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La Noticia Rebelde y el comienzo de un periodismo más lanzado

Diego Igal aborda en "La noticia rebelde" una investigación sobre ese programa televisivo que, en el regreso democrático, revolucionó la forma de hacer periodismo a través del humor, la inteligencia y la irreverencia, y que fue un éxito que prendió a la pantalla a cientos de miles de televidentes

El periodista Diego Igal aborda en La noticia rebelde una investigación sobre ese programa televisivo que, en el regreso democrático, revolucionó la forma de hacer periodismo a través del humor, la inteligencia y la irreverencia, y que fue un éxito que prendió a la pantalla a cientos de miles de televidentes. El libro llegó a Rosario y se consigue en Paradoxa, Mendoza 923.

El libro, editado por GES, da cuenta de los entretelones del nacimiento del programa, de la trayectoria de sus conductores, Adolfo Castelo, Raúl Becerra, Jorge Guinzburg, Carlos Abrevaya y Nicolás Repetto, del vínculo con su productor, Raúl Naya, así como del momento social y político en el que surgió.

En diálogo con Télam, Igal consideró que para la creación del programa «el talento de los hacedores fue fundamental, en segundo lugar el momento del canal y en tercer lugar, la situación del país».

—¿Qué significó para la televisión de los inicios de la democracia que «La Noticia Rebelde» tuviera aire en un canal estatal?

—En aquellos años del regreso de la democracia todos los canales eran del Estado a excepción del 9, que administraba Alejandro Romay, al que precisamente los creadores de «La Noticia…» quisieron ofrecerle el programa pero un gerente no les abrió la puerta. Que estuviera en lo que entonces era Argentina Televisora Color fue una oportunidad inmejorable y a la vez lógica porque por entonces allí se cocinaban grandes y prestigiosos ciclos como «Mesa de noticias», «Historias de la Argentina secreta», «Función Privada», «Planeta Tierra» o «Situación Límite», entre otros. También representaba en parte la mirada de la gestión radical de hacer una apuesta de calidad frente a la TV que se había visto en la dictadura y buscar un destinatario más racional, democrático y culto, como bien dice en el libro el ex diputado Marcelo Stubrin.

—¿Cuáles fueron los inicios en cuanto a la audiencia y las claves del éxito?

— «La Noticia arranca» en el verano del ’86 en el horario de «Mesa de Noticias», un exitazo diario que tenía más de ficción que de periodismo. Al principio no se entendía mucho la propuesta, los conductores no eran muy conocidos y tenían cierta cautela. Pero de la mano de la irreverencia y algunas entrevistas que fueron muy osadas para entonces a Paco Jamandreu y Pedrito Rico, el programa empezó a generar ruido.

En el libro desarrollo la hipótesis de que el talento de los hacedores fue fundamental; después el momento del canal y en tercer lugar la situación del país. Por otro lado, hay cierto ADN de la revista «Humor» y «Satiricón» en la propuesta y mucho oficio. Creo que no es casual que tanto «La Noticia Rebelde» como esas revistas sean hasta hoy fuente de miles de anécdotas. Me pasó con este libro lo mismo que me había pasado con el primero, sobre la revista «Humor», en cuanto a que mucha gente conserva recuerdos entrañables de ambos productos y eso no ocurre con otros.

—¿Qué secciones del programa considera que renovaron el periodismo y la televisión argentinas?

—La entrevista que realizaban Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya o Raúl Becerra fue parte de la columna vertebral. Hasta entonces, las entrevistas en la tele eran más bien concesivas o confortables para el invitado. Otra sección clave fue el Pasando Revista, donde se criticaba a las revistas de chimentos y, en menor medida, a la farándula. Entre ambas se aplicaba un desenfado y tratamiento de la información en clave de humor que le dio una frescura a la pantalla hasta entonces inédita. Por otro lado, colocó a los políticos en el llano o los humanizó a través de secciones como Los Congresales (donde se recreaba una sesión parlamentaria). En fin, abrió las puertas para que el periodismo desde entonces fuera más lanzado e incisivo.

— ¿Qué rol jugaba la censura y en que situaciones se dio?

— No encontré casos de censura, pero sí de autocensura, en el sentido de que había ciertos temas con los que no se metían (por ejemplo, los desaparecidos) o se cuidaban (los carapintadas). También, al principio, fueron cautelosos con las parodias hacia miembros del gobierno. Pero en general lo que había era más bien un celo entre algunas internas partidarias, aunque era un programa de mucha repercusión y todos querían estar allí.

— De la lectura del libro se desprende que las mujeres no cuajaron mucho en el programa.

— Detrás de cámaras había cierta paridad de género, pero delante es cierto que hubo una participación menor. Creo que reflejaba lo que eran y fueron los medios de comunicación en general y la TV en particular hasta hace pocos años. Había una presencia femenina encasillada al rol de azafata o secretaria, pero en algún momento eso fue advertido y se cambió. Sin embargo, hay que decir que hubo participaciones muy importantes como la de Teresita Ferrari, que primero salía a hacer notas en la calle con Daniel Aráoz, y en la tercera temporada se sumó al piso. O Juana Molina que hacía personajes que denostaban a las revistas orientadas al género femenino o los primeros programas que subestimaban a la mujer. Tanto Teresita como Juana me dijeron que no les parecía que era un programa machista o que los integrantes lo fueran.

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