A lo largo de la semana del 16 de noviembre, en el marco de los dos años desde el suicidio de Javier Messina, vio la luz “La segunda muerte del Dios Punk”, una miniserie de podcast de 9 episodios, producida por Nicolás Maggi, periodista rosarino y pronto a licenciarse en Comunicación Social en la Universidad de Rosario, con el apoyo de Erre Podcast, productora de podcast de Radio Universidad, en la cual trabaja como productor del informativo “Apuntes y Resúmenes”. Lanzando un capítulo por día, desde el 12 de noviembre pasado, Maggi propone un recorrido sobre el caso de la muerte de Javier Messina, un un músico callejero conocido por el nombre de Dios Punk, tras sufrir un escrache virtual erróneo en donde se lo acusaba de haber querido drogar a una joven con burundanga.
Nicolás cuenta que el proyecto nace como “una nota ya escrita pero sin un medio en donde poder publicarla”. “Había un montón de cosas que había que contar que no me alcanzaba un doble página de un domingo, entonces yo dije: este tema a mí me interesa. Finalmente me permitieron publicarla” en el periódico La Capital y “tuvo muchas visitas, fue muy compartida en redes sociales y finalmente sirvió mucho” para instalar el tema. De allí, Nicolás encuentra un interés profundo sobre esta historia: “quiero seguir investigándolo”.
La construcción de “La Segunda Muerte…” comienza tras un ofrecimiento de un colega, en las inmediaciones de julio del 2020. Pleno advenimiento de una pandemia que exigía creatividad. “Entonces yo, que no estaba tan familiarizado con el formato podcast, si bien venía haciendo podcast de forma recreativa, haciendo humor y análisis político, no estaba relacionado con lo no-ficción, con los podcast periodísticos. Cuando me tiran esta idea, empiezo a escuchar un montón” cuenta Maggi.
La segunda muerte del Dios Punk se enmarca en la tradición de las series de podcasts del género true crime. Estos documentales hurgan en los intersticios de los casos policiales que apenas si son reflejados por los periódicos, para contar sus historias con estricto rigor informativo pero con estilo narrativo. “Empecé a tomar una estructura de esos documentales de Netflix, donde investigan un caso en varios capítulos, de una forma que son hasta te diría entretenidos, porque cuentan una buena historia sin perder el rigor informativo, sin perder lo que le da datos, el expediente, pero armado de una forma tal que es atractivo, que vos te enganchás escuchándolo”.
El podcast tiene tres temporalidades: “empieza el día que yo me entero de su muerte” explica el periodista. “Pero por otro lado: ¿qué pasó todo este año, desde que lo escracharon? Esa fue la primera pregunta que me hice ¿Tuvo que ver el escrache con su muerte? ¿Cuánto? Porque es imposible saber lo que se siente. Podemos inferir cuánto a partir de cómo era él antes y cómo fue después. Para ver cuánto le impactó y cómo. Reconstruir ese año que pasó y reconstruir cómo era él antes del escrache”. Maggi describe a Javier Messina, Dios Punk, como un personaje “caricaturesco, simpático, siempre presentado como una figurita rara”. A partir de ese hecho, “empecé a averiguar quién era Javier Messina. Quién fue. Quién siguió siendo todos esos años hasta el escrache y cómo cambió toda su vida después de eso. Indagar ahí qué pasó porque él se recluyó, desapareció de la escena pública. Ahí me entero de que el escarnio no se detuvo nunca. Le pegaron por la calle, no lo dejaban vender, lo acosaban”.
La reconstrucción de esos años fue elaborada a partir de testimonios tanto de la fiscal del caso como también de la familia y amigos de Messina. “Hay todo un cúmulo muy oscuro de sombras sobre todo lo que le pasó a él después del escrache y eso es lo más fuerte de la historia: la campaña de difamación nunca se detuvo”. Nicolás se detienen en un punto: “(Dios Punk) en sus canciones, habla todo el tiempo de volar, de escaparse, de que alguien lo persigue. Todo el tiempo, con mayor énfasis desde el 2007 a ésta parte, está hablando de eso. En algunos momentos, con algún ribete más soñador, y hacia lo último, una de sus canciones dice “elijo soñar porque la vida es una pesadilla” o algo así. Ese tema se lama “Sueños Rotos”. Y como esa hay miles” y agrega: “De algún modo, sus letras eran proféticas. Dejó por toda su obra como llamadas de atención, en algún punto. Pero bueno, esto lo hablé con los amigos, uno nunca sospecha de esas cosas. También hay muchas letras que hablan del amor, cosas más bien sentimentales, con estructuras muy sencillas. Como era él, era un tipo sencillo”.
El escrache como práctica punitivista
Para Nicolás, la búsqueda que dio lugar a “La Segunda Muerte…” fue “usar como vehículo esta necesidad primaria que tenemos los seres humanos de que nos cuenten una historia bien contada para llevar un tema que yo consideraba, los que hicimos el podcast consideramos, que está siendo poco discutida. Soslayada, de alguna forma: ¿qué pasa cuando una persona es víctima de un escrache, encima es inocente, tiene cierto nivel de padecimiento mental y qué pasó después? ¿Cuáles son las consecuencias de esto, hasta dónde llegan?
Al ser consultado sobre la llamada “cultura de la cancelación” y del papel que juega la misma en esta historia, Maggi cuenta que “primero lo que hice fue una gran recopilación de todo lo que fue pasando en las redes en ese momento, viendo qué es lo que se decía, quiénes lo decían, obviamente buena parte eran gente anónima. Muchas chicas. Lo hice para ver qué es lo que se decía en un principio y qué es lo que se siguió diciendo después”.
