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Deseo y repulsión en una trama intensa, donde el director manchego vuelve con un drama ajustado a su universo. Podría decirse que Almodóvar siempre fue innovador, desde Mujeres al borde de un ataque de nervios hasta Los abrazos rotos, pasando por ¡Átame!, Todo sobre mi madre o Hable con ella, su cine fue creciendo formal y argumentalmente y cada uno de sus nuevos títulos despierta la curiosidad de diferentes tipo de espectador.
La nueva producción de Almodóvar se titula La piel que habito y cuenta con las actuaciones de Antonio Banderas, Elena Anaya y Marisa Paredes. El guión está basado en una novela del francés Thierry Jonquet que describe las vicisitudes en las que se ve envuelto el doctor Ledgard, un cirujano plástico dedicado a experimentar con la creación de una nueva piel. Ledgard está volcado a esta tarea desde que su mujer falleciera en un accidente automovilístico.
Gracias a sus esfuerzos, este científico logra cultivar la piel en su laboratorio a través de los avances de la terapia celular. Esta nueva piel es sensible a las caricias, aunque es resistente a todo tipo de agresiones externas e internas.
Para poner en práctica su creación, Ledgard necesita alguien con quien experimentar. El cirujano está dispuesto a todo para que la ciencia siga avanzando, sin que haya barrera legal o moral que pueda detenerlo. Su rata de laboratorio será Vera, una joven a la que tiene cautiva en su mansión con la ayuda de la mujer que lo cuidó desde niño, Marilia. Antes de su estreno europeo, el director señaló que la película cuenta la historia de “caminos sin retornos”.
Luego de más de veinte años, Almodóvar vuelve a trabajar con Antonio Banderas en un film con una compleja trama enraizada en la perversión interna de sus personajes y las relaciones de deseo y repulsión entre ellos.
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