Los análisis del Fondo Monetario Internacional (FMI), se sabe, suelen ser sesgados en cuanto a las respuestas que proponen, pero vale la pena retomar las preguntas que se hacen sus técnicos, que últimamente convocan a evitar una “trampa de bajo crecimiento” en la economía global.
En el paper que Christine Lagarde acercó a los líderes el G-20 al inicio de sus deliberaciones en la ciudad china de Hangzou, el diagnóstico sobre la situación internacional fue crudo.
Así resaltó que este será el quinto año consecutivo de crecimiento del PIB global por debajo del promedio que tuvo entre 1990 y 2007 (3,7 por ciento).
Para tener una idea de la gravedad de la situación, Lagarde destacó que el mundo no enfrenta una situación similar desde principios de los 90, cuando se produjeron grandes reacomodamientos por el fin de la Guerra Fría.
Las economías desarrolladas lucen peor: se mueven un punto porcentual por debajo del promedio 1990-2007 por las consecuencias de la crisis financiera de 2008.
La débil demanda marca un panorama que Lagarde describió con claridad: “dado que las empresas reducen su capacidad de producción y los trabajadores desempleados abandonan la fuerza laboral, sus aptitudes críticas se deterioran; la débil demanda también provoca una caída del comercio, lo que se suma al crecimiento decepcionante de la productividad”.
En las llamadas “economías emergentes” la situación también muestra una desaceleración que la número uno del FMI identificó con una “vuelta a la normalidad histórica” luego del crecimiento “a tasas chinas” de la década de los 2000.
En esto pesa “el reequilibramiento de la economía china desde la inversión hacia el consumo, y desde la demanda externa hacia la demanda interna”, un movimiento que está teniendo impactos en los países en desarrollo.
Vinculado a esto, el “fuerte descenso de los precios de las materias primas” genera una “nueva realidad” a la que será “difícil y prolongado” adaptarse, advirtió.
El cóctel peligroso que avizora el Fondo se completa con “un aumento de la desigualdad”: “en una amplia muestra representativa de economías avanzadas, el ingreso del 10% superior aumentó en alrededor del 40% en los últimos 20 años, mientras que creció de manera muy moderada en los grupos de ingreso más bajo”.
A partir de esto, vienen las habituales respuestas del Fondo, a favor de reimpulsar la liberalización y la “globalización”, en lugar de abrir la posibilidad a emprender caminos alternativos.
Es que Lo que le preocupa a Lagarde en este contexto es que se genere “un clima político en el cual las reformas se estancan y los países recurren a políticas proteccionistas”.
Antes de que una misión del Fondo llegue después de muchos años a la Argentina, puede ser de utilidad repasar el recetario que la economista francesa le alcanzó al G20.
Entre las “medidas de política contundentes para evitar lo que podría convertirse en una trampa de bajo crecimiento”, Lagarde propuso, por un lado, que en los países desarrollados la política fiscal desempeñe “un papel más importante” para impulsar la demanda.
En segundo lugar, advirtió sobre la necesidad de realizar “reformas estructurales”, vinculadas con mecanismos de mercado. Además, propuso “la revitalización del comercio mediante la reducción de los costos comerciales y la disminución de las barreras comerciales temporales”.
“Es fácil culpar al comercio de todos los males que afectan a un país, pero frenar el libre comercio supondría paralizar un motor que ha permitido conseguir mejoras sin precedentes del bienestar en todo el mundo a lo largo de muchas décadas. Sin embargo, para que el comercio beneficie a todos, las autoridades económicas deberían ayudar a aquellos que se vean negativamente afectados a través de la recapacitación, el fortalecimiento de las capacidades, la asistencia profesional y la movilidad geográfica”, sostuvo.
Por último, Lagarde le puso un tinte de “nueva época” a sus recomendaciones al considerar que se deben “fortalecer las redes de protección social” en los países emergentes.
En forma paralela, el Fondo no dejó de alertar sobre la posibilidad de nuevas turbulencias financieras con impactos no del todo predecibles par la economía global.
“La volatilidad financiera podría regresar, disparada por tensiones geopolíticas o riesgos asociados con las negociaciones luego del voto del Brexit. El crecimiento global podría verse perjudicado por una falta de consenso para la reforma o aumentos en las tasas de interés derivadas de una caída en las expectativas inflacionarias”, señalaron también los técnicos del Fondo.
Además, en el organismo con sede en Washington volvieron a poner la lupa sobre una situación potencialmente inestable en China a partir de las reformas que viene encarando hace un par de años.
En ese contexto, los posibles impactos de los ataques terroristas y la crisis de los refugiados que afecta a Europa también son temas que preocupan a quienes siguen de cerca la marcha de la economía global.
El diagnóstico parece ser tan complejo como faltas de imaginación y consenso en las respuestas por parte de los líderes globales que se reúnen por estas horas en China.