Jonathan Prueger (*)
La grieta
La grieta no es partidaria, si bien históricamente se ha expresado en partidos políticos, su raíz es un poco más profunda.
No solo en términos de partidos políticos, sino también en términos de identidades políticas que se han ido transformando a lo largo de la historia.
Podría ser considerada desde la dimensión de clase social, pero lo cierto es que esta grieta que tenemos es fundamentalmente ideológico-cultural (cruzando clases sociales transversalmente), y se manifiesta en la polarización de ciertas costumbres, ideas-fuerza, valores, afectividades y modos de sociabilidad.
Los entramados ideológico-culturales también pueden experimentar cambios, nuevas hibridaciones, pero mantienen ciertas directrices generales.
La grieta constituye una polarización de carácter psíquico-social/social-psíquico, la cual se manifiesta en la exacerbación de ciertos complejos psíquicos en detrimento de otros.
Se asienta en la intolerancia y exclusión psíquico-social de la alteridad, del opuesto. Hacia nuestros días son múltiples las dinámicas del poder, fundamentalmente desde el sector privado aunque no exclusivamente, que se orientan al reforzamiento de la diferenciación y mutua exclusión de los entramados identitarios.
Como expresión paradigmática de estas intolerancias, encontramos a la “cultura de la cancelación” propia de los progresismos globalizados y la revitalización de proclamas abiertamente fascistas por parte de las nuevas derechas.
Ambos registros ubicados en veredas opuestas de la grieta se orientan explícita o implícitamente a una exclusión político-cultural y epistémica del otro que siente y piensa distinto.
La exclusión del otro no es meramente retórica, sino también material.
La “motosierra” en Milei se orienta a interpelar y actualizar una bronca hacia el Estado que muchas veces se retroalimenta con resentimientos a personas cercanas o conocidas que trabajan en el Estado y/o lograron o están logrando finalizar sus estudios en la universidad pública, en un centro de formación profesional.
Por un lado, es necesario reconocer el resentimiento espiritual originario que involucran las reacciones de derecha a los procesos nacional-populares: cuando la plebe vive mejor, los acomodados pierden distinción y centralidad.
Sin embargo, mientras el proceso sea nacional-popular, las derechas no tienen muchas chances en la instancia electoral.
Pero cuando el proceso deviene en socialdemócrata (progresismo globalizado), y el Estado ya no logra resolver las necesidades básicas de las mayorías y no se orienta hacia un modelo económico de Estado-producción-trabajo: ahí las derechas crecen como vimos en Argentina.
En este contexto, el resentimiento surge frente a la comodidad de quienes, teniendo su vida resuelta gracias a una cobertura selecta del Estado, solo se dedican a vivir su propia fiesta cultural progresista.
Esta fue la bronca frente al gobierno de Alberto Fernández y la caída en picada de su legitimidad vino aparejada a su desprestigio ascendente en las militancias y activismos populares en general.
Por ello, el giro que viene llevando adelante Massa es una clara expresión de distanciamiento de la condición de progresismo globalizado del gobierno de Alberto Fernández.
Desde un proceso nacional-popular las derechas no ganan electoralmente y el pueblo argentino ya no está para dictaduras.
Desde un proceso nacional-popular, afín a una ontología relacionista (coincidir de los opuestos) y comunitaria (donde no se excluye al que piensa distinto), es posible superar la ilusión de separación del individualismo moderno presente tanto en las nuevas derechas como en los progresismos globalizados.
Quizás tiene sepulturero
Por ello la grieta no murió, pero quizás tiene sepulturero. Y sin dudas que si hay alguien que puede ocupar ese lugar es Sergio Massa.
Después de las Paso, Massa agarró la batuta e implementó medidas benéficas e interesantes (demostrando una gran capacidad de escucha).
Se recuperó en buena medida la moral del movimiento nacional-popular a lo largo y ancho de la nación, en defensa de la patria (ante el peligro de Milei y Villarruel) y con una propuesta de conducción afín a una dirección distinta para el Estado a la que proponen los tibios progresismos globalizados.
Massa le está mostrando límites a sectores de la especulación económica y financiera, que hasta aquí han obtenido exacerbados beneficios a costa de la pérdida de capacidad adquisitiva de los argentinos: algo que no estábamos encontrando hasta antes de las Paso.
Pero además tomó la iniciativa en lo espiritual: Malvinas, el Papa y un ingreso humilde y emotivo en la celebración de la victoria en las elecciones generales de Unión por la Patria.
La disputa de sentido en las redes sociales es fascinante: destaco los materiales en que Maradona mostraba un gesto de cercanía y afecto por Sergio Massa. Es algo anecdótico, pero estas cosas son fundamentales: para la mística, el encuentro, las posibilidades de expansión de “un nosotros”.
Hay que reconocer que la creatividad y militancia popular en redes sociales ocupó un lugar importante en el crecimiento del rendimiento electoral reciente de Unión por la Patria.
Pero esto no hubiera sido posible sin las medidas que respaldaron dicha disputa de sentido (la combinación de un Estado nacional-popular con la creatividad emergente de lo social se construye un círculo virtuoso muy interesante).
Pero además Massa parece decidido a promover el crecimiento de la Argentina y lo cierto es que están dadas las condiciones para que eso suceda.
Decretó a viva voz la muerte de la grieta y, aunque eso no haya sucedido, si se lo propone quizás pueda ser su sepulturero.
