Por Antonio D’Eramo/NA
La primera ola de coronavirus fue violenta, con alta rotación de ocupación de las camas de terapia intermedia e intensiva, pero durante la segunda ola de Covid-19 se está registrando un fenómeno, en todos los hospitales y clínicas del país, de pacientes que demoran más tiempo en recuperarse, a pesar que muchos de ellos tienen menos edad que los afectados durante la primera oleada, y enfermos que arriban a los nosocomios en estado crítico y que deben ser atendidos en unidades de terapia intensiva (UTI) durante varias semanas.
Consultas realizadas por NA, a los médicos responsables de tratar a diario con la pandemia en los lugares en los que los pacientes intentan no sucumbir a las infecciones de sus organismos, reflexionaron acerca de esta cuestión y de la paradoja de contar con una gran cantidad de vacunas disponibles, en el mundo, que sirven como profilaxis frente a la pandemia y el escaso desarrollo de fármacos que sean eficaces para salvar vidas humanas mientras se desarrolla la enfermedad.
En los centros de internación las diferencias con respecto a lo que sucedía un año atrás hay que buscarlas en el ingreso de personas de menor edad que por sus fortalezas orgánicas ofrecen una resistencia más extensa en el tiempo al virus. “Las estadías se extienden cada vez más. En la primera ola, el promedio de edad era de arriba de 60 años, en estos días, estamos viendo que aquellos que están ocupando las camas de terapia intensiva están por debajo de los 50 años”, precisó Guillermo Chiappero de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (Sati).
El ingreso a los cuidados de atención crítica se produce porque los pacientes llegan directamente con cuadros muy graves. Los integrantes de los servicios de emergencias, como el Same, observan también que este año han debido trasladar personas de mediana edad en estado severo de salud y en parte sucede porque “se dejan estar”, no se realizan el test de PCR o demoran en consultar a un médico ante los primeros síntomas.
En el hospital Santojanni, en Liniers, de la ciudad de Buenos Aires, los terapistas explicaron que “antes de la pandemia, por ejemplo en 2019, el promedio de internación en las UTI era de 7 días. Cuando comenzó la pandemia en nuestro país, en 2020, la media fue de dos semanas y, en algunos casos, hasta 20 días de internación. Pero, este año todos los colegas observan que muchos pacientes se recuperan recién a los 30 días”.
La misma situación se vive en las provincias. En el hospital central de Mendoza, la doctora Sabrina Álvarez, explicó al diario Los Andes, “el año pasado la estadía fue de aproximadamente 14 o 15 días, mientras que hoy existen casos de permanencia en las UTI Covid de entre 20 y 30 días, hasta que pasan a una internación común para seguir con el proceso”.
Los profesionales agregan que al no lograr la PCR negativa a los 15 días, como sucedía el año pasado, no pueden dar por concluido el aislamiento del paciente y, por lo tanto, la cama de terapia no se desocupa.
Por ello, se anota un crecimiento en los porcentajes de internación desde el mes de abril. No sólo crece la cantidad de infectados diarios sino que el sistema sanitario se halla frente a un desafío mayúsculo porque los recursos son escasos y finitos. La disponibilidad de camas comienza a ser escasa frente a la demanda.
Cuando las vacunas ya no importan
Una vez que el paciente ha desarrollado un cuadro severo por Covid-19 ya no se aguarda por vacunas efectivas sino por remedios que sirvan para curar y para que los pacientes acorten sus estadías internados. Pero los remedios vienen perdiendo la carrera frente al desarrollo de las vacunas.
Este hecho puede ser contra intuitivo teniendo en cuenta la dificultad para desarrollar una herramienta profiláctica como una vacuna que posibilite la erradicación de un patógeno en una sociedad, el mejor ejemplo es la lucha contra el VIH Sida donde los científicos lograron producir cócteles de drogas que generaron efectos terapéuticos positivos pero no se ha logrado, aún, descubrir una vacuna efectiva.
Existen, en la actualidad, 13 vacunas diferentes que han sido aprobadas para su uso por una gran cantidad de países y organizaciones supranacionales y, en fase 3, se hallan 26 proyectos más que, de superar las pruebas, se sumarán a una oferta que será muy amplia en el corto plazo.
Sin embargo, el desarrollo y la utilización de drogas y tratamientos moleculares para frenar las infecciones de pacientes que necesitan hospitalizarse, sigue demorándose. Las vacunas avanzan como una liebre y los remedios como una tortuga. No se sabe si lo harán a tiempo para salvar más vidas pero lo cierto es que los médicos cuentan con pocas opciones aprobadas por los organismos reguladores.
El Dr. Chiappero, la Dra. Álvarez, y todos los que trabajan tratando de salvar vidas por la segunda ola de Covid-19, continúan aguardando que alguno de los 97 fármacos que están analizando en la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuente con el visto bueno de la comunidad científica para comenzar a ser utilizado de manera eficiente.
“Esto permitiría que los pacientes no lleguen a terapia intensiva y se recuperen en un tiempo menor”, dicen en el hospital Santojanni.
La Dra. Rosa Reina y el Dr. Guillermo Chiappero, de la Sati, afirman que “los corticoides, como la dexametasona, han demostrado efectividad con los pacientes más graves”. Se trata de una molécula muy utilizada en medicina y es económica.
Otra de las drogas que se han probado con relativo éxito es la Tociliziumab. La OMS ha elaborado un estudio denominado Recovery, donde se puede leer evidencia a favor de este anticuerpo monoclonal que inhibe receptores y, al hacerlo, reduce la mortalidad en pacientes hospitalizados.
Para el mediano plazo se esperan buenos resultados con investigaciones que utilicen antivirales, drogas ya conocidas, que se encuentran en una fase 3 de pruebas y que ayudarían a reducir la carga viral de los pacientes leves a moderados.
Mientras que para el largo plazo, en los Estados Unidos, se está avanzando con el desarrollo de cócteles de drogas, con anticuerpos monoclonales. Se trata de investigaciones donde se utilizan moléculas artificiales que actúan en el sistema inmunológico potenciando las defensas de las personas infectadas.
El sitio chequeado.com ha contabilizado que en la Argentina hay 25 estudios clínicos en marcha aprobados por la Anmat, donde se están analizando la acción de distintos tipos de medicamentos.
En el campo de las moléculas antivirales hay algunas próximas a salir y que parecen generar una reacción favorable en pacientes con infecciones leves a moderadas, como el molunupiravir.
Estos tratamientos serán vitales en el futuro próximo para evitar la alta y prolongada ocupación de camas, en un contexto de segunda ola donde las cuarentenas estrictas no se pueden llevar a cabo por la crisis socio económica, que podría llevar a la saturación del sistema sanitario en nuestro país donde, según los últimos datos oficiales, el 15% de las personas que se infectan requieren hospitalización.