Se cerró el año deportivo de la Selección Argentina y como suele suceder con los finales, es momento de balance. El 2019 significó –y significa– un año de notable crecimiento para el combinado nacional femenino. Los primeros puntos sumados en una cita mundialista, el 0-0 ante Japón en el debut y el agónico empate 3-3 ante Escocia en el Mundial de Francia, que además significó el regreso de la Selección a una Copa del Mundo luego de 12 años de ausencia, fueron consecuencia directa de algo tan simple como complejo a la vez: apoyo de la AFA.
Los reiterados reclamos de las jugadoras fueron escuchados (al menos una parte) y la Asociación del Fútbol Argentino tomó nota y actuó en consecuencia. Mejoró las condiciones de entrenamiento, permitiendo que las prácticas se hagan en el predio de Ezeiza; y también la concentración de ellas en el hotel, el mismo que utiliza la selección masculina.
A eso se le sumaron las diferentes giras internacionales, tan necesarias en busca de sumar el mayor rodaje deportivo para competir a gran escala, como se hizo en suelo galo.
Pero el Mundial no sólo significó los primeros puntos en la historia del combinado nacional, sino que sirvió para derribar el mito de que “el fútbol femenino no le interesa a nadie”. Todos los estadios donde jugó la selección argentina (Parque de los Príncipes, en París y Oceanne en Le Havre), estuvieron colmados, con un promedio de 25 mil espectadores por duelo. Mientras que en Argentina cientos de personas se sumaron a mirarlo por televisión. Algunos y algunas, por primera vez. El apoyo se vio también en el aeropuerto de Ezeiza, cuando decenas de simpatizantes se acercaron a recibir al plantel. Y se ve en cada partido en las que las protagonistas de aquel Mundial son abordadas por fanáticas y fanáticos en busca de una foto o un autógrafo.
Después llegó el momento de los Juegos Panamericanos de Lima y la medalla de plata conseguida por la Albiceleste, que ya no era el mismo plantel del Mundial, luego de que el entrenador Carlos Borrello sorprendiera al no convocar a las referentes Estefanía Banini (capitana), Ruth Bravo y Belén Potassa, lista a la que después se sumó la baja de Florencia Bonsegundo.
¿El motivo? Según el entrenador fue estrictamente deportivo. Y según las jugadoras fue una represalia por una reunión que se dio luego de la Copa del Mundo, en la que todas las futbolistas comenzaron a plantear la necesidad de cambios en el seleccionado nacional.
Pero el cierre deportivo no fue coherente con lo planteado desde el inicio de año, al menos desde la organización. Es cierto que se jugaron varios amistosos para foguear a las del sub 20 -que el próximo año jugarán el Sudamericano- y que el resto no pierda ritmo, pero también se cometieron unos cuantos errores. Los partidos ante Colombia se jugaron a las 10.30, el primero el sábado en el predio de la AFA en Ezeiza y el último en otro que pertenece a Boca en la misma localidad del sur bonaerense. Ninguno fue televisado y el segundo se jugó en pleno día laboral.
Para tomar dimensión de esta nueva diferencia, el seleccionado masculino está por disputar un partido amistoso con Brasil en Arabia Saudita con transmisión de TyC Sports.
¿Por qué no abrieron los estadios para el partido de mujeres? ¿Por qué no se televisó? Si realmente se quiere fomentar el crecimiento de la disciplina es necesario comenzar a responder estas preguntas y poner en evidencia las desigualdades que aún hoy existen. Ese sería un gran comienzo.