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Conmovedor relato de la rosarina que sobrevivió al naufragio

Por: Bárbara Wagner/Gina Verona Muzzio. Laura B. viajaba en el Costa Concordia cuando el barco encalló, vivió momentos de desesperación y logró ser rescatada en uno de los botes. “Era la primera vez que viajaba en crucero, las vacaciones que esperé todo el año. Quizás vuelva a subirme a uno, pero no tan pronto, me trae recuerdos muy dolorosos”, contó Laura B. a elciudadanoweb.com.

“Estábamos cenando en la popa. En la mesa éramos seis, el restaurante estaba lleno y esperábamos el primer plato, lo recuerdo bien porque estaba muerta de hambre y lo único que hacía era pensar en la comida. Estábamos hablando de Roma, que había sido nuestra excursión del día y de lo cansados que estábamos. Alrededor de las 21.45 escuchamos un ruido muy fuerte, pensé que se habían parado los motores. De repente se ladeó el barco hacia mi izquierda y volaron los platos. Todos comenzamos a gritar, fue horrible”, relató Laura B. a elciudadanoweb.com. La joven rosarina viajaba en el crucero Costa Concordia que encalló el viernes en las costas italianas y dejó, hasta el momento, once víctimas fatales.

Laura nunca había viajado en crucero y se embarcó junto a dos amigas, oriundas de Mar del Plata y de Mendoza, en unas vacaciones soñadas, que terminaron siendo pesadilla. Vivió toda su vida en Rosario, pero hace cuatro años que reside en Málaga. “Eran las vacaciones que esperé todo el año. Creo que volvería a tomar un crucero, pero no pronto porque me trae recuerdos muy dolorosos”, reflexionó.

La rosarina recordó el momento en que el crucero chocó las rocas de la costa italiana de Toscana: “La gente empezó a correr, algunos nos quedamos sentados, uno de los chicos que estaba enfrente de nosotras se puso pálido. En algún momento se cortó la luz, quedamos a oscuras, lejos de la salida y escuchando gritos desesperados”.

Rápidamente y tomadas de la mano para no perderse entre la multitud, Laura y sus amigas lograron acercarse a la salida, donde se pusieron los chalecos salvavidas. La incertidumbre corría entre los pasajeros. “De un momento a otro, comenzaron a escucharse pitidos. Cuando sonó el séptimo, el capitán ordenó que nos dirigiéramos hacia los botes y formáramos fila. Dejamos que las familias embarcaran primero y después empujábamos todos para adelante, para subir. Gracias a dios me fui en bote, fuimos uno de los primeros botes en tocar tierra. Tardamos poco más de una hora en dejar el barco después del accidente”, relató la sobreviviente. “El momento más feo fue cuando teníamos que subir al bote de rescate. Era pánico lo que sentía, nos mirábamos con mis amigas y no sabíamos qué decir. Fue horrible, lo peor se hacía realidad, el Costa Concordia (crucero) se hundía”, agregó.

Laura destacó que ella y sus compañeras de viaje fueron afortunadas en dejar el barco prontamente, pero que hubo pasajeros que vivieron “escenas del Titanic, camareros rescatando gente, personas con sangre en su ropa”.

Por otra parte, la joven se refirió al accionar de la tripulación y destacó la ayuda recibida de “unos pocos tripulantes de los mil y pico que eran; tal vez ni siquiera estaban entrenados para prestarnos ayuda y lo hicieron”. Sin embargo, aclaró que el crucero “Costa Concordia está representado por el capitán y compañía, ellos no estaban y los que estaban no daban explicaciones ni direcciones. Lo principal que tenían que hacer era prestarnos socorro esa noche, que fue la más larga de mi vida, y no lo hicieron, no dieron la cara. Tampoco me pareció bien es que los médicos del barco, los únicos médicos que había, hayan salido en los botes y no hayan estado con la gente en el crucero”.

Los pasajeros que llegaron a las costas de la isla italiana de Giglio, fueron recibidos cálidamente por sus habitantes. “La gente de la isla nos abrió literalmente las puertas de sus casas, de sus colegios, de sus farmacias. Nos daban de beber, nos daban sus abrigos. La empresa responsable del Costa Concordia no abrió la boca, los de Giglio nos cuidaron”, agradeció la mujer.

Luego, los sobrevivientes fueron trasladados a Citavecchia, ciudad desde donde había partido, y alojados en un hotel. Más tarde, cada uno se dirigió a su hogar. “Nos llamaron para preguntarnos si ya estamos en casa y si necesitábamos ayuda psicológica. Están paliando los daños abriendo el paraguas, no lo sé. Estoy enojada, con mucha bronca y dolor y me da muchísima pena los que se han quedado ahí. Creo que todos nos sentimos igual, enfurecidos”, concluyó Laura.

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