La crisis sanitaria desatada por la pandemia de coronavirus está en el peor momento en el país. El número de muertos diarios viene en ascenso y este lunes ese «enemigo invisible» se llevó la vida de quien había sobrevivido a la cárcel y a dos dictaduras: el histórico militante sindical Rubén «Zurdo» Suárez.
El Zurdo inició su militancia en el ámbito gremial a fines de los 60, en la misma época que conoció a quien fue su compañera de vida y madre de sus tres hijos, Cristina Rodríguez. Él trabajaba como soldador desde los 13 años y ella era empleada de comercio. Juntos empezaron a militar en sus espacios de trabajo y vivieron eventos como el Rosariazo.
Ya en la década del 70 pusieron su interés en la militancia foquista y los grupos revolucionarios armados que resistían los regímenes dictatoriales y la persecución política iniciada en 1955 pero profundizada a partir del golpe de 1966 con Juan Carlos Onganía a la cabeza.
Es en la ciudad, a partir de la toma la comisaria 20, Suárez cayó preso –aunque no había participado– por primera vez. Tenía 21 años y estaba casado hacía apenas tres meses. Más tarde contaría que lo «mataron a golpes». Luego, fue trasladado de forma clandestina a Buenos Aires. Fue después de esta detención que pudo reencontrarse con su esposa Cristina.
Aunque todavía no había llegado el golpe de 1976, la persecución política era feroz y sus detenciones siguieron en la cárcel de Coronda y luego en la Patagonia, en Rawson, Chubut. Para ese entonces, su compañera ya estaba en las filas del PRT y fue una de las fundadoras de la Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (COFAPPEG Rosario) en ATE Rosario.
En la cárcel de Rawson, el 15 de agosto de 1972, el Zurdo formó parte de la fuga del penal que terminó con la Masacre de Trelew. Había sido organizada entre militantes del ERP y de Montoneros, pero por fallas logísticas sólo un grupo logró abordar un avión y llegar a Chile. La Marina fusiló a 16 militantes que habían sido recapturados. Suárez y su grupo no habían podido escapar del penal, ya que no llegaron los camiones que los llevarían al aeropuerto de Trelew.
Tras la asunción de Héctor Cámpora el 25 de mayo de 1973, el Zurdo fue liberado, y siguió su militancia en el ERP, pero fue encarcelado nuevamente solo tres meses después. Pasó por Devoto, Caseros, Chaco, Río Gallegos, Rawson y Sierra Chica.
Todas estas detenciones sumaron ocho años. Fue en 1984 cuando se reencontró finalmente con Cristina, con quien ya tenían un hijo y seguirían ampliando la familia. Vivieron en Pueblo Esther y después en Rosario y Santa Fe. Nunca dejaron de militar, actualmente en la CTA Autónoma.
En 2012, el Zurdo declaró en el juicio por la Masacre de Trelew. Su testimonio fue un gran aporte para lograr las condenas a prisión perpetua e inhabilitación de Luis Sosa, Emilio Del Real y Carlos Marandino.
En una de las tantas actividades de las que participó en la última década expresó: “Desde 1970 tengo la concepción de que los trabajadores necesitamos un partido donde socializar ideas, creando un intelectual colectivo, generando propuestas para el conjunto de la sociedad pero desde el punto de vista de la clase obrera. Puse el cuerpo en lo militar cuando hizo falta y me jugué por los compañeros en las distintas formas de lucha que se dieron en estos 40 años”.
En 2014, cuando en la ciudad se estaba articulando la Asamblea por los Derechos de la Niñez, el Zurdo participó y sostuvo: «En los 14 años de cárcel que he pasado –en los regímenes de exterminio físico y psíquico llevado a cabo con precisión científica en Rawson, o los dos años de condena en los pabellones de la muerte (en la U9 de La Plata)– puedo asegurar que lo peor de la cárcel es cuando uno ingresa, cerrándose a tus espaldas los pesados portones con su metálico ruido a encierro; voces autoritarias ordenan, aturden, desnudan, ultrajan, violan toda posible intimidad que pueda quedarte. Para ellos debés estar y sentirte solo; que no quede ningún vestigio de dignidad. La violación a la intimidad y la soledad es la mayor vejación a un ser humano y no se puede permitir hacerle eso a un niño. No se puede ser niño y estar preso. ¿Preso un chico? Ni un segundo». Así lo recordó el periodista Martín Stoianovich ante la noticia de su fallecimiento.
En ese mismo encuentro estuvo presente Rodrigo Gauna, conocido como Bichito, que habló con El Ciudadano sobre cómo recuerda a Suárez. «Hablaba en un idioma, no raro, pero sí claro. Tenía una dialéctica para hablarle a la pibada bien concreta. Nos hacía acordar al viejo Montaldo por lo claro y sencillo que lograban hablar para transmitir todo lo que vivieron».
Resaltó su humildad y sencillez para transitar la vida, para aconsejar. «La pibada lo escuchaba siempre con mucha atención. En Ludueña era impresionante como lo escuchaban. Él siempre se actualizó con el vocabulario de los chicos sin perder ni olvidarse la cantidad de años y de vida que llevaba».
Para Gauna lo más valioso que deja Suárez es el hecho de «no olvidarse de sus raíces ni origen ni historia». «Cuando hablaba de amor, era un amor sincero y verdadero hacia sus ideales, su compañera, sus hijos y nietos. Animó a toda la pibada a hacer algo distinto. No se quedó solamente en la militancia setentista, apostaba a la militancia joven con otra impronta, apoyaba esto y a las creaciones de las nuevas generaciones».