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La tierra dio un respiro pero las muertes mineras siguen

Con dos víctimas recientes en otras minas de Chile, el saldo de bajas suma 35 en lo que va de 2010.

Los técnicos retiraban las herramientas de la zona de la mina San José. Las cadenas de televisión ya habían apagado sus luces y abandonaban el campamento, montado en el medio del desierto, rumbo a la ciudad a perseguir a los 33 sobrevivientes. Y al mismo tiempo, la cruda realidad para el resto de los mineros chilenos continuaba su cotidiano suplicio: el jueves por la noche, en el interior del yacimiento trasandino de Botón de Oro en Petorca, región de Valparaíso, un minero a mil metros de profundidad murió cuando una roca de una tonelada le cayó encima. La semana pasada, en un accidente similar falleció otro trabajador en La Carlota, en La Ligua, un establecimiento minero que no tenía autorización legal para estar abierto. En la última década las muertes suman 375 y en lo que va del año perdieron la vida 35 mineros.

En la propia mina de San José en Copiapó ya habían muerto varios mineros desde el 2004 y la exigencia del sindicato por su cierre fue rechazada entonces por la Corte de Apelaciones en Chile.

La empresa propietaria de esta mina tardó seis horas en avisar del derrumbe del 5 de agosto pasado, se declaró en quiebra y dejó de pagar a sus trabajadores.

Ante estos dramáticos datos, el presidente de Chile Sebastián Piñera anunció un plan general de mejoras, que aumente la seguridad de los trabajadores.

La emoción empañó los ojos de millones de personas en todo el mundo, la televisión e internet permitían seguir el rescate en directo. Pero una vez terminado el operativo, los compañeros de trabajo en la misma mina –pero que no quedaron atrapados– siguen desocupados, y lejos de las ofertas millonarias mediáticas por contar cómo fueron los 69 días sepultados bajo tierra.

El yacimiento minero de San José probablemente no vuelva a operar jamás, debido a los problemas financieros y legales que afrontan sus propietarios, responsables de una insuficiente seguridad en las profundidades que hizo que Los 33 de Atacama permanecieran 70 días bajo tierra.

Pero el rescate ha puesto en el ojo del huracán a una mina que tenía más de un siglo de antigüedad y operaba en unas condiciones precarias, y que puso de manifiesto las carencias de los miles de trabajadores de este sector.

Piñera anunció que instalará en la mina de San José un memorial en recuerdo de las víctimas de los accidentes mineros, accidentes a los que en estos últimos días se han sumado dos muertes en las profundidades, y que cobran más significado envueltas en la euforia que vive el país tras el exitoso rescate de los 33. La última víctima fue Roberto Benítez, de 26 años, a quien el jueves pasado, cuando se apagaban los rumores de los festejos en Copiapó, le cayó encima una roca de una tonelada de peso mientras faenaba a mil metros de profundidad en un yacimiento en Valparaíso.

La mayor tragedia en Chile fue en una mina fue en Sewell, en 1950, donde murieron 411 personas. En el mismo lugar ya habían muerto 355 mineros en 1945, asfixiados por un incendio en “la tragedia del humo”, en la mina en manos de la Braden Copper Company.

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