A fines de este último octubre, la editorial Casagrande publicó La sombra del perfume, el primer libro del escritor y realizador audiovisual rosarino Guillermo Peirano.
En la presentación del volumen, la editorial apunta: “En este libro el autor hace el trabajo con su propio pasado, vuelve sobre imágenes que parecían perdidas para siempre, logrando hacer regresar a la vida a las personas que lo habitaron a través de bellas historias. Este texto es un abrazo oportuno, tan necesario en estos tiempos”.
El propio autor también da cuenta de la génesis del texto del siguiente modo: “Decidí hacer este libro a partir del encuentro de una vieja foto donde estaba con mi padre en la revista El Gráfico en un partido de Rosario Central en 1979, y no había olvidado completamente haberla tenido.
Ante el miedo a perder tantos recuerdos, decidí ponerlos en palabras, pues considero que lo único realmente propio que tiene un ser humano, son los recuerdos, con los que se constituyó en la vida. Cuando desaparecen estos, se empieza a perder la propia identidad.
Este libro intenta rescatar esos acontecimientos emocionales, iluminándolos desde el futuro, que es este tiempo presente. Es cierto que cuando uno los vuelve a contar los va modificando, ya sea porque a veces son efímeras sensaciones y porque al escribirlos y traerlos de nuevo, uno tiene la posibilidad de hacer justicia.
En definitiva, porque lo único que podemos hacer, es cambiar el pasado”, explicó Peirano. E insistió: “Los recuerdos son la sustancia de la constitución de la identidad. Gracias a ellos, tenemos ciertas certezas que hemos vivido. ¿Pero qué pasa cuando los olvidamos?”. Justamente para responder en parte a ese interrogante, Peirano escribió sobre situaciones de su vida que lo fueron constituyendo.
Dice acerca de esto: “Una foto, una canción, un texto, un aroma, cualquiera de estas cosas es un disparador hacia esa parte de la conciencia que Freud define como subconsciente, en el cual están, a mano, todos esos recuerdos que para traerlos a la conciencia hace falta un disparador”.
Las líneas que siguen son un adelanto de La sombra del perfume
«Visitantes intermitentes»
Hace 20 días mi madre vino a almorzar a casa. Cuando estábamos en el jardín, apareció un colibrí. Ella se sorprendió y dijo: “¡Un colibrí¡.
—Sí -le dije–. Es hermoso.
Ella me miró, se le saltaron unas lágrimas y continuó.
—Dicen que cuando un colibrí se presenta en el jardín de una casa, es alguien que ya no está, viene a avisar que se encuentra bien.
Nos quedamos en incómodo silencio porque no nos salía una palabra. Mi madre se quedó mirando al vacío buscando una referencia que sabe que perdió.
Los colibríes se desplazan muy rápidamente, no se les puede apreciar el color, excepto con una cámara de alta velocidad. Imagino que, siguiendo la idea de mi madre, porque no quieren ser vistos o reconocidos. Y por esta razón aparecen fugazmente y luego se retiran a alta velocidad.
Para no desilusionar a mi madre, no le dije que ese colibrí viene todos los días a casa.
Tampoco quería que se enterara de que mi padre, diariamente, se sigue preocupando por mí.