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La tornería de zona sur que se transformó en un teatro

El actor y director teatral local Nicolás Jaworski busca desde el financiamiento colectivo el dinero que necesita para terminar de equipar un viejo galpón familiar que hoy cuenta con una sala de usos múltiples y un bar concert en el Pasaje Amsterdam, a la altura de Sarmiento al 4800

Los ruidos de un viejo taller metalúrgico de la zona sur de la ciudad, que supo de épocas de gloria claramente mejores que el presente, se silenciaron hace algunos años, una vez más por las sucesivas crisis económicas que, como las tragedias, siempre están volviendo. En tiempos de inmigración, una pareja de ucranianos abrió las puertas del galpón-taller en Pasaje Amsterdam al 1100 (Sarmiento al 4800). Por entonces, para trabajar asociados al auge del ferrocarril. Años después, aquél taller quedó en manos de uno de sus hijos cuando, desencantados por la primera crisis del sector, emigraron a Estados Unidos.

Nicolás Jaworski, actor y director teatral local, nieto de aquellos ucranianos, heredó el taller y el conocimiento de manos de su padre, a quien acompañó en la tarea diaria hasta su fallecimiento. De todos modos, lo suyo era el arte desde el momento mismo que decidió dedicarse al teatro, con un recorrido que además de un puñado de obras lo acerca hasta el presente desde la Compañía Teatral Tablas Rodantes, creada hace casi una década y con la que estrenó una recordada versión de Arlequín, servidor de dos patrones, de Carlo Goldoni, que cada tanto reaparece en escena en algún espacio abierto de la ciudad, montada sobre un carromato móvil que construyó en la tornería y taller con la ayuda de su padre.

Con la clara convicción de que ya era hora de seguir el deseo, hace tres años, Jaworski resolvió transformar el viejo galpón en un espacio para el arte que del pasado aún mantiene la prepotencia de trabajo y el nombre: La Tornería Espacio Cultural, que comprende una sala de uso múltiple y un bar concert en el ingreso.

“Este proyecto de sala de teatro independiente surgió de la necesidad de contar con un espacio cultural en la zona sur de la ciudad, que de a poco se fue redescubriendo, y desde el municipio se le fue dando más importancia, y mayor vida, intentando que no sólo el centro de la ciudad o el río sean una atracción para los rosarinos”, sostiene Jaworski a modo de enunciado en la página www.idea.me, donde por estos días busca apoyo para el financiamiento colectivo de lo que le falta para terminar de concretar el espacio tal como lo soñó. Es así que desde el crowdfunding intenta conseguir los 100 mil pesos que le faltan para comprar las sillas de la sala y equiparla técnicamente, al menos en parte.

“Más allá de la plata que me falta para terminar este proyecto, todo lo demás me viene dando sólo alegrías y satisfacciones; es muy emocionante que frente al esfuerzo que estamos haciendo la gente se presente con tantas ganas de colaborar. Me refiero a los colegas, a los teatristas y músicos del medio, pero sobre todo a los vecinos del barrio que me están ayudando muchísimo y están todos muy entusiasmados con el lugar”, dijo Nicolás a El Ciudadano acerca del viejo galpón familiar devenido en espacio cultural que buscará romper con cierta lógica que indica que los teatros sólo pueden estar en el centro de la ciudad, y apuntalando una movida iniciada por La Grieta en Centeno a 1700, a unas quince cuadra de La Tornería, del mismo modo que el Galpón Tablada en 1º de Mayo al 3000.

“Este era el galpón de mi viejo, acá laburábamos; él lo había heredado de mi abuelo y puso una tornería, un taller metalúrgico. Mis abuelos partieron para Estados Unidos porque acá había cerrado el ferrocarril y se fundieron, por entonces tuvieron que despedir a diez operarios. Como habían venido de Ucrania y habían montado ese taller, se tuvieron que ir, pero mi viejo se quedó, y con mucho esfuerzo continuó con el taller, lo amplió y laburó toda su vida, incluso yo trabajé mucho al lado de él, hasta hace diez años cuando decidí dedicarme a lo que mejor me hace en la vida que es el teatro”, dijo Jaworski.

