Tal vez el recorrido de la sonda Voyager I no sea otra cosa que el intento que ha venido haciendo el ser humano desde su misma existencia: internarse, con voraz ansiedad por conocer, en el oscuro desafío que le sigue provocando lo desconocido. Lo todavía inexplorado. Ese reiterado acto, casi un ritual, de intentar acceder al conocimiento. Esa aventura de quien quiere construirse a sí mismo mientras se atreve, en compañía de otros, a enfrentarse a esa zona oscura que lo invita a trascender. Como en el relato bíblico, en el que se cuenta que Adán y Eva decidieron desobedecer para probar del árbol de la sabiduría. Como harían los pueblos guerreros internándose en territorios desconocidos. Como enseña el Dante al pedirle a su “duca” la guía indispensable para atravesar “la selva oscura”. Viajar a lo desconocido con esa carga de ansiedad y anhelo sabiendo que al regresar, los que regresen, lo harán como seres diferentes después de haber pagado por la osadía de querer saber. Superar límites, internarse en zonas hasta hoy no exploradas, ha sido y será una aventura para el hombre y la mujer quienes enfrentan, con invariable asombro, ese atravesar inexorable a un espacio de mayor libertad. Una forma de madurar. Del infantil asombro a la sorpresa para volver a empezar, ya que siempre habrá un nuevo camino, otro inquietante desafío. Al ponerse en contacto, el ser humano de todas las épocas, con algo que es absolutamente novedoso, se anima a intervenir para modificar el mundo y, a la vez, transformarse.
Ariel Dobry es doctor en física, integra el Instituto de Física Rosario (Ifir), es investigador del Conicet y director científico del Planetario de Rosario. El Ciudadano va en busca de su mirada de científico. “La noticia de que el Voyager I ha salido del sistema solar nos enfrenta con un sinnúmero de cuestiones: con lo desconocido, con lo pequeño de esta porción del universo, con nuestra propia dimensión”, plantea.
—Un universo que, según algunos, está en constante expansión. ¿Participa de esa idea o es sólo una hipótesis?
—Está demostrado dentro de lo que la ciencia puede demostrar, ya que hay muchos experimentos que así lo confirmarían: el universo está en expansión.
—Que el Voyager I viaje hacia lo desconocido, hasta ahora, ¿es un salto “cuántico?
—Es algo que nos enfrenta con las dimensiones “reales” que tiene el universo, ya que incluye lo hasta ahora inexplorado. Fíjese que el Voyager I fue lanzado en 1977 desde la Tierra y recién ahora está saliendo del sistema solar; de ahí a que llegue a otra estrella van a pasar decenas de miles de años. Así que nosotros no vamos a saber absolutamente nada de los resultados de este experimento.
—También en el medioevo la gente comenzaba a construir proyectos sabiendo que nunca los vería concluidos…
—Sí. Es verdad. Pero hoy las escalas de tiempo son más extraordinarias: el Voyager I está, para darnos una idea, a varias horas luz de la Tierra. Cada una de las señales que emita se recibirá aquí doce horas después.
—¿Se sabe realmente a ciencia cierta si ha salido del sistema solar?
—Ha llevado bastante tiempo a los científicos ponerse de acuerdo sobre el sitio donde está en este momento. Recién ahora existe consenso sobre el tema: estaría saliendo del sistema solar. Otra cosa sumamente llamativa y fascinante es lo que lleva, un disco de oro con muestras de nuestra cultura, música, literatura, fotos, filmes, etcétera, con la peregrina idea de que pueda ser encontrado por alguna civilización y pueda tener una idea de cómo somos nosotros.
—En música seleccionaron a Mozart y a Los Beatles…
—Se eligieron cosas que incluyeran a todos los países. Uno de los responsables de seleccionar el material fue Carl Sagan, un famoso divulgador de la astronomía y de la ciencia en general. Aunque lo más probable es que a ese material no lo encuentre nadie, ya que es improbable que exista una civilización extraterrestre; de existir, deberían crear una nave que fuera al encuentro de ésta porque el Voyager I tal vez no pueda llegar a un planeta habitado.
