La Copa se ve allá a lo lejos, en lo alto, parece que es Leo Yanson quien la sostiene y después se hace imposible reconocer a algún jugador de los que acaban de conseguir el título. Están por allí abajo, aplastados por el cariño, oprimidos por la pasión, borrados del primer plano por tanta locura. Y la foto es de hinchas, de jugadores de inferiores, de familiares, de amigos, de novias y de quien quisiera entrar, aunque en su vida hubiera tirado al aro o agarrado un rebote. Eso sí, le pusieron el color y el marco a una jornada que quedará en la historia del básquet local por el título de Atalaya en Newell’s y por una organización que dio un salto de calidad desde la presentación hasta la premiación, sólo empañada por el desborde incontenible de los hinchas en el cierre del juego.
Y la ausencia de los campeones en el primer plano de la foto pinta de cuerpo entero a este plantel de Atalaya, curtido desde el perfil bajo y acostumbrado a ganarse los éxitos desde el esfuerzo y el sacrificio, sin egoísmos ni vedetismos, un festival de roles secundarios al servicio del único protagonista principal: el equipo.
Atalaya no tuvo un buen inicio de Superliga porque priorizó la puesta a punto en el Federal y resignó varias victorias, pero se puso a tono a tiempo y encadenó triunfos que lo llevaron al primer puesto y después a sobrellevar la doble competencia con hidalguía hasta meterse en el cuadrangular final. El destino lo puso en la final ante Talleres, un elenco repleto de jerarquía, que sin embargo tropezó otra vez con la misma piedra de la que parece una maldición, pero en definitiva no deja de ser una tristeza deportiva que tiene análisis y razones. En este caso tan lógicas como que el adversario fue superior.
La victoria de Caova sobre El Tala por 85 a 83 en el duelo que abrió la jornada final del cuadrangular había dejado un panorama inmejorable para la final, porque ya no había necesidad de sacar cuentas ni de buscar ventajas; todo quedaba reducido al más simple pero también el más apasionante de los escenarios: el que ganaba era el campeón.
No fue un gran partido, no al menos desde lo estético. A los dos se les notó que la final pesaba y tardaron en soltarse. Talleres fue más certero en el inicio, sobre todo porque el gol externo le dio una vía de gol vital, contra un Atalaya que se concentró en contener el poderío del adversario pero que dependió en exceso de Ríos en ese cuarto inicial.
Pero para beneplácito de su hinchada, el Azul se despertó. Lautaro Suárez y Alejandro Ettorre trajeron la sorpresa que necesitaba el equipo, la explosión y la rebeldía para sacarle el molde a un partido parejo. Ya los esfuerzos defensivos de Talleres no alcanzaban a disimular que cuando se perdía en la defensa mano a mano las ayudas no llegaban y el callejón del medio era una peatonal. Un bien cierre de Pérez maquilló el final de cuarto, pero en el tercero la historia se reiteró y los buenos momentos de Cingolani y Camino emparcharon el daño generado por el ataque del Azul.
A esa altura los dos equipos ya usaban la zona como recurso para adueñarse del rebote y la cuenta regresiva hacia el título agregaba la cuota de nervios. Allí se vio el carácter de ambos, porque Talleres sacó a relucir el temple de su plantel para achicar y ponerse a tiro en el marcador. Frenó una y otra vez a Atalaya hasta llegar a estar tan sólo dos puntos abajo, y en tres ocasiones tuvo la posesión para empatar el juego con un triple, pero siempre se quedó corto, y, como contrapartida, el Azul lo terminó desde la línea con Orellano, Ríos y Villa, el que volvió a su casa para ser campeón.
Llegó la invasión, el festejo, el “robo” de camisetas y pantalones cortos, pero también el aplauso a Talleres por el segundo lugar y una premiación con millones de papelitos que le puso un marco superior a la final.
Allá en el fondo Mariano Junco saludó a sus rivales y se alejó del festejo para cruzar el rectángulo y besar a su mujer, la que aguanta tantos sueños e ilusiones, tantas ausencias y noches de bronca en pos de un proceso exitoso que se transformó en dinastía con gran mérito del entrenador, con el apoyo de la dirigencia y el sacrificio de un plantel que cambia en nombres pero no es sustento. Atalaya es campeón y está muy bien.
