Desde Trelew
Fernando Caviglia atraviesa el frente del penal de Rawson con una lentitud parecida a la templanza. Busca absorber cada minuto, cada instante en el lugar. Observa cada detalle con mirada atenta. En sus ojos se ve el brillo de la primera vez: el no conoce esas puertas. Nunca las había visto en su vida, pero las paredes que las resguardan son muy conocidas: Fernando pasó dos años y medio de su vida dentro de una de las celdas de la cárcel. El hombre es un ex detenido de la Unidad Penal nº 6.
En 1978, Caviglia militaba en la Juventud Peronista, y ya hacía sus primeras armas con la organización Montoneros, lo cual le valió la persecución y detención en su Paraná natal. Detenido allí, fue trasladado a Devoto y después a Rawson. Los represores lo ingresaron con los ojos vendados y una capucha puesta, acto que repitieron al devolverlo a Paraná en 1981 para ser juzgado por la corte marcial, proceso que finalmente se anuló. Caviglia es el actual secretario de Industria y Comercio de la provincia de Entre Ríos y fue uno de los expresos políticos que en la tarde del sábado entraron a la cárcel de donde se fugaron los militantes de Trelew.
Los familiares de las víctimas de la Masacre de Trelew entraron a recorrer la Unidad Penal 6 de Rawson, acompañados de expresos políticos que fueron privados de su libertad en la misma cárcel de la cual los militantes revolucionarios escaparon el 15 de agosto de 1972. Pasando de a grupos de cuatro por el ala de visitas, cientos de personas vinculadas de alguna manera o de otra con la historia de los militantes presos que se escaparon del penal de máxima seguridad.
Más de 300 ex detenidos presos políticos ingresaron junto con los familiares. Mientras ingresaron, de a poco sus cuerpos se estremecen: la conmoción es transversal a todos. Manos que se llevan al cuello, que revuelven sus propios cabellos, ojos que registran cada rincón de la entrada, del patio delantero, de la puerta de ingreso al penal.
En la puerta del penal, el secretario nacional de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Conti acompaña la inauguración de una placa que conmemora el trabajo de los abogados que defendieron a los presos políticos de la época de la Masacre de Trelew.
Tras una muy problemática organización, tanto la prensa como los familiares de víctimas de la Masacre y expresos logran ingresar al complejo penitenciario para comenzar a formar ante la puerta de visitas para ingresar a la cárcel.
Tras las rejas
Raquel Camps, los hermanos Haidar y Hernán Bonet fuman bajo el rayo del sol mientras hacen la fila, larga fila, para entrar al lugar de donde sus padres lograron irse tras una muy elaborada planificación de fuga: Mario Alberto Camps era militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Ricardo René Haidar en cambio participaba de la organización Montoneros y Rubén Bonet era integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
El penal actualmente sigue funcionando y alberga personas que son condenadas a prisión. Las paredes del pabellón al cual este medio pudo acceder están en buen estado, recientemente pintadas. Los pisos están limpios y las puertas de las celdas, adustas, de chapa doble y con apenas unos agujeros en la parte superior para poder oxigenar el cubículo. Por dentro, una prolija cama va de pared a pared. A un metro por encima de ella, hay una estantería donde el interno guarda de manera ordenada sus sábanas, con la misma metodología que sus zapatillas debajo de un pequeño escritorio que se ubica contra la pared opuesta. Encima de la mesa, las únicas posesiones del preso: las fotos de su familia y una Biblia.
Caviglia recuerda que en los pasillos había chimeneas con las cuales se calentaban las manos y el cuerpo durante los recreos de dos horas que les daban los guardiacárceles. Esas estufas ya no existen: las cambiaron por estufas a gas, explica María Laura Garrigós, la interventora del Servicio Penitenciario Nacional, quien acompañó al recorrido de la cárcel. Tras ella, el viceministro de Justicia de la Nación, Juan Martín Mena, camina el pasillo central del penal conversando con el director de la institución penitenciaria, observando el estado de las instalaciones, escuchando atento la historia del lugar.
Andrés Pavón, de la Asociación de Familiares, Detenidos y Liberados, organismo bonaerense de relevamiento de las condiciones de reclusos, no está nada contento tras la visita. “Algunos de los pibes del pabellón tienen de todo, pero otros no tienen ni una manta. Algo pasa ahí” comenta suspicaz Andrés Pavón, de la Asociación de Familiares, Detenidos y Liberados, organismo bonaerense de relevamiento de las condiciones de reclusos: “Además, todo recién pintado, todo demasiado prolijo. Parece una escena armada”.
Salir por la puerta
Manuel Quieto es sobrino del dirigente de las FAR Roberto Quieto, aunque es más conocido por ser el cantante de La Mancha de Rolando. El músico integra el primer grupo de visitantes que sale de la histórica prisión, muy conmocionado: “Lo que estoy viviendo son emociones indescriptibles”. Si bien agrega que no es la primera cárcel a la que ingresa, “es muy fuerte la sensación”.
Una de las visitantes más jóvenes es Clarisa Lea Place: comparte nombre son su tía, quien dejó la prisión 50 años antes un 15 de agosto de 1972 junto con otros 24 compañeros y compañeras, aunque no logró subirse al avión que habría culminado con la inmensa hazaña de los militantes. Su sobrina, que roza los 30 años, advierte que es la segunda vez que llega a Trelew en el marco de las conmemoraciones de su tía y sus compañeros: “Vine a Trelew cuando se cumplieron 40 años, y la situación en ese momento me sobrepasó: dicen que me parezco mucho a mi tía, tengo el mismo nombre. Quienes la conocieron me hablaban como si yo fuera un fantasma de ella”, cuenta la joven. En este viaje, ella advierte que está llenando los huecos de la historia de la otra Clarisa.
En la medida que recuperan sus documentos, retenidos al momento del ingreso, y vuelven a pisar la calle, la tensión retenida hasta ese momento se derrumba: “A mí no me agarran más, salgamos de una vez”, exclamó uno de los ex presos políticos mientras salía de la institución penitenciaria. Abrazos, risas y sollozos engalanan el aire de una jornada cargada del legado de los 25 guerrilleros que lograron salir de su prisión a esfuerzo de ingenio y voluntad: “No es nada personal, pero espero no verlos nunca más en lo que me queda de vida”, se despide uno de los ex presos.