—Y, además, contar con el modo de decodificar el mensaje…
—Claro, y poder leer. Tengamos en cuenta que este disco salió en 1977, cuando la tecnología no era la que hoy disponemos. Es un disco que necesita de una púa.
—Parece un relato de ciencia ficción, a lo Bradbury…
—Sí, y cómo en ellos el tiempo y las distancias de las que estamos hablando nos superan y nos ponen en una dimensión que nos ayuda a sacarnos de la soberbia de considerarnos el centro del universo, con capacidad de dominar la naturaleza.
La ciencia
—Un modo de conocer para el ser humano ha sido el método científico, la ciencia. Que si bien está instalada con toda su fortaleza en el imaginario social, ella, igual que el ser humano, también ostenta sus debilidades, sus flaquezas…
—Por supuesto. La ciencia es una actividad humana; o sea, hecha por seres humanos y, como a toda actividad humana, le caben las generales de la ley. Que los científicos han intentado colocarse por encima de las generales de la ley es una cuestión, pero la ciencia tiene todo un sistema de prestigio y de búsqueda de reconocimiento y no siempre las cosas se hacen de la manera en que la propia ciencia dice que deben hacerse. Lo que pasa es que lo que llegamos a conocer es la ciencia terminada. Y cuando la ciencia da a conocer sus resultados, realmente muestra una metodología muy rigurosa de contrastación y da lugar a resultados que son fascinantes, como son los resultados que da el arte. Pero es real que hay muchos descubrimientos y muchas ideas que surgieron del conocimiento científico que son, no sólo impactantes, sino que han volcado beneficios para la vida del ser humano.
—¿Podemos considerar que, de todos modos, han sido en muchos casos resultados provisorios?
—Y ésa es una de las cosas más apasionantes que nos ofrece la ciencia como forma de pensar y que nos sirve para nuestra vida cotidiana, que ningún conocimiento es eterno, que todo lo que nosotros podemos aprender es provisorio y es válido contextualmente. Y puede dejar de ser válido en una nueva experiencia. Eso es muy frustrante en lo personal. Pero nos saca del terreno de la soberbia. Todo lo que sé ahora mañana puede cambiar.
—Tampoco la ciencia es neutral. Quedó demostrado en los años 40 y 60 el fuerte tono ideológico de la investigación científica…
—El ejemplo más claro y el que produjo una ruptura es la participación de los científicos estadounidenses y europeos en la fabricación de la bomba atómica. Allí la ciencia jugó un papel esencial en el desarrollo de la guerra. Y en el poder de la amenaza pendiente.
—¿Tal vez Voyager no hubiese cobrado sentido si Von Braun no hubiera inventado la cohetería?
—Sí. Esta es una cuestión interesante. Cómo se mezcla todo. Von Braun fue de la Alemania nazi junto a los mejores científicos europeos que fueron a Estados Unidos a desarrollar sus más encumbrados proyectos y, gracias a esos científicos, se desarrolló el proyecto espacial estadounidense.
—También vinieron a la Argentina…
—Claro. El proyecto atómico argentino contó con uno de esos científicos, Ronald Richter, lo que dio lugar al nacimiento de la Comisión de Energía Atómica, que es uno de los logros de la ciencia argentina.
—Proyecto atómico que fue auditado por un rosarino…
—El ingeniero Mario Báncora. Un adelantado. Un visionario. Eran científicos que hacían todo con poco apoyo y casi sin presupuestos. Hoy, en cambio, la actividad científica pasó a ser una actividad de la cual se puede vivir. Existen instituciones y dinero para financiar proyectos y lugares donde formarse. Pero hubo una época en que todo comenzó debido a gente que lo hacía por pasión, como el caso del ingeniero Báncora.