Hogar El Alba, Longchamps.
-Bueno, ¿quién quiere hacerle una pregunta a Paulita?
De repente, 14 chic@s levantan la mano, algun@s con visible entusiasmo y a los saltitos. “Yo, yo”, gritan y esperan la orden para su consulta. Tod@s saben a quién tienen enfrente y están emocionad@s. Los encargados del lugar les avisaron que la campeona olímpica de judo, una de las mejores deportistas argentinas de la historia, estaría de visita como parte de una importante acción solidaria y tod@s se prepararon, incluso viendo videos de sus luchas y entrevistas. Y sorprenden a la Peque. Ella, simple y humilde como siempre, sonríe y agradece mientras acaricia a uno de los perros que pide cariño y así, en el ingreso y frente a la estatua de William Morris –fundador del lugar-, se larga una improvisada conferencia de prensa.
-¿Qué sentiste al ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos?
-Mucha alegría. Porque fue un premio a la perseverancia y esfuerzo. Pero sobre todo por representar a mi país. Porque sentí que esa medalla no era mía, sino de millones de argentinos, como ustedes. Al ser una alegría compartida el sentimiento es mucho más fuerte.
-¿Y cuántas medallas ganaste en tu carrera?
-No lo sé, no llevo la cuenta. Porque siento que, en definitiva, no es lo importante. En realidad, es hacer lo que a uno le gusta y ser lo mejor que se pueda. Si eso alcanza para medalla, mejor. Si no, a seguir intentando.
Pareto responde con una sonrisa, sabiendo que les habla a niñ@s que quieren saber de todo, incluso si no le duele el cuerpo luego de hacer esos increíbles ejercicios de fuerza que, durante la pandemia, se han viralizado en las redes por su gran dificultad. “Sí, un poco, pero ese dolor quiere decir que estoy entrenando bien. Y, además, siempre aclaro que es un dolor placentero”, explica. Luego, ante una consulta final, repasa sus inicios en el judo. “Fue a los 9 años, pero antes hacía otros deportes porque sólo quería divertirme”, cierra y aprovecha para preguntar qué actividades deportivas hacen en este lugar que funciona como hogar temporario para aquellos chic@s con graves problemas en sus casas y que la Peque decidió ayudar con el programa solidario Huella Saint-Gobain que la tiene como embajadora desde hace cinco años.
Una nena se apura a responder y cuenta que allí practican fútbol. Otra suma “hóckey” con un grito y salta Jazmín, de 13 años, agregando que también tienen equipo de rugby. “Pero, más que un hogar, esto es un club”, reacciona Peque con una sonrisa de admiración. “Realmente la pasé muy bien. Me hicieron un recibimiento hermoso. Me preguntaron de todo (se ríe). Sabían de mi historia deportiva, de las medallas y hasta de mi día a día, cómo entreno… Y además me sorprendieron con unos regalos muy lindos: nueces que cosechan acá y hasta dibujitos y cartitas que voy a mirar y leer cuando llegue a casa”, aclara quien, además de cumplir con su profesión de traumatóloga en el hospital de San Isidro, se sigue preparando para Tokio, el gran objetivo para ponerle el moño a una carrera brillante, tal vez –por qué no- con una tercera medalla olímpica.
Peque no deja de sorprenderse y, a la vez, emocionarse cada vez que visita los proyectos que encara con la Huella SG. En este caso no fue la excepción. “Es increíble la tarea que hacen acá, con tanto cariño y dedicación. La gente que está al frente de estos lugares tiene un enorme corazón… Este amor que tienen se lo dan a los chicos y eso es lo más importante. Ser querido, a esta edad, es todo y el rol de contención de este lugar resulta esencial en estas situaciones que les toca vivir”, explica. Karina, la directora del lugar, la escucha y le agradece. “Es un honor que hayas venido hasta acá. Te admiramos siempre y ahora aún más”, le dice, con notoria sinceridad. “Te agradecemos a vos y a la empresa porque hacen mucho más que venir a dejar materiales y sacarse fotos. Se nota el compromiso”, cierra. Peque prefiere sacarse méritos, como generalmente hace ante cada triunfo. “En realidad, yo soy sólo la cara visible de un trabajo en equipo del que me siento orgullosa. Me hacen sentir bien como persona y permiten empezar un efecto dominó con la ayuda. En cada proyecto hicimos la primera donación y luego seguimos en contacto para continuar con más cosas. Acá ya estuvimos viendo las paredes y otras necesidades con la que podremos avanzar luego de finalizada la primera etapa de los techos y la capacitación de las personas”, aclara.
Paula se interesa y pregunta. Entonces Karina le cuenta la historia de este hogar y detalla el rol que cumple hoy en día. “Este lugar tiene 96 años y su función es ser un hogar transitorio para aquellos chicos y chicas que tienen problemas en su familia, cuyos derechos han sido vulnerados. Aquí asisten chicos que han sido maltratados, violentados y abusados sexualmente. Y hasta tanto se encuentre una familia sustituta o se solucionen sus problemas, se quedan acá. No hay un tiempo promedio. Algunos están meses y otros, años. Hoy tenemos 40 chic@s, entre 4 y 17 años”, precisa la directora, quien informa que el lugar se mantiene, en su mayoría, por la solidaridad de la gente, en este caso como Saint-Gobain, que empezó el proyecto donando los materiales para impermeabilizar los techos que se llueven o tienen humedad y, además, capacitando al personal con sus técnicos especializados para poder hacer la obra.
Peque, feliz, saluda, agradece y se despide para seguir con su día. Se va llena de amor y reconocimiento. En el hogar charlan sobre su humildad y compromiso. Conocieron al otro lado que también la convierte en ídola.