Search

“La rota madre que te parió”: el dolor de volver al pasado caminando por el filoso borde del laberinto de los vínculos

Gustavo Guirado dirige un trío notable, integrado por las actrices Claudia Schujman, Natalia Álvarez Dean y Anahí González Gras, en una propuesta en la que el teatro revisa las contradicciones de la maternidad y también se revisa a sí mismo, a través de la provocación y el riesgo

Miguel Passarini

Los despojos de una madre que regresa, los despojos de sus hijas que se quedaron solas, los despojos de una familia que se vuelven un eco de los despojos de un país y de un mundo que se extinguen, se exhiben sin remilgos, sin corrección política, con desparpajo, con insolencia, con ese saludable vigor que supone el buen teatro cuando se desatan la provocación y el riesgo sin medir las consecuencias.

Con La rota madre que te parió, una de las obras ganadoras de Espacio Santafesino 2024, el talentoso creador rosarino Gustavo Guirado vuelve a subir varios escalones en su producción artística después de muchos años de una carrera en la dirección (también es actor, autor y docente) que lo posicionan como uno de los referentes más notables de su generación, de proyección nacional.

Lo que propone, como ya lo hizo entre más con su recordada versión de Medea, con Carne de juguete (sobre lo que dejó la Guerra de Malvinas) e incluso con su versión de Fausto a la que llamó Fausto, o la pasión según Margarita, donde transitó por las lógicas del deseo y la tragedia de los cuerpos a través del paso del tiempo (una búsqueda que prevalece en todo su recorrido), es nuevamente un material incómodo, inquietante, poético, delirante, bellamente pensado, escrito y actuado.

Y lo hace desde cuerpos y las ideas que responden a una dramaturgia en la que la maternidad, planteada como dice Guirado, “a contramano del sistema patriarcal capitalista”, juega su juego e impone, extrañamente, una mirada feminista de ese vínculo donde el amor y el dolor intentan todo el tiempo convivir, y donde los hombres (Oscar, el padre, los amantes) están ausentes y sin retorno más allá de una voz que irrumpe pero no deja de ser apenas un recuerdo.

La protagonista de La rota madre que te parió, en el cuerpo y en el imaginario que habitualmente despliega la enorme Claudia Schujman, es una actriz de trayectoria, una actriz de un recorrido nacional, una “trágica” como se las solía llamar. Es, al mismo tiempo que una artista que hace alarde de su propio viaje escénico que encierra en un baúl donde habitan todos sus recuerdos, una mujer que priorizó su deseo y eso la corrió de los lugares que la sociedad supone que deben ocupar las madres y, antes de la maternidad, las mujeres.

Una tragedia personal tiñe sus últimos días y la madre llega a la casa de su hija mayor, Hilda, interpretada por Natalia Álvarez Dean, con la decisión erróneamente tomada de intentar recuperar al menos en parte el tiempo perdido, casi sin notar que ese pasado encierra todo lo que no quiso ni quiere ver, literal y metafóricamente, y eso incluye a su otra hija, Aida, interpretada por Anahí González Gras, visiblemente deteriorada por una enfermedad neurológica degenerativa que la mantiene casi sin movimiento.

En ese viaje de emociones fuertes donde deseo e incomunicación van a la par, que Guirado dosifica con un humor que le es propio y que fue encontrando dentro mismo de la tragedia con el paso del tiempo, aparece el teatro dentro y fuera de esa mirada: la madre que llega tras la muerte de su última pareja trae consigo un puñado de objetos que se vuelven cómplices de una oda mágica donde conviven, entre otros, de Shakespeare a Lorca y su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, aunque todo por momentos remita más una versión bizarra de La casa de Bernarda Alba y su “mar de luto” cuidadosamente iluminado sobre un fulgurante tapete rojo.

Ser y no ser esa madre inalcanzable que las hijas intentan imitar, en un juego irónico donde pareciera instalarse la pregunta basal de Hamlet, aunque esa madre “desalmada” recuerde más a la Lady Macbeth que no tuvo o abandonó a sus hijos, abre a un mundo donde la contradicción, las sucesivas fallas, las ausencias y los duelos se ponen a flor de piel a través del trabajo de tres actrices verdaderamente notables cuyos personajes habitan en un mundo donde, lejos del presente, aún reina lo analógico.

En ese sentido, si bien Claudia Schujman aparece en un primer plano no sólo en esta propuesta sino en la escena local desde hace muchos años, por su presencia siempre vibrante y perturbadora, hay aquí otras dos actrices igualmente estupendas que consolidan un tándem pocas veces visto en las escénicas locales, donde prevalecen el equilibrio y una forma de actuación que pareciera coquetear por momentos con las mieles del melodrama.

Pero todo eso parte de un trabajo de Guirado que, quizás más que nunca, puso atención en los detalles más allá del texto que las atraviesa, dejando en un primer plano pequeñas gestualidades, pequeños movimientos que se repiten e incluso pequeños objetos que juegan con la incertidumbre y el horror de algo que está allí agazapado y que puede dar paso a la tragedia de un momento para otro, porque es así como se respira.

También, como correlato, hay un trabajo bello y poético con los objetos a partir del diseño de arte y vestuario de Javier Palomino que entre luces y sombras se acerca al barroco en un sentido plástico, a lo que se suma el valioso asesoramiento corporal de Romina Brucellaria (en particular con el complejísimo trabajo que asume Anahí González Gras) y, entre más, el entrenamiento vocal de Angie Cámpora.

La propuesta abre un interrogante aún más interesante al plantear que el teatro, esa configuración de un supuesto canon de ficción o “falsedad bien ensayada” que tiene cada vez más un rango de verdad irrevocable porque de otro modo está destinado a desaparecer, puede ser una salvación, un escape, y que esas otras vidas habitables en un mismo cuerpo pueden saldar dolores, pesares, subrogar momentos donde, al menos por un breve lapso de tiempo, el dolor se vuelva nostalgia e incluso la tragedia se transforme en comedia.

Es ese viaje impronunciable del día hacia la noche, plagado de fugas, sentidos y bajadas de línea, en el que estos personajes se chocan con el sueño y el delirio, donde lo imposible también puede pasar. Musicalizado por “Cry Baby” en versión de Janis Joplin que trae a la escena como una epifanía su depresión maníaca, el absurdo de la vida hace que comienzo y final se junten inexorablemente, y es allí donde quedan latiendo en la platea un puñado de preguntas dolorosas, rancias como esa congoja que lo habita todo en el trazo más grueso de La rota madre…, como esa incertidumbre que deja una carta que quizás nunca se envió ni se enviará, como el deseo que aterra y deja todo quieto, paralizado.

Para agendar

La rota madre que te parió se presenta este sábado, a partir de las 21, en la sala El Rayo (Salta 2991). Las entradas anticipadas, con descuento, se pueden reservar sólo por WhatsApp al +549-341 5842730. IG: @larotamadre