De acuerdo con lo señalado en la entrega anterior, esta nota estará dedicada a exponer sobre la ejecución de la obra más emblemática del intendente Luis Lamas: el Parque de la Independencia. El proyecto es anterior a su gestión, ya que había sido elevado en 1897 por el intendente Alberto J. Paz, quien proponía la proyección de las cuatro plazas existentes en la intersección de los bulevares Santafesino y Argentino (luego bulevar Nicasio Oroño y avenida Carlos Pellegrini, respectivamente) a nivel de un gran parque que mantuviera el nombre de las plazas de la Independencia. El proyecto contó con gran apoyo de todos los sectores de la ciudad, sin embargo, la iniciativa no tuvo eco favorable en Santa Fe.
La idea no se desechó, por el contrario, se mantuvo vigente y Lamas no la dejó pasar. Un claro efecto del entorno político favorable, comentado en la segunda entrega, permitió que la provincia adhiriera al proyecto y se pudiera concretar. Pero no bastaba con la aceptación santafesina, sino que requería ejecutividad y eso es lo que destacó a Lamas en toda su gestión.
Las expropiaciones se realizaron de acuerdo con ley provincial y ordenanza al respecto de agosto de 1900. Los trabajos se basaron en planos del ingeniero Héctor Thedy. Sobre la autoría de los planos cabe aclarar que, según la investigadora Raquel García Ortúzar, no se conoce otro, a pesar de versiones sobre el trazado por parte de Carlos Thays, el famoso paisajista francés radicado en Buenos Aires, autor de muchos parques en la capital y en varias ciudades del interior. Pero no se descarta que haya sido consejero del trazado del rosedal, obra posterior realizada en 1915, que fue el segundo del país.
De los trabajos iniciales del parque lo más comentado ha sido la utilización de mano de obra de presidiarios para la excavación del terreno destinado al lago y la construcción de la llamada montañita con esa misma tierra extraída. La elevación estaba coronada con un templete griego en su cima que años más tarde fue demolido. Hoy la montañita resulta imperceptible por la exuberancia que alcanzó la centenaria arboleda que la rodea. Gran parte de estos árboles originarios del parque fueron plantados por niños en edad escolar, seis meses antes de la inauguración, con motivo de establecerse en junio de 1901 la Fiesta del Árbol.
El acontecimiento, iniciado a toque de clarín, consistió en que los alumnos de las escuelas de la ciudad realizaran un acto masivo de plantación de árboles: llegaron a ser alrededor de dos mil ejemplares. Sobre este punto vale la siguiente digresión: la experiencia se repitió al año siguiente con el arbolado en hilera del entonces bulevar Argentino. El Santafesino ya había sido parquizado en su cantero central y era el lugar de paseo obligado de la sociedad rosarina, pero la hoy avenida Pellegrini, pensada con el mismo fin, corrió distinta suerte. La urbanización se demoró por cuanto recién se pudo realizar gracias a un acertado convenio de octubre de 1901 que permitió el levantamiento de las vías del FC Oeste Santafesino, que ocupaban la parte central de la calzada. Pero la idea original se perdió al ser aprovechada la parte central para vías tranviarias. Las antiguas vías ferroviarias también ocupaban en la época de la inauguración del parque una franja de la parte norte actual del mismo. En efecto, desde Pellegrini y Alvear los rieles torcían en diagonal sudoeste que, cruzando Ovidio Lagos, seguían la dirección oblicua a la vera del cementerio de El Salvador, actual avenida Presidente Perón.
Para mantener la continuidad de la forestación del parque se creó un jardín botánico y una escuela de aprendices de jardinería con vivero, que tuvo a su cargo el mantenimiento del verdadero bosque. El edificio, de original arquitectura que observamos sobre bulevar Oroño frente al monumento al general Belgrano, fue construido en 1902 como sede de la escuela y administración del parque. Entre las primeras instalaciones se cuenta un jardín zoológico, ubicado en la manzana sudoeste de las originarias plazas de la Independencia. Poco a poco, el área total ocupada por el parque, de acuerdo con las mediciones realizadas en 1974 por el arquitecto Oscar Mongsfeld, llegó a sumar 126,2 hectáreas, de las cuales la zona pública es de 72 hectáreas más 56,2 hectáreas concesionadas a diversas instituciones con diferentes funciones y objetivos.
A la fecha de inauguración en el terreno ya existía el velódromo del Veloz Club, que aportaba deporte al nuevo ámbito recreativo. Más adelante lo adquirió la Municipalidad y actualmente es el espacio que ocupa el club Gimnasia y Esgrima. El entonces llamado deporte hípico tuvo su hipódromo que debió inclinar su pista para no sobrepasar el espacio concedido. La agricultura y ganadería tuvieron su lugar en la concesión a la Sociedad Rural Santafesina, que desde 1910 será la Sociedad Rural de Rosario. Las construcciones propias de estas entidades fueron completando el espacio destinado al parque, que durante años tuvo sectores baldíos hasta que se forestó y parquizó en su totalidad. Recordar el año de diseño y construcción del rosedal, en realidad, parte del que conocemos en la actualidad.
La inauguración oficial del parque se llevó a cabo el 1º de enero de 1902 con un acto realizado a partir de las primeras horas de la noche. Asistió gran parte de la población de la ciudad, que quedó admirada por la iluminación, incluso con un potente reflector eléctrico. Pero el parque no se concibió sólo como un lugar de esparcimiento, si bien fue uno de los objetivos, ya que tuvo otros de mayor significación. De vital importancia fue concretar la visionaria idea de dotar a la ciudad de un pulmón verde que el crecimiento de la misma pronto llegaría a cercarlo. Respondía este enfoque a necesidades de salud de la población, problema que por entonces era tratado por los médicos llamados higienistas.
Rosario, según hemos visto en entregas anteriores, venía sufriendo periódicas epidemias, flagelos que hacían sentir sus efectos en el sector más pobre de la vecindad, que necesitaba de aire puro. Se tomó el modelo que ofrecían los grandes espacios de las ciudades europeas y norteamericanas, dedicadas a estos fines y que contaban con el halo de la soñada igualdad, porque los parques son lugares de encuentros y recorridos por todas las clases sociales.
Sin embargo, a pesar del consenso positivo de la población y de los festejos, a las obras públicas, por ser actos políticos, no les faltarán críticas dirigidas a las concesiones otorgadas a la Sociedad Rural Santafesina y al Jockey Club. La crítica se centró en el bajo canon que se les cobraba y se la relacionaba con el vínculo de pertenencia de Lamas con ambas instituciones. En efecto, de la primera –fundada en 1895– fue secretario y del Jockey Club, creado en 1900, fue miembro fundador y segundo presidente entre 1901 y 1903, años coincidentes con su segundo período como intendente.
La evolución del parque requiere más de lo expuesto que no caben en los objetivos de esta nota. Resta despedirnos de la intendencia de Lamas. Al terminar su segundo mandato el gobernador Freyre le sugirió continuar, pero Lamas tenía elegido otro destino: había sido electo diputado nacional. En la Cámara siguió trabajando por la ciudad desde la banca que ocupó entre 1904 y 1908. Lamas había nacido en Rosario el 2 de septiembre de 1865. Radicado definitivamente en Buenos Aires después de la diputación, falleció en aquella ciudad el 23 de julio de 1932. Sus restos fueron trasladados a Rosario y hoy descansan en el cementerio de El Salvador en un sobrio panteón declarado sitio histórico de la ciudad.