se comprometió y ayudó. Ahora llegamos, conseguimos un logro, esto es público», festejó el isleño y completó: «Hicieron una escalera, mejoraron la costa, estamos muy contentos con el logro obtenido por todos».A su lado estaba Sandra Molina, su compañera de vida. “Llevamos mucho tiempo pidiendo un lugar para la gente de la isla, para venir a hacer los mandados, traer los chicos a la escuela, ir al hospital y es el único lugar que tenemos para bajar, para venir a la ciudad”, dice, y menciona casos de emergencias, trámites, “es el único espacio que tenemos, estamos agradecidos por haber encontrado una respuesta y que hayan arreglado todo este sector para quienes venimos de la isla”.Sandra cuenta que en El Espinillo viven unas 30 familias que se sustentan de la pesca y, además, crían animales. Para finalizar destaca el gran trabajo que han realizado organizaciones no gubernamentales: “Fue una movida muy fuerte para nosotros, estamos muy agradecidos”.
Un municipio que tomó las demandas y dio respuestas
Rodolfo ‘Rodo’ Martínez, integrante de la Multisectorial Humedales, recordó: “Desde octubre pasado a mayo se sucedieron varias reuniones con el municipio, con la comunidad del Espinillo, con la Asociación Bocacha Orellano, con el equipo del Conicet, de la Facultad de Humanidades y Artes, y todos entendimos que ése es el camino”; por ello valoró tener “un municipio que tomó las demandas y dio respuestas y que, de cierta manera, cada vez más vayamos ganando costa pública”.Macarena Romero Acuña, antropóloga e investigadora del Conicet, aportó que desde el año 2016 trabaja con “jóvenes, escuelas y familias que viven en la isla, en las zonas entre Rosario y Victoria». «A raíz de este trabajo de investigación pude identificar que una de las grandes problemáticas que tienen las personas que habitan en las islas es el acceso a la ciudad”, señaló, y apuntó que con las transformaciones urbanas producidas en la década del 90 “se fueron cerrando estos espacios públicos”.
Las acciones encaradas
Si bien esta bajada ya existía, la zona estaba deteriorada y el espacio para amarrar era reducido, al tiempo que de noche la visibilidad era escasa. Es por eso que las instituciones se pusieron en contacto con el municipio para llevar adelante este proyecto que incluyó la limpieza y desmalezado del sector, una nueva vereda de hormigón desde el estacionamiento hasta un playón del mismo material que conecta con una escalera para acceder al río, el playón, un tabique de hormigón de borde, mejoras en el muelle y una escalera para acceder al río.Además de mejorar la accesibilidad, esta obra revitaliza toda la zona y embellece el paseo costero habitual de rosarinos y rosarinas.El proyecto estuvo a cargo de las secretarías de Obras Públicas y de Ambiente y Espacio Público.Cabe destacar que estas obras contribuyen a la recuperación de un espacio histórico, ya que esta bajada existe desde hace más de 4 décadas, como paseo de pescadores y de puestos de venta de pescados frescos, hasta que su estructura fue debilitándose a partir de la dictadura militar de 1976, cuando se amplió la avenida Avellaneda, para el Mundial de Fútbol de 1978.
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Voluntarios empezaron a acondicionar la bajada Génova, una de las dos públicas que usan los isleños