SÍNTESIS
ATALAYA 73: Emiliano Rava 4, Joaquín Ríos 18, Santiago Orellano 4, Maximiliano Yanson 10, Lisandro Villa 15 (fi), Lautaro Suárez 13, Leandro Yanson 4, Alejandro Ettorre 5, Aaron Capra -, Facundo Maruelli -, Mariano Laurido -, Juan José Borches -. DT: Mariano Junco.
TALLERES 68: Franco Borsellino 7, Juan Manuel Gandoy 10, Matías Medrano 2, Juan Pablo Camino 15, Agustín Chiana 13 (fi), Joaquín Cingolani 13, Leandro Faranna 0, Mauro Burgos 3, Federico Pérez 5, Ignacio Roca -, Manuel Canosa -, Bruno Giacomini -. DT: Juan Pablo Lupo.
ESTADIO: Claudio Newell. ÁRBITROS: Alberto García, Rubén Abelardo y Jeremías Miraglia. PARCIALES: 11/14, 36/28 y 56/49.
IMPRESIONANTE
La Rosarina y la Municipalidad organizaron un espectáculo formidable para la presentación de los equipos, con luces de colores seguidoras en el ingreso de los integrantes de los planteles y de las Copas, música y locución a la altura de las circunstancias. La fiesta se completó con las bombas de papeles en la premiación, sólo empañada por la invasión innecesaria del público que la policía no pudo o no se esforzó por contener.
El marco fue formidable con las plateas de Newell’s repletas y desde las parrillas tiraron un dato de color: 1.000 hamburguesas vendidas durante las tres jornadas.
GANÓ CAOVA
Con agónico triple de Gastón Rojas, Caova derrotó El Tala por 85 a 83 en el duelo que se jugó a primera hora, ya con ambos sin chances de título.
EL TALA 83: Franco Bertonazzi 9, Augusto Capra 36, Matías Quiroga 10, Fernando Scalella 4, Santiago Cabrejas 22 (fi), Andrés Mac Guire 0, Juan Cruz Cantarini 0, Pedro Paz 2. DT: Gustavo Lalima.
CAOVA 85: Bautista Gentile 7, Gonzalo Caviasso 15, Mateo Pastorino 12, Gastón Rojas 22, Pablo Maggi 14 (fi), Nahuel Román 7, Juan Cruz Noguera 6, Ignacio Onetto 2. DT: Gonzalo Pastorino.
ESTADIO: Claudio Newell. ÁRBITROS: Dal Colle, Petrone y Bisolatti. PARCIALES: 12/18, 38/37 y 60/54
DISTINGUIDO
La Asociación Rosarina distinguió al relator Julio Javier Mamprín por su trayectoria junto al básquet rosarino. Toda una vida acompañando los partidos de los torneos locales, ya sea en la radio o como ahora mediante el Facebook de la Asociación. Merecida distinción para un apasionado del deporte que semana a semana trabaja en las canchas de la ciudad.
PROTESTA
Los jueces del Sadra aprovecharon el marco para visibilizar la protesta porque se consideran discriminados a nivel nacional en el básquet y solicitan poder dirigir en competencias de CABB y AdC.
AL VESTUARIO CON EL CIUDADANO
Como el rectángulo de Newell’s había sido una locura para poder tener la foto del plantel con la Copa, jugadores y cuerpo técnico armaron la foto del festejo íntimo en el vestuario.
POR LAS CALLES
Por Pellegrini hasta Juan Manuel de Rosas y de allí a 27 de Febrero, la caravana del Azul recorrió a puro festejo las calles de la ciudad. Terminaron en la pileta.
CON ESCUDO NUEVO
En la madrugada del miércoles, la cuenta oficial de Atalaya subió el nuevo escudo con las cuatro estrellas. No se tomaron ni un día.
DESDE USHUAIA
Manuel Moyano se tomó un avión y viajó especialmente para ver el duelo de Atalaya. Es la segunda vez que lo hace para festejar junto a su gente. Todavía no le fallaron.