“100 % garantizado, todo trabajo se paga después del resultado”. Los volantes de la vidente señora Luciana Ángeles, de San Lorenzo, prometían seriedad y eficacia avalada por “20 años de trayectoria internacional”. El método fue el problema: la mujer les pedía a sus clientes dinero anticipado, pero no como retribución de sus curas. Era la materia prima de sus rituales. En uno, rompía esos presuntos billetes entregados a los ojos de los crédulos mientras los tranquilizaba: “Total, después se los devuelvo”. Ahora la busca la Policía por al menos tres denuncias de estafa. En su casa, encontraron apenas unos paquetes con los panfletos publicitarios que repartía en la calle.
Luciana Ángeles atendía en avenida San Martín 1060 de San Lorenzo, donde vivía con familiares. No sólo leía las cartas, también los caracoles. “Chilena, de tez blanca, 1,70 metro de altura y excelente vestir”, la describieron los denunciantes.
Una de las denuncias fue radicada por un estudiante de abogacía. César S., de 46 años, dijo que llegó a San Lorenzo tras contactarse telefónicamente con la tarotista. Contó que la mujer no estaba sola, sino con un hombre, dos chicas adolescentes y un niño. El hombre dijo que le había pedido una ayuda para poder recibirse, ya que todo le salía mal. La vidente le explicó la causa: había sido víctima de magia negra. Con el cuento de la sanación del papel moneda, consiguió que el incauto le entregara 98 mil pesos para ser sometidos a la “cura”. Al principio, el universitario con materias atrasadas se negó, pero la mujer lo intimó: si no accedía, podía sufrir un ACV además de no prosperar económicamente. Al volver un par de días después, no había rastros de la adivina ni de su dinero.
Alberto G. tiene 64 años. Escuchó sobre la tarotista y vidente en un programa de FM. La llamó, concertó una cita y fue hasta su casa la semana pasada. El hombre dijo a la Justicia que concurrió con su concubina, que tiene problemas de salud. La señora Luciana estaba con dos chicos. Los hizo pasar a un cuarto chico, les pidió mil pesos para la magia y le dijo a Alberto que la próxima vez fuera solo. Entonces subió la apuesta: ya eran 100.000 pesos los que debía entregarle en la sesión para que la cura sea más rápida. “Total, se los lleva de vuelta”, le dijo por las dudas. Y fue así otras veces. En la última, le mostró cómo rompía esos presuntos billetes y los echaba a una olla con agua bendita. Parte de la cura. Y en esa parte, el cliente no se los podía llevar tras los pases mágicos: tenía que esperar tres días para recuperarlos.
Alberto volvió el martes pasado a la casa de avenida San Martín a buscar su dinero y la cura de su concubina. No estaban. Tampoco Luciana Ángeles. La llamó al celular que daba como contacto pero, como ocurrió cuando El Ciudadano intentó contactarla, apenas escuchó el “no está disponible” y la invitación a grabar un mensaje que nadie escucharía.
Alberto no está solo en su penuria. Otros creyeron que la tarotista podía solucionarle los problemas. Su abanico de acciones era amplio y la clientela a la que podía ayudar lo mismo. “¿Tu agro-ganadería no anda bien?”, preguntaba con promesas de solución. “No te resignes al fracaso”, alentaba. El combo de servicios incluía resolver la infertilidad y la impotencia, recuperar a la persona amada, el afecto no correspondido o reponer la armonía en el hogar. Siempre, “con tu fe y mis conocimientos”.
Alberto y César no están solos
Otro hombre denunció que Luciana Ángeles le tiró las cartas y que los naipes confirmaron que alguien le había “hecho un mal”. Para contrarrestar la brujería, tenía que hacer un “sacrificio”: entregarle todo el dinero que había ahorrado. Así puso 98 mil pesos que la magia blanca de la vidente transformó en nada.
Los baños de florecimiento y la guía para ponerse en el “camino del éxito y la felicidad” deslumbraron a más. Como a una mujer mayor a la que le pidió que le entregara 150 mil pesos para “acelerar su sanación”. La salud llegó, pero al bolsillo de la tarotista con trayectoria internacional que paseaba en su lujoso Nissan con patente chilena por San Lorenzo.
Su honestidad quedó en entredicho. Algunos de sus poderes no: como el de desaparecer cuando empezaron a conocerse las quejas por las estafas.