Durante su exilio en Brasil, tras la desaparición de su hijo Ariel en manos del régimen militar argentino, Ferrari (1920-2013) produjo una serie de obras que denominó «arte lúdico», que dieron origen a «esculturas sonoras» que se pudieron ver y tocar en un circuito por todos los museos municipales de Rosario.
A 40 años del regreso a la democracia, los organizadores plantearon «sostener diálogos que interpelen a la comunidad» para «re-imaginar» una democracia que «enamore e ilusione», a través de la obra de Ferrari que continúa en diálogo permanente con la realidad y las producciones actuales.
El recorrido propuesto comenzó este viernes, a las 9, en el Museo de la Memoria (Córdoba 2019), en donde el público pudo conocer e interactuar con la escultura «Berimbau», confeccionada con cien barras de acero verticales de diferentes diámetros que al ser movidas por los visitantes, se transforman en un instrumento musical con múltiples timbres sonoros.
La escultura cobró mayor vitalidad durante una actividad en la cual alumnos y alumnas de diferentes escuelas primarias de la ciudad se acercaron a la obra de Ferrari a través de una intervención teatral y musical que finalizó con una estruendosa interacción con el monumental instrumento que llamó la atención de los circunstanciales transeúntes de la céntrica calle Córdoba.
La siguiente parada del itinerario llevó a los visitantes al Museo de la Ciudad (Oroño 2300) que albergó otro de los dispositivos sonoros proyectados por el reconocido artista titulado «Gong», compuesto por una estructura en madera que sostiene un chapón de acero industrial que es ejecutado a través de siete varas de acero finalizadas en pelotas de goma ancladas en la base, que formó parte de la muestra Otra música, de León Ferrari, en 2021.
«Gong» logró una interacción intuitiva y fluida con el público que raudamente se abocó a tirar de las barras de acero y soltarlas bruscamente para provocar latigazos contra la chapa produciendo un sonido similar al que realiza el instrumento oriental homónimo.
La pieza alcanzó una resignificación al ser puesta en diálogo con la muestra «Historias de Metal: del taller a la ciudad (1939-1962)», «que aborda cómo el desarrollo industrial en la Argentina fue desmantelado por un modelo económico neoliberal que atentó también contra la lucha social», apuntó la historiadora del Museo, Noelia Cuellar.
«En la época en donde se logró un florecimiento industrial, fueron los trabajadores los actores principales de la reivindicación de sus derechos, sabemos que el plan sistemático de la última dictadura fue desmantelar toda esa lucha y León Ferrari también lo sufrió en carne propia», remarcó.
Nunca una obra de Ferrari resulta indiferente para el observador y como uno de los principales referentes de la corriente estético-política, el artista buscó impactar y lo logró siempre, incluso en sus cuadros más abstractos como el que se expuso en el Museo Castagnino (Oroño y Pellegrini), en la tercera instancia del circuito.
Se trata de la escritura con pintura acrílica sobre tela, «Sin título», de 2007, donada por el propio artista a la colección permanente del Castagnino, que fue «activada» a las 15 con visitas guiadas y talleres de dibujo.
Sobre un lienzo blanco surgen en relieve una vorágine de grafismos de trazos negros que conforman un acromatismo que es interrumpido por letras concatenadas en cursiva y a mano alzada de un rojo intenso que recortan un rectángulo en el centro, «como si la figura central fuese un libro escrito con sangre», señaló uno de los visitantes durante la visita guiada.
La observación resulta pertinente para un artista cuyas imágenes buscaron cuestionar las escrituras sagradas de la Iglesia católica, así como también el terrorismo de Estado, la guerra, el hambre y la corrupción explorando el lenguaje.
Esta obra dialoga con las muestras ubicadas en la planta alta del Castagnino, «Crónicas abstractas», que también aborda la abstracción del lenguaje a través de los trabajos de los artistas locales Celeste Carnovali, Marcela Duluc, Rosario Farias, Luciana Guerra y Juana Torres.
Creada en el mismo año en que Ferrari recibió el León de Oro al mejor artista en la 52° Exposición Internacional de Arte Bienal de Venecia, «corresponde a la serie de escrituras donde se relaciona lo poético y lo político con una crítica corrosiva a la Iglesia, que guarda relación con toda su obra dedicada a levantar las banderas a favor de los Derechos Humanos y contra la violencia del Estado», explicó la representante del área educativa del museo, Juliana Tomattis.
En esa línea, Florencia Cardú, integrante de la misma área, apuntó: «Como toda obra contemporánea tiene una polisemia que trabajamos con el público en las visitas del recorrido y justamente esta cualidad hace que nos invite constantemente a realizar un acto reflexivo que luego resuena y perdura en el tiempo».
«Es muy acertado usar la palabra resonar al referirse a la obra de Ferrari, es algo que queda en el aire, que da vueltas en la cabeza y no se cierra sino que genera interrogantes y reflexiones», agregó.
La universalidad y sensibilidad de la obra expuesta permitió a los organizadores del Castagnino utilizarla para desarrollar un taller de dibujo con niños de 3 y 4 años, en donde la contemplación del trazo de los grafismos de Ferrari fue la excusa para que los más chiquitos se expresen en el papel con crayones, fibrones, lápices y acuarelas.
En escritorios modulares al ras del suelo, los alrededor de cuarenta pequeños alumnos de la Escuela Primaria Brigadier Estanislao López, hicieron líneas onduladas y coloridas imitando los elementos compositivos y la expresión plástica del cuadro.
El circuito retomó las indagaciones gráficas de la obra contemporánea de Ferrari con la escritura sobre papel y vidrio, «Bienaventurados malditos» (1998) ubicada en el cuarto piso del Museo de Arte Contemporáneo-Macro (Oroño y el río) en donde los visitantes realizaron un recorrido en compañía de curadores y especialistas.
Ubicado en la costanera rosarina y a pocos metros del Monumento Nacional a la Bandera, el Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (Avenida Belgrano 950) abrió un recorrido por su muestra permanente que repasará parte de la trayectoria del artista en tensión con la figura del revolucionario rosarino, quien fue el centro de su obra «Malvenido Rockefeller a la tierra de Guevara» del año 1969.
Además, por primera vez, se pudo interactuar con la pieza inédita «Cascabeles», que forma parte de sus esculturas sonoras generadas en el exilio paulista.
El circuito finalizó a las 20 en el Museo Estévez (San Lorenzo 753) con el conversatorio «Resonancias. Derivas posibles en torno a la sostenibilidad política», que reunió a la Loggia del Museo Sebastián Stra, Silvana Schulze y la nieta del artista, Julieta Zamorano Ferrari para discutir sobre la sostenibilidad política de los espacios culturales a partir del arte, la creación y el vínculo con la comunidad.