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La narcocriminalidad hace estragos en México

¿Cuáles fueron las razones para que el mapa del narcotráfico en México cambiara drásticamente en la última década y que en las crónicas periodísticas provincias como Tamaulipas, Chihuahua y Nueva León hayan perdido protagonismo en manos de Guerrero, Sinaloa y Michoacán?

¿Cuáles fueron las razones para que el mapa del narcotráfico en México cambiara drásticamente en la última década y que en las crónicas periodísticas provincias como Tamaulipas, Chihuahua y Nueva León hayan perdido protagonismo en manos de Guerrero, Sinaloa y Michoacán? Ni el combate a sangre y fuego emprendido en 2006 contra las mafias o la cacería sistemática de sus líderes: el cultivo de amapola y la producción de la heroína forjó un nuevo imperio multimillonario en las zonas más pobres del país.

La creciente demanda desde Estados Unidos a expensas de la marihuana y la cocaína avivó el sembrado de amapola para la producción de pasta de opio y luego su metamorfosis en heroína, un tratamiento en el que los cárteles de la droga se han ido profesionalizando al punto de eclipsar a las exportaciones de Colombia. De acuerdo con el balance de la Junta Internacional de la Fiscalización de Estupefacciones (Jife) de Naciones Unidas presentado en marzo pasado, las incautaciones de esta droga en la frontera común se dispararon entre 2008 y 2013 más del 320 por ciento.

“En estos momentos se produce el doble de heroína que cuando se inició la guerra contra las organizaciones criminales en 2006 (durante el mandato de Felipe Calderón). Unas 300 toneladas de heroína al mes, comercializadas en su mayoría por derivados del Cartel de Sinaloa y producidas en estados como Guerrero, Durango, Sinaloa y Chihuahua, estos últimos tres llamados el Triángulo Dorado”, explicó José Reveles, reconocido periodista y escritor mexicano, a este diario.

Según las cifras ofrecidas por la DEA –siglas en el ingles de Administración para el Control de Drogas de los Estados Unidos– las ganancias para los cárteles por la venta de estupefacientes ascienden en total a los 40.000 millones de dólares., Pero Reveles afirma que la cuenta se queda corta si además se toma a consideración el rédito por el comercio de cocaína, marihuana, metanfetaminas y otras sustancias. “Si en Estados Unidos el gramo de heroína cuesta 100 dólares, estamos hablando de una cantidad fabulosa de 30.000 millones de dólares, sólo en heroína”, agregó el experto. Los cálculos extraoficiales elevan el monto a entre 60.000 y 90.000 millones de dólares anuales, una cifra que supera con creces la inversión del gobierno del presidente mexicano Enrique Peña Nieto en las áreas de educación y defensa, 7.900 y 44.500 millones de dólares, respectivamente. E incluso a las exportaciones de petróleo a Estados Unidos, que totalizaron los 27.682 millones de dólares en 2014.

El primer eslabón de esta cadena es protagonizado por campesinos de las regiones más desamparadas, allí donde la presencia del gobierno central está limitada a los uniformados –algunos tan compenetrados en el tráfico de las drogas como a quienes supuestamente combaten– y donde los servicios básicos como el agua potable son una deuda histórica. En una extensa investigación para el diario digital Sin Embargo, el periodista Humberto Padgett desmenuzó el panorama: “Si se pretende asociar el narcotráfico con la riqueza, se puede decir que, de los 849 municipios que producen goma de opio del país, 774 muestran porcentajes más altos de pobreza a la nacional: 46.3 por ciento. O que 756 de esos municipios tienen al menos a la mitad de sus habitantes con privaciones”.

Las consecuencias en el tejido social de estas regiones gobernadas por los señores feudales de la droga se dejan ver sin tapujos en Guerrero, donde se siembra el 60 por ciento de la amapola nacional en los 81 municipios que lo integran, incluido Acapulco, otrora uno de los balnearios más renombrados del mundo.

La miseria empujó a la población ensuciarse las manos. Cada campesino puede llegar a recolectar hasta 300 gramos de goma de opio por día –una labor exhaustiva, dado que se le realiza una pequeña cirugía cada planta para obtener el producto– a cambio de 275 dólares.

Para un solo kilogramo de heroína son necesarios 10 kilos de goma de opio procedentes de los bulbos de 2.500 plantas, números que delatan la magnitud de los campos destinados a estos sembrados y los ingresos generados por ellos, aunque buena parte de la población permanece en la indigencia.

En el imaginario colectivo el capo de la droga es caritativo y agradecido con las tierras de las que se sirve. No es más que una falsa caricatura del verdadero pasar de quienes están bajo su yugo. Los trabajadores de la tierra tienen pocas posibilidades de negarse a la “invitación” de los cárteles de plantar amapola, so pena de culminar en alguna de las tantas fosas comunes como las que fueron descubiertas en los últimos meses con cientos de cadáveres.

Una semana antes de la desaparición, en septiembre 2014, de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa en Iguala, capital de Guerrero, el presidente estadounidense. Barack Obama, se había manifestado “particularmente preocupado” por el incremento de la heroína en México. La masacre mucho tuvo que ver con el actual status de esa región, principalmente Iguala, donde se acopia la heroína producida en el resto del estado, una suerte de terminal de la que parten los envíos hacia la principal economía del mundo, con más fuerza a ciudades del norte como Chicago o Nueva York, en extensas redes que atraviesan miles de kilómetros facilitadas por la complicidad estatal.

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