“En ese momento –continuó– presenté el proyecto del Carromato que salió, y casi al mismo momento tuve un complicado accidente en moto que desencadenó otras tragedias incluso la muerte de mi viejo. Fue un momento muy complejo: al mismo tiempo que hacía teatro laburaba en el taller metalúrgico porque tenía que sobrevivir, pagar deudas. Pasaron casi siete años en los que logré superar un poco la amargura de la pérdida, hice el duelo. Ese fue el momento de decidir: y decidí cagarme de hambre pero al menos haciendo lo que más me gusta que es el teatro. Se me había vencido la habilitación y los vecinos me decían que alquile el galón como cochera, pero preferí abrir una sala, un centro cultural, y estoy feliz con esa decisión más allá de lo que pase”.

Todo por un sueño

“Siempre fui consciente de que sería un gran sacrificio y que los ingresos quizás no fuesen los esperados. De todos modos, hace tres años, empezamos a trabajar para transformar el galpón en lo que es ahora: en principio fue limpiar, acomodar y sacar las máquinas”, dijo. Y completó: “Después vino el piso de madera, los detalles de albañilería, de pintura y ahora la etapa de las terminaciones y el equipamiento que es para lo que estamos pidiendo ayuda. Tenemos en este momento una carpeta presentada al Instituto Nacional del Teatro (INT) para la habilitación y pedido de subsidio de sala pero es algo que puede demorar muchísimo y quizás el dinero no sea suficiente. También me presenté en la Municipalidad pidiendo un subsidio para comprar el equipo de luces pero no me lo dieron. Y al mismo tiempo me presento por estos días en el programa Escena Santafesina del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia para fomentar la programación de la sala”.

Un espacio compartido

“La sala tiene un bar, es un ingreso que me sirve para sostener abierto el lugar, y sirve también para que los vecinos vengan, consuman algo y conozcan el espacio. Al mismo tiempo me acompañan mucho, me regalan cosas: sillas, lámparas, vasos; vienen a ayudar, a limpiar, vienen a estar que ya es muchísimo. Vamos a ver si la cosa sigue así con las actividades que estamos poniendo en marcha y donde será inevitable cobrar una entrada”, evaluó el Jaworski acerca de la nueva etapa que se viene en La Tornería.

“La zona es muy buena, estoy a una cuadra de San Martín que es un sector comercial importante más allá de que en los últimos años, por la crisis económica, bajó bastante todo y los negocios duran cada vez menos. Lo que más me ayuda es que el galpón es mío, lo heredé y vivo acá. Eso me ayuda mucho porque no pago alquiler. Y creo que quedarme en este que es mi barrio y apostar por lo cultural va a dar sus frutos. En Europa o en Buenos Aires mismo es muy común encontrase con salas y centro culturales de este tipo por fuera del radio céntrico. Uno camina por esas ciudades y ve una lucecita a lo lejos; cuando llegás es un barcito con espectáculo, y eso es un poco lo que buscamos acá”.

Ahora, La Tornería cuenta con un salón despejado de usos múltiples de 90 metros cuadrados que está posterior al ingreso, “que es apto para teatro y también para danza, porque todo el espacio tiene un piso flotante de madera que por suerte puse al comienzo; hoy sería incomprable”, detalló Jaworski con relación a la sala principal que en el ingreso, aproximadamente desde la mitad del terreno hacia el frente, cuenta con una barra y un barcito pensado para café concert, como pasa con otros espacios de la ciudad.

De todos modos, la división es móvil y en caso de ser necesario, ese espacio inicial se puede integrar a la totalidad de La Tornería. “Para que eso pase en algún momento, por ejemplo, debería completar el piso de madera en el bar que aún conserva el piso original del galpón”, expresó.

Buscar apoyo

https://www.idea.me/proyectos/68667/la-torneria-espacio-cultural?fbclid=IwAR0Tw9jX5FN8czEfSgfn5lLws_IzGXBHpfWKMWCfUP1eJuUhcjvKHBBicrs

“El crowdfunding es, de algún modo, encontrar ese aporte que falta en la comunidad, en el barrio, en la gente; se hace muy difícil por la situación general que estamos viviendo y por la misma desconfianza que tiene la gente con este tipo de cosas, por ejemplo con poner los datos de la tarjeta en una página. Pero es un aporte a cambio de una recompensa: pagás 100 mangos pero venís y te tomás una birra. Es como un boucher o un Grupón; ese aporte es hacia un espacio que algún día, directa o indirectamente, te va a beneficiar. Ahora te tomás la cerveza o te comés algo, un poco más adelante los vecinos o los rosarinos que tengan ganas de colaborar podrán venir, disfrutar de un espectáculo sentados en una silla cómoda, lo que vean va a estar bien iluminado, se va a escuchar bien. No estamos pidiendo una limosna es una ayuda para terminar de aportar a un espacio que será para toda la comunidad”.

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