En un proyecto donde se mezcla el diseño, el trabajo, la solidaridad y la búsqueda de mejoras en la calidad de vida de zonas excluidas o marginadas, profesores y alumnos de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) vienen llevando adelante la construcción de salones de usos múltiples, desde hace más de siete años en distintos barrios del Gran Rosario, que luego son usados por los vecinos para toda clase de actividades comunitarias. Si bien una parte de la iniciativa está financiada por la Nación, a través del Ministerio de Educación, lo que falta es conseguido con sus propios aportes de dinero y materiales, así como de las donaciones conseguidas, lo que supone todo un esfuerzo.
Ya hay más de diez de estos edificios funcionando y ayer fue el turno de Villa Gobernador Gálvez con la inauguración de la primera etapa de la edificación del Centro Comunitario Villa Itatí, ubicado en Lavalle al 400, en la zona sureste de la vecina ciudad, casi sobre la barranca del Paraná, donde quedaron a la vista rápidamente los beneficios para el barrio de antiguos pescadores y trabajadores de la carne –a metros está el frigorífico Swift– ya que de manera continuada se pudo realizar una misa, un recital y más tarde fue usado como comedor comunitario.
Uno de los responsables de este plan, Marcelo Barrale, titular de la cátedra de Proyecto Arquitectónico, contó a este diario que los edificios están construidos en espacios públicos y hay otros que se anexaron a escuelas, centros culturales o clubes de barrio.
“Los fondos para construirlos provienen de distintos ámbitos, principalmente del Ministerio de Educación de la Nación, del voluntariado, de los propios alumnos de la universidad y de donaciones de distintas personas”, añadió.
“El objetivo de esta práctica es la producción de conocimiento en el ámbito universitario y principalmente el uso que le pueden dar dentro de cada barrio. Las distintas instituciones se acercan a la facultad y nos solicitan estas construcciones. El que se inauguró hoy (por ayer) se comenzó a construir sobre fines del año pasado y sirve para muchas cosas: por ejemplo, durante la inauguración, primero se llevó adelante una misa, tal como nos solicitó una de las escuelas religiosas. Pero más tarde se hizo un acto musical, y después se usó como comedor para los habitantes de la zona”, continuó.
Las edificaciones no tienen un tamaño estándar. Ésta depende de las necesidades, los recursos disponibles y el tamaño del terreno. “Pueden tener cincuenta metros cuadrados o más. En este momento tenemos más pedidos que los que nos permite nuestra capacidad de ejecución. De todas las etapas del trabajo participan los docentes y alumnos de la facultad. Los estudiantes son de cursos avanzados, es curricular y está dentro de las actividades extendidas”, indicó.
La iniciativa también se viene dando en países como Chile y Estados Unidos. “Nosotros hemos visitado esos países y hemos intercambiado conocimientos académicos”, destacó el profesional, quien también es director de Matéricos Periféricos, un movimiento cultural independiente fundado en 1994 por un grupo de estudiantes y docentes de la misma facultad.
“Los recursos se van consiguiendo de todos lados, tanto los aportes monetarios como los de materiales. Aportan los profesores, los alumnos, personas cercanas, instituciones, todo ayuda y aporta. Muchas veces los alumnos compran el hierro y las maderas para hacer los encofrados y luego aparece el hormigón, es una tarea comunitaria, un aporte de todos. En esto momento tenemos otros cuatro o cinco proyectos dando vueltas que seguramente se irán materializando”, concluyó.