¿Somos capaces de percibir tal cual los sentidos lo permiten? ¿Podemos reproducir fielmente aquello que los sentidos nos permitieron percibir? ¿Qué es la conciencia? ¿El estado de conciencia es el estado natural del ser humano? ¿La conciencia tiene límites?
Las neurociencias tal vez sean las ciencias que más han avanzado en los últimos años. Mucho es lo que están aportando al conocimiento del hombre. Mucho es lo que se está investigando y, con el aporte de la tecnología, mucho es lo que se está poniendo en evidencia.
Rosario contará con la Maestría en Neurociencias y Neurotecnologías (Menn), organizada en conjunto por la Universidad Nacional de Rosario, la Facultad de Ciencias Médicas y el Instituto Gamma. A propósito de su lanzamiento se realizó una charla titulada “Fluctuaciones de la actividad cerebral: rol de las neurociencias y neuropsiquiatría”, en el Círculo Médico de Rosario, la que estuvo a cargo de Gustavo Deco, un rosarino egresado de la UNR como físico, doctorado en física atómica en el Instituto de Física Rosario (Ifir) y con un posdoctorado en la Universidad de Bordeaux, Francia.
En Alemania, en las universidades de Giessen y Frankfurt, con una beca Von Humbolt, Deco trabajó investigando física atómica. Pero al cabo de un tiempo lo sedujeron las neurociencias: se trasladó a Munich y se quedó allí 15 años. “En la Universidad de Munich completé dos nuevos doctorados; uno en computación teórica, y otro en psicología biológica”, relata.
En la actualidad, Deco es profesor e investigador en la Universitat Pompeu Fabra, de Barcelona, donde es jefe del Grupo de Neurociencia Computacional y director del Center for Brain and Cognition. Entre sus intereses de investigación se incluyen la neurociencia computacional, la neuropsicología, la psicolingüística, redes biológicas y formulación estadística de las redes neuronales.
Percepción es el tema elegido por El Ciudadano para apurar el diálogo con este profesional, en una mañana signada por la lluvia.
“La percepción a través de los sentidos requiere atención –comienza señalando Deco–. Hoy en día sabemos que no hay percepción sin atención: percibimos aquello que atendemos. Éste sería el primer aspecto; el segundo tiene que ver con una hipótesis instalada en la neurofisiología, según la cual los temas perceptuales estaban asociados a regiones muy concretas del cerebro, lo que nosotros llamamos «localismo». Hoy se sabe que es una actividad que incluye a todo el cerebro a través de sus múltiples conexiones”.
—La pregunta que muchas veces se ha hecho el ser humano es si en realidad percibe por los sentidos, o sólo a través de ellos…
—Primero, la percepción no está en los órganos de los sentidos: la visión no está en la retina del ojo. La percepción es una tarea netamente cerebral. No asociada a una neurona o una región de neuronas particulares, sino que gran parte del cerebro, o por mejor decir, todo el cerebro, es el que está percibiendo. Ante la percepción más simple, todo el cerebro está activado en esa tarea.
—¿Qué rol cumplen los sentidos? ¿Sólo son simples conductores de estímulos?
—Son transductores. Son los que permiten la entrada al cerebro de la información que le interesa. En la retina se traducen los fotones que ingresan al cristalino, y se convierten en impulsos neuronales. Y esto se empieza a hacer en la misma retina donde hay tres capas de neuronas. Pero eso no es percepción. Hoy existen experimentos que aportan evidencias: por ejemplo hay un experimento en el cual a un animal se lo estimula con un estímulo muy débil, por ejemplo, de muy bajo contraste, el que genera impulsos eléctricos en varias capas neuronales. Y sin embargo el animal se comporta como no habiendo percibido nada. Esto ha llevado a pensar que deben existir otras partes del cerebro que se tienen que activar globalmente, y por eso nosotros nos referimos a la percepción como actividad “pan-cerebral”.
—¿Cómo hace el cerebro para que el ser humano se dé cuenta de que está percibiendo?
—Ésta es una pregunta que a los científicos nos gustaría poder responder…
—Hoy se accede a trabajos de divulgación donde aventuran que un ciego podrá llegar a ver aunque hasta ahora su sentido de la vista no lo haya permitido. ¿Esto significaría poder ver saltando la actividad del sentido de la vista, del transductor?
