El ambicioso proyecto nacional de industrialización del litio, mineral que abunda en la Puna, se propone avanzar desde las actividades meramente extractivas hacia la fabricación de baterías para computadoras, celulares y vehículos. Pero en todo ese proceso productivo existe un paso fundamental: la purificación. Tal como lo han denominado los científicos que llevan adelante esta iniciativa, la idea consiste en controlar el proceso completo que va “desde el salar a la batería”. Y para ello, primero se necesita extraer el litio y luego precipitarlo hasta que obtenga el nivel de pureza adecuado para formar parte de una batería.
Daniel Barraco, coordinador de los distintos equipos de investigación y desarrollo –participan las universidades nacionales de Córdoba, La Plata y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)– que conforman el plan para industrializar el litio argentino, comenzó por explicar a la agencia Télam que el proceso de purificación “es caro”, pero hacerlo le aportaría al país un importante rédito económico: mientras que la materia prima (salmuera de litio y agua) cuesta unos 300 dólares la tonelada, el carbonato de litio llevado a una pureza del 99 por ciento sale 6 mil dólares la tonelada; es decir, 20 veces más. “Y si pudiéramos producir litio metálico, sale 6 mil dólares el kilogramo”, precisó Barraco, aunque explicó que hacer baterías con este elemento es aún muy complicado.
¿Cómo es el proceso? La obtención de litio implica la perforación del salar y la extracción de una salmuera –una mezcla de sal con agua y diversos minerales– cuya composición varía de acuerdo a las características del salar. Al líquido obtenido se lo debe dejar secar y se le realiza diversos procesos de precipitación química para que la sal se separe del carbonato de litio. “Para hacer esos procesos químicos no se necesita ninguna sustancia rara. Por eso, no es un procedimiento contaminante”, aclaró Barraco.
El investigador cordobés también indicó que para llegar a la pureza requerida para fabricar una batería –carbonato de litio al 99 por ciento–, la precipitación debe repetirse varias veces: “Se hace una vez el proceso y al resultado se le hace otra vez el mismo el proceso y así sucesivamente, hasta que se obtiene el nivel de pureza adecuado. Es el mismo procedimiento que se hace cuando se quiere purificar alcohol y se le va a sacando el agua por columnas destiladoras”.
Si bien Barraco aclaró que la purificación no es contaminante, sí aceptó que se necesita agua para realizarlo, un recurso que no abunda en la Puna argentina: “Nuestra idea para generar el menor problema ambiental posible es, por un lado, extraer la salmuera, purificar y volver a inyectar lo que queda nuevamente al salar. Y, por otro lado, intentar usar la menor cantidad de agua posible. Actualmente, estamos tratando de diseñar un proceso de purificación en el que se use muy poca agua”. Esto se podría lograr utilizando la misma agua que hay en el salar, o bien, tomarla de algún río, utilizarla para la purificación y reprocesarla para volverla a usar.
“Por eso, queremos crear un proceso de purificación propio para no depender de los métodos que nos traigan los extranjeros”, enfatizó Barraco.
Como el proceso de purificación se hace en el mismo salar, será necesario instalar plantas industriales purificadoras en las provincias productoras de litio: Catamarca, Jujuy y Salta. Según Barraco, además de desarrollar todo el proceso allí, las plantas funcionarán como “plantas testigos”, ya que serán capaces de controlar el valor real de lo que cuesta purificar el litio y tener un patrón de medida para saber las ganancias que tendrían las empresas privadas que se instalen en la zona. Así, el Estado podrá cobrar las regalías y los impuestos que correspondan.
Estas plantas –que según Barraco serán de capitales mixtos– también cumplirán un control ambiental importante. “Tener nuestra propia planta nos va a obligar a pensar soluciones que tienen que ver con el medio ambiente”, expresó, refiriéndose tanto al desarrollo de un proceso de purificación “limpio” que utilice poca agua, como a los posteriores procesos de remediación.
“A una empresa extranjera lo único que le va a importar es extraer las sales e importarlas a 300 dólares la tonelada. Pero nosotros lo que queremos es poder mostrarles a esas empresas cómo hacer los procesos. No les vamos a dejar sacar la sal sola. Van a tener que purificarla como mínimo. Y además, les vamos a mostrar cómo se realizan los procesos de remediación, que se supone que nosotros ya los vamos a tener estudiados con nuestra planta, porque queremos cuidar el medio ambiente”, enfatizó.