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La periodista mexicana Cecilia González analiza el fallo de la Corte sobre el 2×1

Luis Muiña, condenado en 2011 por el secuestro y desaparición de trabajadores del Hospital Posadas, podrá ser liberado este año y no en 2024, como preveía su sentencia. Fuertes repercusiones a nivel internacional.

La Corte Suprema de Justicia nos dio la sorpresita de beneficiar a un represor con la famosa ley del 2×1 que acorta el tiempo que debía pasar en prisión. Gracias a eso, Luis Muiña, condenado en 2011 por el secuestro y desaparición de trabajadores del Hospital Posadas, podrá ser liberado este año y no en 2024, como preveía su sentencia.

El fallo fue dividido. A favor votaron Elena Higthon, la única mujer que queda en la Corte, y Rosencratz y Rosatti, los dos jueces propuestos por Mauricio Macri. En contra, Lorenzetti (el presidente de la Corte ya casi me cae bien) y Maqueda.

Lo que son las paradojas. El gobierno envió al Congreso un proyecto para que quienes cometan delitos graves (robos con armas, homicidio y abuso sexual) cumplan sus penas completas. En cambio, los que secuestraron, desaparecieron, asesinaron y se robaron niños como parte de un régimen que aplicó el terrorismo de Estado pueden ser beneficiados por el 2×1 y salir antes de prisión.

Seguro que los panelistas televisivos que siempre vociferan contra la «puerta giratoria» de delincuentes que, según ellos, entran y salen de prisión con suma facilidad hoy condenarán fallo de la Corte. Segurito.

Obvio, los abogados del resto de los represores ya preparan reclamos en masa para ser beneficiados. La Corte les dio así, argentinos y argentinas, el peor retroceso en materia de derechos humanos de los últimos años.

Lo que pasa es que los pasados gobiernos les hicieron creer que los criminales de lesa humanidad podían ser condenados por la justicia.

Ayer nomás, la Iglesia salió conque quiere promover la “reconciliación” por los crímenes cometidos durante la dictadura. Jamás hace autocrítica por su colaboración con los dictadores, jamás les pide a los represores que digan dónde están los desaparecidos, a quiénes entregaron los niños que se apropiaron.

También ayer nos enteramos de que un centenar de intelectuales argentinos que viven en Alemania repudiaron el nombramiento del negacionista Darío Lopérfido como agregado cultural.

La semana pasada, Etchecolatz, uno de los personajes más tenebrosos de la dictadura, fue beneficiado con la prisión domiciliaria. Seguirá en la cárcel sólo porque todavía hay procesos en su contra, pero ahora, capaz que en cualquier momento lo mandan a la comodidad de su hogar.

Los organismos de derechos humanos todavía no terminaban de reaccionar ante la insultante estrategia de la Iglesia para defender a represores que nunca se han arrepentido de sus crímenes, cuando la Corte salió con esto. No les dan respiro.

El caso es que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sesiona a fines de este mes en Argentina y cada vez tiene más trabajo. No sé cómo va a hacer el gobierno para evitar las críticas, porque el retroceso en las políticas de derechos humanos ya es más que escandaloso.

La Corte igual ya se curó en salud. Antes del fallo de hoy ya había advertido que no cumplirá recomendaciones de la CIDH. Algo así como «yo puedo hacer lo que quiera sin responder a instancias internacionales», lo que debilita el sistema interamericano para la protección de los derechos humanos.

Recién el pasado 24 de marzo, Día de la Memoria, el presidente de Argentina no dio ningún discurso. Tampoco dice nada cuando las Abuelas encuentran a un nuevo nieto.

El mismo 24, la bancada oficialista posó con mensajes miserables. “Nunca más a los negocios con los derechos humanos”, “Nunca más a la interrupción del orden democrático”. Cuánto eufemismo, cuánto miedo a las palabras para no condenar el terrorismo de Estado ni el genocidio, para no llamarlos por su nombre.

El triunfo de Macri envalentonó a los negacionistas de los crímenes de la dictadura. Volvieron a discutir cifras de desaparecidos, a decir que hubo una “guerra sucia” y a promover la “teoría de los dos demonios”.

Al día siguiente de que ganó Macri, el diario La Nación pidió la liberación de los represores. Recibió el repudio de gran parte de su propia redacción, pero el mensaje se sigue repitiendo. Hoy, con el fallo de la Corte, deben estar eufóricos.

Lopérfido dijo que “no hubo 30 mil desaparecidos, se arregló ese número en una mesa cerrada”. Hoy está feliz, en Berlín, con cargo y sueldo a cargo del Estado que lo ampara.

El jefe de la Aduana, Juan José Gómez Centurión, afirmó que “sólo” hubo ocho mil desaparecidos y “22 mil mentiras”

El año pasado Macri me dijo en una entrevista que no impulsaría los juicios de lesa humanidad porque esa es “tarea de la justicia”. Se notó. Los juicios están frenados, los avances son mínimos y hay temor de que muchos queden paralizados por completo.

En ese supuesto afán de división de poderes, el secretario de DH, Claudio Avruj, dijo hace ratito: «Estoy de acuerdo con el 2×1 de la Corte si el fallo está ajustado a la ley». Se le olvida cómo el gobierno impugna y critica los fallos con los que no está de acuerdo.

Macri también me dijo que no le importaba que represores o golpistas hubieran desfilado en los festejos por el Bicentenario de la Independencia. “Yo trato de que la gente acá se exprese con libertad”, se justificó.

En otra entrevista con otra periodista mexicana, Karla Zabludovsky, Macri reconoció que no sabía ni le importaba el número de desaparecidos durante la dictadura. También dijo que había sido una “guerra sucia”, pese a que la justicia determinó que aquí hubo un genocidio, que los represores ejercieron terrorismo de Estado y que sus crímenes son de lesa humanidad, o sea que no prescriben.

Muy indignante, pero sobre todo, muy triste. Se vienen las protestas. Ahí nos vemos.

(*) Corresponsal en Buenos Aires de la agencia Notimex

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