Están dadas las condiciones para que ocurra. La sociedad manifiesta cansancio de la grieta y los ciclos que se repiten una y otra vez en nuestro país. Ya es tiempo de romper esa rueda. Hoy Milei es la garantía más grande de que esa rueda continúe.
Nota aparte: me parece fundamental que Massa le afloje a los gestos de solidaridad con el Estado de Israel en medio de la masacre que viene llevando adelante con el pueblo palestino. Esto debilita la moral de una parte importante del movimiento nacional-popular.
En la transición generacional del movimiento nacional y popular argentino (que tiene como primer gran hito al protagonismo de Massa y Kicillof, producto de sus capacidades de gestión) puede estar la llave político-institucional para la superación de la grieta que aún fractura ideológico-culturalmente a nuestro pueblo.
Axel llamando a “componer una canción nueva” me sugiere el mismo espíritu. Ojalá así sea, aunque no depende sólo de estos representantes.
La descolonización de las militancias también es fundamental para el tiempo presente y venidero. Las conducciones pueden proponer un proceso nacional-popular y las mayorías recuperar la iniciativa creativa y la pasión, aportando a expandir las posibilidades de dichas transformaciones.
Otras cartas
Quisiera compartir algunas reflexiones para la disputa discursiva de acá al 19 de noviembre.
En las cosas en las que puede llegar a tener razón Milei, como la quita de impuestos (exceptuando a los sectores concentrados) ya lo está haciendo y puede que lo siga haciendo Massa.
Por esto y otras cosas más, este último sostiene que su gobierno podría llegar a representar el fin de la grieta. Al parecer, está decidido a tomar lo mejor de cada espacio político. A esto se puede sumar que su identidad no es kirchnerista, sino peronista.
En concordancia con esto, plantea querer construir un gobierno de unidad en el cual no se corte por ideología (la comunidad no excluye al que piensa distinto).
Sergio Massa, con el respaldo de las medidas tomadas y las que esperemos que no deje de tomar, se adjudicó acertadamente el valor de la esperanza que pretende y está logrando encarnar.
Ahora puede servirse de otras cartas. La primera no la dispongo yo, sino que viene de la mano de Messi, que hace poco manifestó en una entrevista: “Después voy a disfrutar de mis vacaciones en la Argentina, que es la primera vez que voy a tener varios días de vacaciones en diciembre. Disfrutar las fiestas con tranquilidad y mi gente”.
Obvio que hay muchas palabras que puede ser destacadas: disfrutar, vacaciones, las fiestas, mi gente. Pero aquella que creo que es fundamental es tranquilidad.
El único candidato que le puede transmitir tranquilidad al pueblo hoy es Sergio Massa. Hay que jugar fuerte ahí. Reconociendo todo aquello que da tranquilidad: comer, tener dónde vivir, llegar a fin de mes, acceder a educación, salud, arte, recreación, nuevos horizontes.
Milei no puede transmitir tranquilidad, solo puede intentar catalizar toda la insatisfacción con respecto al presente y todo el anti-kirchnerismo y anti-peronismo.
Viendo la efectiva campaña del miedo que emprendió el movimiento nacional-popular en todo el país para garantizar la victoria de Unión por la Patria, la derecha pretende agitar ahora el viejo recurso de apelar a un miedo en torno a que la “Argentina se convertirá en Venezuela”.
No tenemos que dejar de jugar la carta del miedo por la catástrofe que puede implicar la victoria de Milei.
Así tampoco tenemos que dejar de jugar las cartas que no puede jugar Milei: la primera, como ya dijimos, la tranquilidad (peligro de catástrofe social); pero así también tenemos la posibilidad de apelar a la celebración de una propuesta nacional-popular donde ningún sector del pueblo quede afuera.
La alianza Milei-Macri parece apelar a un todo vale con tal de que no gobierne el “kirchnerismo” (necesitan construir que lo que viene con Massa no es distinto a lo que viene siendo).
Mientras Milei entra en el juego de Macri, el peronismo se reinventa una vez más: dispuesto a construir un pan-peronismo. Es posible identificar en la propuesta de Massa algunas directrices que, de ser sostenidas, van a buen puerto.
No demos la elección por ganada: hay tiempo para jugarnos los próximos cuatro años y el futuro de nuestro país.
Desconozco las posibilidades de derivas psicóticas de Milei encabezando una gestión de gobierno nacional, pero sí conocemos el posicionamiento explícitamente pro-dictadura de su candidata a Vicepresidenta.
El peronismo no es ni progresismo globalizado ni nueva derecha, es peronismo: es nacional-popular, si se quiere en clave gramsciana.
Por ello es más posible que el fin de la grieta venga de la mano del peronismo, porque la esencia ontológica fundamental del peronismo es el coincidir de los opuestos.
Tiene el potencial de integrar libertad e igualdad, desarrollo y cuidado ecosistémico, nacionalismo, latinoamericanismo e internacionalismo, ciencia y espiritualidad (en clave no dogmática) y política y espiritualidad (también en clave no dogmática).
El peronismo puede constituir todavía, una tercera posición (ideológico-cultural) entre los progresismos globalizados y las nuevas derechas.
El potencial está en sus orientaciones filosóficas más fundamentales. Y aunque el proceso que emerja exceda aquello que abarca la categoría de peronismo como identidad histórica, es muy probable que se le parezca mucho.
(*)Licenciado en Sociología y doctorando en Ciencias Sociales (FaHCE-UNLP), becario doctoral (IIGG-UBA/Conicet).