Ana Clara Pérez Cotten, Télam
Con una apuesta al diálogo entre los códigos de la literatura y los del cine, se estrenó el jueves La Uruguaya, la película basada en la novela homónima de Pedro Mairal y dirigida por Ana García Blaya, que se filmó gracias al financiamiento y al aporte creativo de 1961 productores asociados de la comunidad Orsai.
Distribuida por Disney, La Uruguaya es la primera película comercial realizada con el aporte de miles de socios de la Comunidad Orsai, un esquema de financiamiento original y apoteósico para las cifras que requiere la industria, sin participación económica del Incaa ni de plataformas, ni del Estado, ni de empresas privadas.
Según “el modelo Orsai”, creado a la luz de la inventiva de los meses de pandemia por el escritor y productor Hernán Casciari, durante todo el rodaje los socios y socias votaron a los protagonistas, debatieron, decidieron locaciones, fueron extras de la película y, tras la venta de la distribución a Disney, también recibieron dividendos.
Protagonizada por Sebastián Arzeno (quien interpreta al escritor Lucas Pereyra) y por Fiorella Bottaioli (que es Magalí Guerra, la uruguaya que lo enamora), la película, más allá de estar basada en el libro de Mairal, respeta y resignifica las dinámicas del cine y de la literatura y se sale del esquema más básico de la adaptación. En una primera etapa, Hernán Casciari y Christian Basilis de Orzai trabajaron en el guion y después se sumó la periodista y escritora Josefina Licitra.
El film, que cosechó aplausos cuando se presentó en noviembre en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, puede encasillarse como una comedia sobre las desventuras y las dudas existenciales de un escritor en sus cuarenta, que con una excusa viaja a Montevideo a encontrarse con una chica 20 años menor que conoció en un viaje anterior. Pero lejos de reposar en la historia que Mairal dejó plasmada en la novela que publicó en 2016, el proyecto asume riesgos: incorpora escenas y guiños que podrán descubrir quienes hayan leído el texto, al tiempo que hace recortes, cambia de narrador y suma una nueva mirada.
“Había leído la novela y lo primero que hice fue releerla y entender que la adaptación iba a ser un desafío porque el texto tiene mucho del mundo interior del protagonista”, contó Ana García Blaya a la agencia de noticias Télam en el marco de la presentación de la película en Mar del Plata. También pudo escribir escenas, algo que terminó por condensar el proceso que convirtió a la novela en un guion para finalmente ver nacer la película.
Mairal, quien ya había visto como su novela Una noche con Sabrina Love se convertía en una película de Alejandro Agresti, asumió el desafío de reeditar con la experiencia pero desde otra postura. “Me involucré en el proyecto al principio, cuando Orsai compró los derechos. Y lo hice de una forma bastante lúdica porque desde mi primera experiencia con Una noche con Sabrina Love entendí que el autor de una novela que es adaptada al cine tiene que soltarla para dejar que la transformen. Entonces lo disfruté mucho y pude colaborar de una manera bastante lateral. Hice una canción, iba al rodaje y confié mucho en la mirada de Ana García Blaya”, relató Mairal sobre esta “segunda oportunidad” que se dio como autor.
El escritor reconoció además que el esquema creativo y colaborativo que guió el proyecto facilitó mucho ese entusiasmo lúdico que le permitió ser parte del proyecto desde otro lado: «Hay algo muy particular en la película por la forma en la que participó la comunidad de Orsai. Creo que eso me atrajo mucho, que se hiciera de forma colectiva entre todos los productores asociados. En un principio, me imaginé que podía ser muy complicado combinar todas esas voluntades, pero pasó exactamente lo contrario: algunos aportaban ideas, otros ofrecían locaciones como una oficina para una escena o una camioneta. Muchas personas sumaron sus ideas y entusiasmo”.
El rol de Mairal en el proyecto se diversificó al punto que hizo un “cameo” en una escena filmada a metros de la playa de Valizas. “Fue muy lindo conocer a los productores asociados, con algunos nos seguimos viendo. Creo que esa experiencia creativa conjunta que dejó una impronta fuerte en la película, aun con lo difícil y trabajoso que es hacer cine”, asumió.
La última edición del libro, realizada hace pocos días por Emecé para estar a la altura del lanzamiento cinematográfico, lleva en la tapa una de las escenas de la película y retroalimenta el diálogo entre las páginas y la pantalla. ¿La Uruguaya es una novela cinematográfica que nació para ser película? Mairal descree de esa hipótesis. “No pienso mis novelas de un modo cinematográfico. Intento, en cambio, que esas historias funcionen con palabras. Mi escritura suele ser sensorial o visual y tal vez por esos mis libros parecen cinematográficos pero no lo son. La historia de La Uruguaya es un gran monólogo interno y eso es muy poco cinematográfico, más allá de que el viaje a Montevideo tiene mucha acción. Pero creo que la novela no es eso sino todo lo que le pasa al personaje y eso fue muy difícil de llevar al cine y fue un desafío para los guionistas”, sostuvo.
Para el escritor, el gran logro de la adaptación es que la película “le responde al libro con el cambio del punto de vista” del narrador. «La novela está enfocada a la subjetividad de un hombre, y la película cuenta la historia desde la mirada de una mujer. Entonces, la adaptación amplía el libro y se anima a zonas a las que el texto no va y se genera un gran diálogo entre el texto y la película. Pudo ser posible por la mirada de Ana García Blaya, pero también por las actuaciones de Jazmín Stuart y Fiorella Bottaioli, pero también Josefina Licitra en el guion, un equipo que supo sumar una mirada distinta a la del libro”, arriesgó.
También Mairal se animó a “reescribir” su propia obra y escribió la zamba “La vidita”, en homenaje a una frase de la novela (“Si no podés con la vida, probá con la vidita”), que puede escucharse durante la proyección. “Por una cuestión de métrica terminé poniendo en el estribillo «Si no podés con la vida, probemos con la vidita». Escribí letra y música y Rafa Otegui, mi socio musical con el que estamos por sacar un disco pronto, Pensé que era viernes, le puso la voz y quedó muy linda. Me gusta escribir canciones y que las canten otros. Se la pasé a Ana, a ella le encantó y decidió ponerla. Suena en el trailer y cuando caen los títulos y eso me tiene muy contento”.
Todos estos códigos literarios, cinematográficos y musicales confluyen en un proyecto que no se contentó simplemente con “traducir” el texto de Mairal y que, en una apuesta creativa, se convirtió en una auténtica reescritura y una respuesta que defiende una nueva mirada de La Uruguaya.