—Exactamente. De hecho, las cegueras que se deben a un problema ocular o del nervio óptico son los tipos de ceguera que tienen mayor chances de ser, algún día, curables. Ya hay investigaciones avanzadas al respecto en las que se reemplaza al transductor con un sistema que cuenta con chips que se encargan de traducir los fotones en impulsos eléctricos y llevarlos a las zonas correspondientes del cerebro. Pero hay cegueras que no son meramente retinales o causadas por el nervio óptico, sino lo que (Heinrich) Lissauer llamaba “cegueras del alma”, cegueras corticales, en las que diferentes partes del cerebro están afectadas y no permiten la visión. Por ejemplo: existe un síndrome llamado “negligencia” que afecta a personas que tienen el circuito de la visión en perfectas condiciones y que, sin embargo, no registran la visión. Se da generalmente en un solo hemisferio; curiosamente, en el derecho. Pese a tener las condiciones de ver, el cerebro “no pone atención” y no percibe lo que “ve”.
—Si no todos perciben igual, ¿qué es lo que hace que unos perciban lo que otros no logran percibir?
—Eso se debe a los diferentes grados de sensibilidad de cada uno. Eso se da habitualmente y hasta se puede medir. Por ejemplo, hay gente que detecta contrastes muy bajos y otros no logran detectarlos. Hay un límite de percepción que es variable en el ser humano. Por el otro lado, también es entrenamiento, ya que como decía, la percepción es inseparable de la atención y ésta se puede entrenar. Si no puedo poner la atención en un determinado estímulo, no lo veo.
—¿Querría decir que la cultura tiene que ver en esto también?
—La cultura tiene que ver con todo. También con lo perceptual. Por ejemplo, tengo un amigo en los Estados Unidos, (Joseph) Bierderman, que trabaja en percepción visual, en California; se dedica a la percepción en la rama de la teoría localista y trabaja procesando caras humanas, las que responden a una actividad cerebral en el área fusiforme, que está localizada a la altura de las orejas. Esa zona del cerebro se activa cuando se detectan caras; de hecho, cuando esa zona por alguna razón no funciona, se sufre de una afección que se llama prosopagnosia, personas que no reconocen caras. Él me decía: “Nosotros no reconocemos caras de vaca; sin embargo, un campesino las llama por su nombre, ya que reconoce y diferencia las caras casi parecidas de las vacas”. ¿Qué ocurrió? El sistema atentivo, especializado en distinguir las sutiles diferencias, está desarrollado en el campesino y no en nosotros. Otro tanto les pasa a los occidentales que ven a los japoneses todos iguales. Esto es producto de la falta de especialización y de su entrenamiento. Cuando pasamos un mes en Japón, comenzamos a distinguir. Quiere decir que la percepción se puede entrenar.
—¿No es hora de que le pregunte por la conciencia?
—(Se ríe) Ahora que la ciencia se atrevió a meterse con la conciencia, ya que había una cierta reticencia en entrar en el tema al que se veía como un tema intratable. Hoy, lo que se puede hacer a nivel neurocientífico no es resolver el tema sobre qué es la conciencia –que a la neurociencia le queda demasiado grande por tratarse de un tema metafísico y filosófico– pero sí lo que podemos hacer es responder a la pregunta: ¿qué pasa con el cerebro cuando uno está conciente? Esta es una pregunta concreta que la ciencia y las neurociencias pueden llegar a responder en forma cuantitativa.
—¿Y qué pasa en el cerebro cuando uno está conciente?
Lo que se ve cuando uno está estudiando cerebros en los que estamos seguros que no están en estado de conciencia, por ejemplo una persona que está en coma. Podemos ver que el grado de integración y comunicación entre las diferentes partes del cerebro es diferente: cuando uno está consciente es como que todo el cerebro está integrando la información, todo el cerebro está hablando; mientras que cuando uno va perdiendo conciencia se va disgregando y segregando ese tipo de comunicación. Por lo cual, la palabra clave, hoy, en las teorías de conciencia, es la integración.
—¿La conexión es la cuestión?
—Sí, la conexión es la cuestión.