La patria de la infancia se filtra a borbotones, suele ser algo inevitable. Lo vivido, lo acontecido, lo narrado, el bello relato en medio de una anhelada (o quizás odiada) siesta pueblerina, las historias de rasgos inverosímiles pero contadas con la simpleza de un mate, siempre están volviendo. Algo de eso pasa con el teatro que producen por estos días las hermanas Paula y María Marull, oriundas de Rosario pero radicadas en Buenos Aires hace poco más de veinte años. Ambas, afianzadas en un recorrido elegido en el campo del teatro independiente, parecieran haber devuelto a la cartelera porteña la cuota de simpleza con algo de emoción que le estaba faltando. Prueba de eso es La Pilarcita, el entrañable espectáculo con dramaturgia y dirección de María Marull, y las actuaciones de Pilar Boyle, Juan Grandinetti, Mercedes Moltedo y Luz Palazón, que esta noche ofrecerá dos funciones en Rosario, a las 21 y 22.30, en la Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza), en el marco de un recorrido por diferentes escenarios argentinos que propone el Circuito Nacional de Teatro que lleva adelante por estos días el Instituto Nacional del Teatro (INT), y que en la ciudad se agrupa dentro del proyecto provincial Escena Veintedieciséis.
Celina y Celeste son dos amigas y las caras visibles de una singular casa-hotel de un pueblo en el Litoral que se prepara para los festejos de Carnaval. Allí llega Selva, que viene desde la ciudad trayendo a Horacio. Busca una especie de salvación sobrenatural que podría ofrecerle una niña santa, milagrosa, La Pilarcita, muerta de una manera trágica. Es un patio, hace mucho calor, todo está teñido de una serie de sueños y deseos incumplidos que se funden en la bruma pueblerina al ritmo de bellas canciones. “Algunos encuentros pueden ser tan poderosos como los desencuentros y algunas llegadas tan reveladoras como las partidas. El milagro está cerca, porque incluso si no llegara mágicamente siempre hay alguien dispuesto a fabricarlo. Algunos creen que permanece de forma inesperada. Otros lo construyen día a día, casi de manera artesanal”, adelanta el bello texto de presentación de la obra que se vale de los recursos del realismo naturalista argentino más clásico, con atisbos de un realismo mágico que se cocina a fuego lento, merced a la bella puesta con vestuario de Jam Monti, diseño de espacio de Alicia Leloutre y José Escobar, y música de Julián Kartun, con letras de canciones de María Marull.
“La Pilarcita es un texto mío, escrito con la supervisión de Mauricio Kartun en el marco de la carrera de Dramaturgia de la Emad (Escuela Metropolitana de Arte Dramático), que trabaja esta temática del tránsito de la ciudad al pueblo y del pueblo a la ciudad, pero sin idealizar ninguno de los dos lugares, porque cada uno tiene sus contradicciones. El material habla de esta dicotomía y, si bien es una obra que en Buenos Aires funciona muy bien, en el interior, tiene un plus porque la gente se identifica claramente con estos personajes”, adelantó María Marull acerca de este singular trabajo que sigue en cartel en la cartelera porteña a un año de su estreno con cuatro funciones semanales siempre a sala llena, que pasó por el Festival de Rafaela y la Fiesta Nacional del Teatro y que viene de recorrer provincias como Mendoza, Tucumán o Santiago del Estero.
La fuerza de un vínculo
La actriz y directora analizó algunas cuestiones relacionadas con el vínculo entre Celina y Celeste, donde quizás se filtre algo de la relación de hermana melliza que la une a su hermana Paula, del mismo modo que en el personaje de Selva se reflejan las contradicciones de ese fantasma al que se teme (la “selva de cemento”) y se desea al mismo tiempo que suele ser la gran ciudad vista con ojos de pueblo. “Con las obras me pasa que las escribo y después empiezan a visibilizarse cosas personales en el material, sobre todo cuando uno recibe devoluciones; creo que, inconscientemente, lo vivido, lo que pensamos, lo que anhelamos, aparece. Celina y Celeste son dos amigas de pueblo, de esos vínculos que se arrastran desde el colegio, que están creciendo y entrando en esa etapa en la que se empieza a hacer visible una posible separación. Pero es cierto que en mis obras siempre hay dos personajes que dialogan mucho y que tienen una conexión particular, quizás por fuera de lo cotidiano. De hecho, cuando me preguntan por mi infancia, me cuesta hablar individualmente, siempre aparece el plural porque siempre fue compartida con mi hermana, todos mis recuerdos son compartidos con ella. Todo eso aparece en mis textos: esos juegos o mundos de la infancia que se arman de a dos y que hasta se vuelven herméticos, porque el adulto no logra entrar allí o lo ve todo un poco desde afuera”, dijo Marull.
“Todo eso aparece porque está en mi historia. Y en Selva está, frente a estas dos chicas, la posibilidad de la gran ciudad que se encarna en ella. Es una mujer que viene a buscar una esperanza y, en lo personal, creo que es el personaje que transita la liberación, que es otro de los temas de los que habla la obra”, analizó la directora que, al cierre de esta edición, se preparaba para la entrega de los premios de la Asociación de Cronistas del Espectáculo (ACE), donde La Pilarcita aparecía nominada, entre otros rubros, como mejor obra argentina y mejor director de teatro alternativo.
Poética propia
La instancia de un realismo casi mágico que tiene como objetivo contar historias alejadas del “teatro de living” que impregna la cartelera porteña actual es una marca de la producción teatral de las hermanas Marull. Al respecto, María analizó: “Me gusta tener presente una frase que Kartun suele reiterar en sus clases, que sostiene que «uno es el poeta que puede y no el poeta que quiere». Escribo lo que me sale, pero claramente lo que escribo forma parte de mi recorrido: el hecho de venir de Rosario a Buenos Aires, de que mi papá vivió mucho tiempo en un pueblito de Corrientes del que también me siento parte, hace que mi relato busque en esos interiores; tengo internalizadas esas realidades, el folclore, el pueblo con sus tiempos y sus fiestas populares y, en paralelo, la vorágine cotidiana que vivo desde hace años en Buenos Aires. El resultado de mis obras es ese recorrido por mi imaginario; en mí convive todo eso”.
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