El podcast cuenta con las voces de muchos personajes, entre ellas la de Alejandra Kohan, psicoanalista e investigadora, quien hace en uno de los capítulos un análisis específico del caso de la muerte de Dios Punk. Según ella, el escrache es “un dispositivo punitivista” que desdibuja el origen de los escraches en Argentina, en la década de 1990 con la organización HIJOS: “es una organización que además se produce contra el Olvido y el Silencio, dos palabras que tendríamos que mantener: olvido y silencio ¿de quién? Del Estado. De que el Estado haga justicia en relación a esas causas” reflexiona Kohan. “Una vez que el Estado aparece, HIJOS detiene el escrache. Cuando el Estado está presente, no veo ninguna justificación de hacer ningún tipo de escrache”.
Su crítica es que, además de causar efectos indeseados, el escrache no sirve para lo que dice que quiere lograr. “Los escraches tienden a eludir la justicia o actuar en nombre de la justicia o a sustituír el sistema judicial. Porque la que escracha no acude en primera instancia a la justicia, y como la justicia no le da bolilla entonces apela al escrache. El sistema judicial es un desastre, pero eso es otra discusión: no se puede responder a la ineficacia del sistema judicial con una práctica extrajudicial, porque las consecuencias son enormes y además el escrache termina siendo un procedimiento ineficaz para ser lo que dice que quiere hacer, que es visibilizar supuestamente a una persona violenta. Es totalmente ineficaz, y ése es el primer problema. Termina banalizándose la práctica (violenta) y se termina señalando como violencia cualquier cosa. Con lo cual, a la larga, la violencia que se quiere visibilizar termina más invisibilizada todavía.
Lo que introduce el padecimiento particular del Dios Punk que es cómo es que esa variable no se toma en cuenta, si la única variable que se toma es que el otro es un hombre, estamos en problemas. Porque no todos los hombres son iguales- tenemos que luchar contra el esencialismo también en ese sentido – pero además una persona con ese padecimiento. Hay gente que no tiene ningún diagnóstico de este estilo e igualmente queda un poco enloquecida con el escrache. El escrache es en sí mismo un dispositivo enloquecedor. Y tener una especie de cínico para que no te afecte, sobre todo no siendo culpable del delito.
Cuando lo que importa sólo es la denuncia
La docente de psicología de la Universidad de Buenos Aires, Alejandra Kohan se pregunta sobre el rol de la víctima en el sistema del escrache: “La víctima es, para mí, una modalidad de la anulación subjetiva: si vos sos víctima, se te silencia. Sólo puede hablar en su condición de víctima. La víctima es la nueva subjetividad de esta época”. La psicoanalista explica que la denunciante funciona como un personaje más, no es un detonante. Lo que se encuentra inmanente es una problemática mucho más extensa y transversal a la sociedad completa. “No es sólo que en un momento la chica denuncia que Javier le hizo tal cosa. Si bien la víctima termina siendo Javier, es víctima no del escrache solamente sino de un problema que es mucho mayor. Esto no es un problema de la denunciante, más allá de si está bien o mal lo que se hizo: la víctima es un engranaje indispensable, sin ser una agente de la maquinaria, sino siendo víctima del mismo dispositiva que la congela en un lugar desde donde puede sólo hablar desde el lado de la víctima”.
Nicolás Maggi aclara que “la idea del podcast nunca fue ir sobre la denunciante, sino indagar qué es lo que pasa socialmente para que esto pase de esa manera. Porque hubo un montón de agentes anónimos que no se sienten particularmente responsables de haber contribuido, que reprodujeron esto, vertieron todo su veneno en las redes sociales y contribuyeron de alguna forma con su granito de arena para que esto suceda. Y ni hablar de que hubo resortes institucionales que no funcionaron o que funcionaron mal. Yo creo que la justicia fue vista como una institución que siempre, aún queriendo ser progresista, queda atrapada entre una presión social, para no cerrar la causa, la clara inocencia de Javier y el válido reclamo del denunciado y su familia para que se cierre la causa y la causa siguió abierta un montón de tiempo ¿Por qué se pone en marcha toda la maquinaria burocrática estatal para responder a una cosa tan subjetiva?”.
Dice Kohan: “A mi me gusta pensar el escrache como un engranaje o máquina que necesita distintas piezas, y la víctima es una pieza fundamental del dispositivo: sin víctima no hay escrache. Pero la máquina la está usando a ella también, es víctima pasiva como somos de algún modo todos, de esa maquinaria que nos insta a la denuncia virtual o a la denuncia que no es la denuncia judicial. El tiempo del escrache es el eterno: ¿Cuándo el escrachado puede volver a recuperar su vida en sociedad? Es un fenómeno siniestro”.
La especialista señala que “esta actitud viene de sectores supuestamente progresistas. Hay una euforia vigilante, disciplinadora, porque el escrache, la denuncia pública, es un mecanismo de disciplinamiento. De terror”. Según la investigadora y docente, con la pandemia se instalaron discursos punitivistas no sólo desde el Estado: “El daño que produce esto es, en muchos sentidos, irreparable. Porque además lo que pasa al rededor es otra cosa: los amigos también se van, como si se buscara que esa persona sea despojada de todo, no puede estar en ningún lado”.
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