Distintas ciudades del país volvieron a vivir jornadas de furia en la última semana y los interrogantes sobre las causas del nuevo desborde se acumulan, en momentos en que la situación del país dista de ser la del estallido social de 2001.
Los niveles de pobreza y marginalidad siguen siendo significativos en la Argentina, pero quedaron muy amortiguados por algunas políticas sociales implementadas en el ciclo kirchnerista de gobierno, en medio de la expansión económica.
Se destacan la Asignación Universal por Hijo, que según datos oficiales reciben tres millones de personas, la incorporación de jubilados al sistema previsional –2,5 millones de adultos mayores– y la reducción del desempleo.
Por otra parte, la inflación es un problema serio actualmente pero no está “espiralizada” como en 1989, cuando los saqueos irrumpieron en la historia argentina y precipitaron la salida del poder de Raúl Alfonsín con seis meses de anticipación.
Sin embargo, la violencia se repite. Las imágenes de saqueadores de supermercados de estos días fueron muy similares a las de 1989 y 2001. ¿Por qué? ¿Cuánto influyeron las urgencias, la agitación y la repetición de conductas en estos nuevos saqueos? ¿Buscaban robar o tenían fines políticos? ¿Falló la prevención?
Hipótesis
El gobierno atribuyó el desbande a organizaciones que buscan desestabilizarlo y apuntó directamente contra el sindicalismo opositor que encabezan Hugo Moyano, Pablo Micheli y Luis Barrionuevo. Todos ellos lo negaron.
Si bien la acusación directa sobre Moyano y compañía debería comprobarse, lo cierto es que el diagnóstico de la agitación fue compartido por la mayoría de los gobernantes de zonas afectadas por los saqueos, incluso de distinto signo político.
El intendente de San Fernando, Luis Andreotti, –cercano a su par de Tigre, Sergio Massa– o el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, coincidieron en que se trató de hechos organizados con gente que se desplazaba en autos, motos e intercomunicadores.
En ese marco, el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y el presidente de la Pastoral Social, Jorge Lozano, también hablaron de «incidentes instigados» para alterar la paz social.
Posiblemente la política haya metido la cola en el preámbulo de un año electoral agitado y se haya valido de organizaciones delictivas que aprovecharon la oportunidad. Pero no fueron los únicos factores que incidieron.
Antecedentes
Entre los principales episodios de saqueo registrados en el mundo en los últimos años, aparecen los que sobrevinieron a desastres naturales como los terremotos de Haití y Concepción en Chile. En esos casos, una emergencia cambió los patrones de conductas sociales incorporados a la rutina.
El año pasado hubo graves saqueos tras la muerte de un hombre negro en un tiroteo con la policía en Londres. Según analistas, los disturbios tuvieron que ver más con el consumismo que con el malestar político, porque lo que se robaban los manifestantes eran objetos suntuosos y no alimentos.
Este último factor es un emergente de la desigualdad de las sociedades más que de la pobreza y seguramente influyó en estos episodios en la Argentina donde los desequilibrios todavía están más marcados que en Europa y lo primero que se llevaban en Rosario o San Fernando eran plasmas, ropa o calzado.
Pero también da la sensación de que la Argentina desarrolló una propia costumbre del saqueo a partir de su historia, lo que indica que ya no hacen falta condiciones sociales extremas para un estallido, sino simplemente encender una chispa. Y en diciembre.
Hace dos años ocurrió con las tomas de tierras en la Capital Federal y el conurbano y el incendio de estaciones. Hace unos días, hinchas de Boca provocaron hechos vandálicos y saqueos en medio de un festejo, el mismo día en que las protestas por el fallo del caso Marita Verón también terminaron en incidentes.
Lo que está claro es que rápidamente se genera una sensación de anomia en los términos de Emile Durkheim, por la cual los sujetos actúan sin observancia de las pautas mínimas establecidas por el control social y propenden al delito.
El peligro argentino es que se incurra en la rutina del desborde, con el agravante de una sociedad que tiende a repetir conductas a lo ancho de su estructura social. No ocurre sólo con la marginalidad y el saqueo, sino con la clase media y la compra compulsiva de dólares frente a cualquier nubarrón económico.
El gobierno no equivocó el camino al evitar una represión indiscriminada de los desmanes, pero evidentemente falló en el diagnóstico. Tendrá que trabajar también para revertir la sensación de impunidad que se adueña de los saqueadores.
Para mitigar las consecuencias en situaciones de catástrofe, los especialistas recomiendan trabajar sobre esas hipótesis de desastre. Quizá haya llegado el momento de que en la Argentina se analice seriamente la repetición de descalabros en diciembre, porque si bien no es propensa a sufrir desastres naturales, es sísmica y cíclica en términos políticos.