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La transformación de «Ni una menos» en las voces de sus protagonistas

La socióloga Agustina Rossi, integrante Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), analizó en su tesis de Maestría cómo cambiaron las vidas de las mujeres de distintas edades que participaron de la primera marcha contra la violencia de género, en 2015
Por Eva Marabotto- Télam
La socióloga Agustina Rossi convirtió su tesis de maestría en «Nunca seremos las mismas», un libro que da cuenta de cómo cambió la vida de las mujeres que participaron de la primera movilización de «Ni Una Menos», hace ocho años, en las voces de sus protagonistas.

A partir del testimonio de quince mujeres de distintas edades y diversas trayectorias, Rossi da cuenta de cómo se modificó su percepción sobre el feminismo, la violencia, la acción colectiva, las tareas del hogar y de cuidado e incluso la sexualidad.

Desde el título mismo del libro que publicó LEA , en el que trabajó dos años, en base a la tesis que presentó para la Maestría en Estudios de Género del Colegio de México, Rossi -parte del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA)- muestra la cara menos conocida del ya mítico 3 de junio de 2015: las transformaciones en la vida cotidiana de sus protagonistas.

En una entrevista con Télam, Rossi describió el modo en el que realizó la investigación y reseñó las conclusiones de su trabajo que da cuenta de algunas de las consecuencias que tuvo la ola violeta en las vidas de quienes marcharon por primera vez.

-Télam: ¿Con qué criterio elegiste a las 15 entrevistadas para dar cuenta del cambio que vivieron?

-Agustina Rossi: Me interesaba rescatar una mirada intergeneracional, que hubiese distintas edades. Pero también busqué a quienes nunca habían participado de una movilización e incluso no se hubieran definido antes como feministas y estuvieran en distintas etapas de su vida. Ellas mismas eligieron el nombre con el que iban a ser nombradas.

.T.: ¿Encontraste alguna diferencia en los distintos rangos etarios?

-A.R.: Sí, por condicionamientos históricos, políticos y culturales. Por ejemplo, la manera en que las mujeres de 60 años trabajan el tema del silenciamiento, la violencia y el acercamiento a la política está muy atravesada por lo que vieron de la dictadura y expresiones como «algo habrán hecho» que llevaban también a los discursos de violencia. Es un concepto que tuvieron que deconstruir. En cambio, las mujeres de 20 no tuvieron presente ese discurso mientras crecieron.

-T.: Sin embargo, ¿hay coincidencia respecto del feminismo?

-A.R.: Hay un acuerdo en que el feminismo es un movimiento que las ayuda a liberarse y a deconstruirse, que es un movimiento que las ayudó a reconocer su poder, reconocerse como sujetos políticas, pero la manera en la que cada una se puede reconocer como feminista es distinta. Las de 20 años se consideran automáticamente feministas y creen que hay que destruir todo y volver a construir el mundo y no conciben una pareja que no comparta sus ideas sobre aborto, por ejemplo.

Las de 30 se consideran más feministas que políticas porque todavía hay un rechazo de la política. Les parece importante hablar con padres, parejas, hermanos o amigos y tomarse el trabajo de ayudarlos o acompañarlos en la deconstrucción. Las adultas no pueden decir que son feministas ya que consideran que si no van a todas las marchas no tienen derecho a decirlo. Para ellas pesa la culpa porque así lo aprendieron. Pero sí creen que pueden acompañar a las nuevas generaciones, entonces llevan a sus hijas a las movilizaciones o hablan con sus hijos varones.

-T.: Esos cambios que se registran en la vida de las mujeres incluso llegan a la intimidad, a cuestiones de sexualidad.

-A.R.: Es que cuando ellas empezaron a hablar más entre ellas, empezaron a entender que esas relaciones de desigualdad y de poder estaban presentes en sus vínculos más íntimos. Entonces empezaron a decir que no tenías el derecho de decidir si no querías, que en las parejas había posesión y celos y la sexualidad estaba muy atada a responder los deseos que el otro tenía. Las mujeres tenían que estar fingiendo todo el tiempo. Una reconoció que no sabía lo que era un orgasmo. Porque la sexualidad estaba muy atada a lo

que quería el hombre y no estaba la posibilidad de decir lo que le gustaba a ella. Por eso en los primeros relatos aparecen las historias de relaciones sexuales con historias de abuso o relaciones que no eran elegidas.

-T.: ¿Qué sucedió con el trabajo del hogar o el cuidado de niños o ancianos?

-A.R.: Muchas dicen que les toca a ellas la organización de ese reparto, el decirles qué necesitan a los hombres que hagan. También el estar atentas a que no vuelvan a cargarles con todo o que no les digan: «Te limpié el baño» o «Te puse el lavarropas». Entonces, estos cambios recargan a las mujeres, Cuentan que los hombres tienden a ocuparse más de llevar y traer a los hijos, pero no de otras cosas. Hay una valoración distinta de las tareas que hacen. Los hombres cocinan, y ellas están al lado dándoles charla. En cambio, ellas limpian el baño y nadie las acompaña.

-T.: ¿Cómo ven las más jóvenes esta distribución de tareas?

– A.R.: A ellas les gustaría que las más grandes se liberasen. Les gustaría que sus madres dejasen de planchar, o de servirle la comida a su papá, Pero las más grandes, ven ciertos espacios como posibilidades, Las más chicas ven que en las comidas familiares, las mujeres son las que se levantan para juntar los platos y lavarlos, pero las más grandes ven que en la cocina tienen un lugar para conversar a solas, para tratar los temas que les interesan. Algunas mujeres consideran que terminar con los mandatos no puede ser otro mandato. Algunas no han logrado romper con eso, pero ven en esos espacios la posibilidad de abrir un diálogo.

-T.: Las mujeres que dan su testimonio resaltan la experiencia colectiva. Aseguran que no quieren dejar de participar de la marcha por lo que genera el conjunto.

-A.R.: En principio lo colectivo de las movilizaciones fue lo que le permitió a las mujeres ver que pueden ser toda esta enorme diversidad. Lo colectivo les dio la posibilidad de canalizar historias que ellas tenían, cuestionamientos propios. Pero también, que se podía lograr algo porque eran muchas.

-T.. Al hablar entre ellas, muchas mujeres descubrieron que ciertos piropos o gestos eran situaciones de violencia.

-A.R.: Claro. Con el hablar como praxis, estos temas se problematizan. Entonces, temas que uno vivía en silencio, puede ver que son violencia, porque ve el impacto que tuvieron en otras personas. O porque terminaron en un femicidio. Pero también cuestiones como que las mujeres cobremos menos que los varones. Para muchas fue la primera vez que escuchaban eso, que los hombres ganaban más como parte de un sistema patriarcal. Que un femicidio no era un crimen pasional.

-T.: ¿Todas las mujeres que entrevistaste coinciden en que la experiencia es irreversible?

-A.R.: Para todas, de una forma u otra, una vez que vos entraste en contacto con estos discursos, no hay vuelta atrás. Incluso para aquellas mujeres que participaron únicamente de una movilización y después no siguieron participando por distintos motivos.

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