La inflación se desbocó, la meta de 15% planteada a principios de año por el gobierno nacional ya es una foto sepia. A tres meses de finalizar el año, el costo de vida aumentó un 32 por ciento y estiman que alcance el 45% en todo 2018. Como suele decirse, los precios suben por el ascensor y los salarios por la escalera: las paritarias promedian apenas un 25%. Por lo que la pérdida del poder adquisitivo del salario es una realidad. El ajuste se instaló en los hogares argentinos, que empiezan a recortar gastos para llegar a fin de mes. Pero, en momentos de crisis, ¿qué es lo que estamos dispuestos a resignar?
Según un estudio del Centro de Economía Política Argentina (Cepa), que puso la lupa en los efectos de la devaluación y el aumento de precios durante septiembre, los rubros más afectados fueron “recreación y esparcimiento” y “frutas y verduras”: un 69% de los entrevistados prefirió resignar salidas recreativas, tal vez el primer ítem a recortar cuando la plata no alcanza; preocupa más que el 63% haya recortado su consumo de frutas y verduras, porque aquí lo que se afecta es una alimentación más saludable.
En cambio, hay rubros que los argentinos por ahora se resisten a recortar: medicamentos y lácteos. La mayoría de los encuestados dijo que mantuvo el consumo que venía teniendo. Mientras que fue insignificante el total de entrevistados que dijo haber incrementado su consumo: por ejemplo, un 5% de afortunados dijo haber consumido más carne en el período examinado.
De esta manera, el Cepa analizó el comportamiento del consumo en siete rubros diferentes: lácteos, carnes, frutas y verduras, gaseosas, jugos y sodas, recreación y esparcimiento, combustible y medicamentos.
En el recorte socioeconómico se puede apreciar diferencias bien marcadas: mientras que los sectores bajos tendieron a reducir el consumo de alimentos de primera necesidad; las clases medias comenzaron los ajustes por las salidas recreativas y el combustible.
“La devaluación del peso tuvo un marcado efecto sobre los precios, especialmente en alimentos, medicamentos y tarifas”, expresó el informe y sobre los “cambios recientes en los hábitos de consumo”, relevó: “El 34% de los participantes de la encuesta disminuyeron el consumo de lácteos, el 54% el de carnes, 63% frutas y verduras, 44% gaseosas, jugos y soda, 69% salidas y esparcimiento, 39% combustible y 23% medicamentos. En el otro extremo, solamente el 4% de los encuestados incrementó el consumo de lácteos, 5% de carnes, 1% de frutas y verduras, 1% gaseosas, jugos y soda, 1% salidas, 2% combustible y 2% medicamentos”.
En lo referido al recorte socioeconómico, el estudio detalló: “La evolución del consumo muestra que en todos los niveles socioeconómicos (alto, medio, bajo) hubo un porcentaje relevante de encuestados que disminuyó las cantidades consumidas. En términos generales, mientras que los de nivel socioeconómico bajo tienden a reducir más el consumo en productos de primera necesidad, los sectores medios y altos lo hicieron en salidas recreativas y combustibles”.
El 73% de los encuestados de sectores altos admitió que recortó el consumo destinado a salidas recreativas y esparcimiento, siendo el sector socioeconómico que más recortó en este aspecto ya que las clases medias lo hicieron en un 71% y los sectores bajos en un 61%.
En cuanto al consumo de combustibles, fue la clase media la que más restringió su uso: el 41% dijo haber cargado menos nafta. En este rubro, ajustaron el 37% de los sectores bajos y el 32% de las clases altas.
Respecto a los hábitos de consumo referidos a las carnes, el 59% de los sectores socioeconómicos bajos restringieron el consumo. Mientras que apenas un 36% de las clases altas admitió haber consumido menos carnes y un 56% hizo lo propio en los sectores medios.