Marina Fernanda Aragunde tenía 4 años el 1° de febrero de 1995 cuando fue robada del patio de su casa en Marcos Paz, ciudad de la provincia de Buenos Aires. Su mamá biológica comenzó una búsqueda hace cuatro meses y se reencontraron a través de la página de Facebook «¿Dónde estás?».
“Hola, hija. Quiero que sepas que te sigo buscando. Le pido a Dios que me estés buscando”, fueron algunos de los posteos de su mamá en las redes sociales para dar con su hija.
Marina –que hoy tiene 28 años y vive en Rosario– fue arrebatada el 1° de febrero de 1995, mientras jugaba en el patio de su casa y nunca más se supo de ella. Hasta ahora.
A principios de abril, la joven se encontró con su madre biológica. Se contactó con ella y le ofreció datos para que ambas pudieran verificar que estaban frente a la persona que buscaban desde hace años.
“Me reconozco en una foto de Facebook en el grupo «¿Dónde estás?». Hablé con ella por privado y le empiezo a brindar datos», contó Marina, a quien sus apropiadores rebautizaron como Valeria.
La historia de Marina está cruzada por hechos vinculados al narcotráfico: su padre y su abuelo fueron detenidos en septiembre de 1995, siete meses después de que la secuestraran. Fernando y Horacio Esquivel cayeron por integrar una banda que robaba comercios y que se dedicaba, además, a traficar drogas.
Ese dato permitió profundizar las pistas hacia una disputa narco, algo que a pesar de las sospechas de la madre hacia su suegro jamás pudo terminar de comprobarse judicialmente.
Marina, sin embargo, tiene claro que lo que le sucedió fue una venganza contra su abuelo por ese tema.
La joven contó que la secuestraron y la vendieron. “En Migraciones de Mar del Plata me dieron una identidad falsa. Fue un ajuste narco entre mi abuelo paterno y estas personas que me secuestraron y me vendieron. Fue para hacerle daño a mi abuelo, pero el daño se lo hicieron a mi mamá”, reconstruyó Marina.
La joven rememoró que tiene vagos recuerdos del momento en que la arrebataron del jardín de su casa. “Fue un viaje largo. Primero fue a una casa y después me llevaron con una familia. Ese recuerdo va y viene. La mujer que me llevó y me vendió fue una de las parejas que tuvo mi abuelo paterno”.
Durante años su caso se trabajó bajo distintas hipótesis. Una fue la existencia de una red dedicada a raptar y vender niños. Pero nada dio resultados para encontrarla. Su caso llegó, como tantos otros, a las páginas de Missing Children. Allí hay fotos de ella cuando era chica, sus datos y una imagen “proyectada” para aproximarse a las facciones que podría tener a los 18 años.
Insistencia
La insistencia de su mamá biológica, Marina Beatriz Arangure, de 46 años, logró lo que la justicia, la policía y otros organismos no pudieron.
El posteo definitivo, el que subió el 27 de febrero pasado, tiene fotos de la pequeña, de la familia, una copia de su documento de identidad y hasta recortes de diarios. En un artículo periodístico la mujer asegura en una frase que se convierte en título: “Siento que mi hija está viva”.
En esa publicación de la red social Marina Beatriz dio detalles. No a cualquiera. Parecen dirigidos a su hija. Para que complete el rompecabezas. Para que lea eso y la busque.
«Hola, hija. Quiero que sepas que te sigo buscando. Te arrebataron de mi vida cuando tenías cuatro años. Ahora 28. Naciste el 4 de enero de 1991, en el hospital Vélez Sarsfield. Tal vez te sientas identificada con la foto que voy a poner. Te pareces mucho a mí y a tus tíos. Tu nombre verdadero es Marina Fernanda Aragunde. Te decían Culi. Tu tía Andrea es tu madrina. Tu papá se llama Fernando, tu abuelo paterno Horacio, tu abuela materna Elsa y tú abuelo materno Jorge. Le pido a Dios que me estés buscando y que tengas recuerdos porque es imposible que te olvides. Eras muy despierta y tenías mucha memoria», escribió Marina Beatriz.
Finalmente Marina Fernanda lo vio, en Rosario, donde actualmente vive. Allí decidió contactarla. Con sus dudas, con sus miedos, con el corazón desbordado por la emoción.
“La primera vez que la vi fue demasiado fuerte. Estaba sentada en bulevar Oroño. La vi venir caminando y es como que se completó el alma. Son recuerdos que vienen. No me acordaba de ella. Se me venían figuras de cuerpo, pero no las caras. Sí cuando le vi las manos, con el roce y con todo. Fue muy fuerte”, contó la joven.
En el reencuentro le preguntó si alguna vez bajó los brazos, si pensó que estaba muerta. La respuesta fue contundente, con la seguridad que una madre puede tener sobre el destino de un hijo: “Jamás. Siempre sentí que estabas viva. Y que me iba a morir viéndote”.
Para reconstruir su historia, para buscar algo de lo que perdió en estos 24 años de ausencia, Marina Fernanda inició los trámites legales que le permitirán recuperar su verdadera identidad. Espera una partida de nacimiento y un acta. «Es el principal derecho de una persona: uno nace con el derecho a saber quién es», expresó.
Hay otra parte de la historia que madre e hija tienen que cerrar. Desde que se produjo el reencuentro comenzaron a recibir amenazas. La joven decidió entregar copia de todas las pruebas que reunió sobre su caso y su historia a distintas personas. Como una forma de sentirse protegida. “Tengo miedo, pero no me va a detener”, cerró Marina Fernanda.