Especial para El Ciudadano
La destacable cadena de streaming Apple TV+ lanzó recientemente, el 18 de febrero, su nueva y singular propuesta. Como lo hace habitualmente, estrena la serie con dos capítulos simultáneos, para luego ir agregando una nueva entrega semanal. En este caso, hasta completar los nueve episodios que componen la primera temporada de Severance, una original propuesta llevada a adelante por Ben Stiller, en la producción y en la dirección, y con Dan Erickson debutando como guionista. El reparto que da mi vida a los excéntricos personajes del relato cuenta entre sus filas a figuras como Chistopher Walken, Patricia Arquette y John Turturro.
Severance juega en un límite en cierto modo impreciso, tomando algunas ideas ya muchas veces trabajadas pero componiéndolas de un modo novedoso, por absurdo y desconcertante. Si la premisa aplica claramente a los códigos reconocibles de la ciencia ficción, en realidad, ese elemento de base de la especulación científica que podría ligarla al género, se presenta aquí más como una excusa poética que elucubrativa.
La conjetura en torno a ciertos avances y aplicaciones de la tecnología no supone el establecimiento de un foco en tal elucubración distópica, sino que se presenta como un elemento poético que, jugando con aspectos reconocibles del género, moviliza el conjunto hacia el terreno de una oscura fantasía alegórica, más cercana a las buenas invenciones de Charlie Kauffman (y sin mencionar posible referencias literarias) que a la ciencia ficción como tal.
Sí, efectivamente, Severance podría ser presentada y vista como un efectivo y absorbente thriller de ciencia ficción, y en cierta manera (gran logro creativo) funciona como tal, pero lo cierto es que se resiste con tenacidad a tal encasillamiento, jugando sus recursos más potentes por el lado de un absurdo en el cual, la especulación científica, no es sino un juguete ocasional con el cual se pueden inventar otros juegos y soñar otras pesadillas.
El mundo del trabajo escindido del extralaboral
La historia narrada tiene un punto de partida curioso y siniestro. En un mundo atemporal, en el que conviven viejas y nuevas tecnologías, se ha vuelto usual separar el mundo del trabajo de la experiencia extralaboral. Así, las personas que aceptan tal “separación” (aún es optativo), viven ahora escindidas entre dos vidas inconmensurables.
Ninguna de ellas tendrá relación con la otra. Una es la persona que vive en el trabajo y otra la que vive fuera de él. No hay recuerdos comunes. Cada persona es dos, sin posibilidad de conciliar ambos mundos. Al ingresar al ámbito laboral se desactivan los recuerdos del afuera y se activan sólo y estrictamente los ligados a ese ámbito cerrado.
Al salir, se produce el giro inverso. Se vive, así, en dos mundos y en dos vidas. La mitad de adentro nada sabrá de su vida exterior, y la mitad de afuera nada sabrá de su actividad laboral. Que esto se lleve a cabo por la implantación de un chip en el cerebro es anecdótico, podría no justificarse, podría ser cualquier otro artilugio mágico o fantástico. O simplemente podría no haber justificación. No estamos, en <Severance<, en el campo de la ciencia ficción, estamos en el pesadillesco territorio alegórico de lo absurdo.
El eje del relato es Mark Scout (Adam Scott), quien, arrastrando conflictos personales decide entrar en el programa de “escición/separación” de la oscura empresa Lumon. A través de su doble vivencia vamos, poco a poco, ingresando en la retorcida lógica de ese mundo asfixiante.
Paulatinamente, la radical imposibilidad de escapar a tal ruptura personal va sembrando en el protagonista pequeñas dudas en torno a sus vidas inconciliables, construyendo paso a paso una suerte de sospecha conspirativa que es el pivote de la intriga y de su absorbente desarrollo. Junto a él, Helly (Britt Lower), la nueva que de inmediato reconoce la atrocidad del programa pero que al mismo tiempo cae en la cuenta de la imposibilidad de revertir ese estado (sólo la parte de afuera puede presentar renuncia, pero claro, esa parte nada sabe de lo que sucede en el espacio laboral; no hay modo en que se puedan comunicar las dos partes de una misma persona).
Un relato con un tono muy perturbador
Ahora bien, ya que Severance, sin alejarse radicalmente de ciertos engañosos códigos de género, se postula claramente como una fantasía absurda y alegórica; uno de los puntos singulares establecidos desde el comienzo es la elección del extraño y perturbador tono del relato. Se trata un poco de una sátira donde el mundo presentado (con humor) es en cierto modo familiar pero a la vez distante.
El espacio interior del trabajo está hecho de contenedores arquitectónicos de simetrías asfixiantes y de una pulcritud clínica. Hay música funcional, terapias grupales, salas de “descanso”, tareas ridículas a cumplir (depurar secuencias numéricas eliminando aquellos números que producen miedo), y tecnología de los 80 (del siglo pasado) que apuesta por un total anacronismo.
Los personajes del entorno laboral, compañerxs y jefxs, son figuras excéntricas ya trazadas definitivamente según la lógica absurda de ese mundo. Con un extraño sentido del humor, Severance dibuja efectiva y rápidamente las coordenadas de ese mundo dislocado, pero abriendo siempre pequeños intersticios por los cuales no deja de colarse la sospecha de algo más grande.
Desde ya, no es difícil discernir cual es el campo de la alegoría postulado por la serie (es todo un poco obvio, incluso). Lo destacable es el modo en que discurre sobre ese campo de las pesadillas laborales. La forma en que inventa un mundo en el cual, mediante el absurdo, se pone en evidencia de forma singular lo que ya, de todas formas, está expuesto a plena luz. Y todo sin renunciar por completo a esa rudimentaria etiqueta de “thriller de ciencia ficción”, porque cabe insistir en esto: Severance no es, bajo ningún punto de vista, tal cosa, pero igualmente tampoco deja de serlo.
Severance / 1era. Temporada
Creador y director: Ben Stiller
Intérpretes: Chistopher Walken, Patricia Arquette y John Turturro, Adam Scott, Britt Lower