Desde el año y medio que Luciana Vallarella trabaja como fiscal en la Unidad de Violencia de Género recibe cerca de 90 denuncias por día. Las hacen mujeres que buscan ayuda en el Estado porque sus parejas las golpearon, amenazaron o insultaron. Un tercio son derivadas a otras áreas. El resto siguen su curso en la justicia penal. Para Vallarella el movimiento de mujeres ayudó a dejar de naturalizar la violencia y que muchas víctimas se animen a denunciar. También influyó en las juezas y jueces que empezaron a creerle a las mujeres y a tratar los casos con perspectiva de género. Para la fiscal, la Justicia es un espacio de militancia feminista para que cada víctima reciba una respuesta y terminar con las violencias machistas.
-Reciben cerca de 90 denuncias por día, ¿Cómo evalúan ese número?
-Es un gran número, pero hay muchas que no son penales. Las mujeres se acercan a la comisaría como el primer lugar de referencia del Estado para pedir intervención. El día que las recibimos, las contactamos y tratamos de hacer alguna derivación para darles una respuesta.
-¿El número varió?
-Hace un año y medio que estoy y desde entonces el número es estable. No creo que tenga que ver con un aumento en los hechos, sino con una mayor voluntad de las mujeres en denunciar. El tema está en la agenda pública y ahora saben que pueden hacer la denuncia.
-¿El movimiento de mujeres ayudó a incrementar las denuncias?
-El movimiento de mujeres hizo notar que son hechos que merecen sanción y que no son naturales. Algunas cuestiones que la sociedad había naturalizado, se convirtieron en hechos que no pensaríamos en dejarlos pasar. En ese sentido contribuyó la movilización, sobre todo de las jóvenes, para marcarlos como una conducta injusta y para que las mujeres se animen a denunciarlos. También para que sepan que desde la Justicia las podemos ayudar y dar una respuesta.
-¿Qué tipos de denuncias reciben?
-Tenemos una competencia residual. No atendemos los casos de abuso sexual porque van a la Unidad de Delitos contra la Integridad Sexual. Y no tenemos los femicidios que van a la Unidad de Homicidios. Nos quedan las tentativas de femicidios, las lesiones agravadas por contexto de género, daños, desobediencia, violación de domicilio, amenazas coactivas o con arma.
-¿Cómo proceden con esos casos?
-Para decidir las detenciones tenemos que cumplir los requisitos que establece el Código Procesal Penal. Trabajamos con delitos que suponen una escala penal reducida. En los casos de mayor gravedad o cuando hay presencia de armas o acumulación de hechos activamos allanamientos y detenciones. Hay otros hechos que se pueden abordar de otra manera. Podemos imputar al agresor en libertad y buscar una medida alternativa.
-¿Cómo trabajan con las situaciones que reciben?
-Las denuncias llegan primero a la Unidad de Flagrancia y son derivadas. El mismo día contactamos a la víctima por teléfono o la citamos para una entrevista. Lo primero que le preguntamos es qué es lo que buscan haciendo la denuncia, qué necesitan y qué quieren que suceda. Las escuchamos. Muchas se retractan y nos piden que no hagamos nada. Evaluamos el riesgo y le hacemos saber que pueden volver a llamarnos. Si quieren avanzar con la investigación, buscamos qué elementos nos puede aportar para que podamos probar el hecho. Cuando lo conseguimos, imputamos al agresor en libertad o pedimos la detención y lo acusamos con prisión preventiva o alguna medida alternativa. Tratamos de que tenga algún sentido en relación a la problemática, por ejemplo, que asista al dispositivo de hombres violentos de la Municipalidad de Rosario o que haga un tratamiento de drogas. El objetivo es que tenga relación con el caso para buscar algún efecto en la vida de las personas.
-¿Es frecuente la retractación?
-Son muchas las mujeres que se retractan. Lo hacen cada vez más rápido. Entiendo que tiene que ver con que muchas dependen económicamente de los maridos, tienen hijos y lo que decidamos va a modificar el grupo familiar. Hay situaciones donde las mujeres viven en el mismo terreno que los suegros y a partir de la denuncia el lugar se convierte en un territorio hostil. A muchas les cuesta cortar el vínculo con esa persona. Cuando consideramos que la vida de la víctima no está en riesgo o que es el único hecho no avanzamos para evitar revictimizarlas. Cuando el hecho es de gravedad o hay una víctima en riesgo avanzamos aunque la mujer se haya retractado. Es un problema porque esa víctima deja de tenernos como lugar de referencia. No nos responde a las citaciones y puede complicar la investigación porque tenemos que ver cuánta prueba conseguimos sin contar con el relato de ella. En los casos de violencia de género la prueba fundamental es el testimonio de la mujer.
-¿Hay perspectiva de género en la Justicia?
-La perspectiva en los jueces cambió desde hace unos años. Antes estos hechos directamente no se investigaban. Ahora hay un avance con jueces y juezas que dan resoluciones y fundamentaciones interesantes. Tenemos hechos con escalas penales muy bajas y decimos que nunca van a reflejar el sufrimiento de las mujeres. Los jueces tomaron el planteo y los repiten en las audiencias para tener en cuenta cuál será la pena para el agresor y la medida cautelar que se tome durante la investigación. Aunque el código establezca que la prisión preventiva sea para una pena efectiva, es decir a partir de los 3 años, entienden que el hecho es tan grave que resuelven que la pena sea efectiva y le dan al agresor prisión preventiva. Es un avance y nos sirve para llevarlo otras audiencias. Falta mucha formación de todos los operadores del sistema penal. No hay en la Facultad de Derecho materias específicas de género ni está atravesada la perspectiva en otras materias. Es una obligación que tenemos por haber ratificado la Cedaw, que es un tratado con jerarquía internacional. Desde la facultad estos contenidos tendrían que poder integrarse a la currícula para generar futuros operadores del sistema general que tengan esta perspectiva, porque sino genera una situación de injusticia y obstáculos para las mujeres.
-¿Cuándo nació tu interés por trabajar estos temas?
-Desde que me recibí trabajé en lo público. Antes de entrar al Ministerio Público de la Acusación trabajaba en el Centro de Asistencia Judicial (CAJ) con casos de víctimas de delitos. En mi oficina trabajábamos casos de género. Cuando ingresé al MPA fui secretaria de Gestión en la unidad de Cañada de Gómez. Cuando concursé el cargo de fiscal pedí trabajar en la oficina de Violencia de Género porque es un tema que me interesa y donde me siento cómoda. Entiendo que es importante cuando pido que detengan a un hombre que agredió a su pareja. Veo mi trabajo como una especie de militancia feminista. Me considero feminista y trato de hacer la vida un poco más vivible para algunas mujeres.