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Nicola: La transgresión como práctica

Una de las personalidades más relevantes del mundo artístico, Nicola Costantino, estuvo en su ciudad. Aquí repasa su carrera y se refiere a algunas de sus polémicas obras, como una instalación sobre el peronismo en la última Bienal de Venecia.

En el mundo del arte hablar de Nicola Costantino es como, en el deporte, hacerlo de Lionel Messi. Además de su origen rosarino, ambos comparten la admiración y el respeto de pares y críticos de todo el mundo: ella expuso en la meca del arte, en la última Bienal de Venecia y él sigue rompiendo récords en España. Ambos, además, acaban de tener sus propios documentales oficiales y, en los dos casos, sólo fueron estrenados en Rosario gracias al Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales que, en su reciente edición número 22, los programó para inaugurar y concluir el festival, respectivamente.

En ese marco, El Ciudadano tuvo un encuentro exclusivo con la célebre artista, donde propuso un recorrido por toda su carrera repasando su trayectoria: desde las primeras conexiones con sus padres que, sin saberlo, le estaban marcando un camino y un universo de sentido hasta sus búsquedas más internas. Pero también habló sobre los procesos de producción, la perfección y lo conceptual; se refirió a lo transgresor y a la reflexión: al presente del arte político y a su desembarco en Venecia: a los rastros de su “rosarinidad” y a la rebeldía de sus mensajes. Y confió: “Puse la mirada en esas cosas que están aceptadas pero que también tienen una violencia encubierta y están tapadas”. Y en torno de potencialidades y posibilidades del arte para cuestionar el mundo amplió: “Creo que eso sigue siendo algo vigente, aunque ya no existan los grandes enemigos”.

—Si tus padres hubieran tenido otras profesiones, ¿tu búsqueda hubieran sido distinta?

—Eso nunca lo sabremos. No niego la influencia que, al haber crecido en la fábrica de ropa de mi mamá, tuvo en todo mi trabajo; sobre todo en tanto desarrollo de una capacidad para trabajar lo tridimensional. Por ahí la conexión con mi padre cirujano sí era una cosa que ni veía o quise ver pero recién ahora comprendí todas las cosas que me marcaron de él. Y creo que sigo alimentándome de esas cosas; siempre sigo yendo a esas fuentes.

—Entre búsquedas estéticas y actos involuntarios que se cuelan en la pantalla, la película está llena de guiños simbólicos. Hay escenas donde la búsqueda por un orden prima como acción casi irracional. ¿Cómo se descifra esa búsqueda de ordenamiento  en relación con la rebeldía que proponen tus obras? ¿La película te permitió descubrir aspectos de tu personalidad que no conocías?

—Sí, me obligó a ver un montón de cosas. Pero lo que vos me comentás no es una cosa nueva. Si vos agarrás mis prendas de tetillas (Peletería humana) verás que está todo hecho con una minuciosidad y perfección enorme. O sea, todo lo que tienen mis trabajos de provocadores o rebeldes es, quizás, a nivel conceptual. Lo transgresor no tiene por qué ser una cosa loca o zarpada. Puede ser una cosa elaborada, pensada, controlada, que busque la perfección; es esa balanza entre la violencia de la idea y lo que ves que parece estar realizado por un sastre del siglo pasado. En la elaboración de la obra, en la redacción de los textos, todo está súper pensado, elaborado y pulido.

—Tus obras escapan al consumo inmediato y apuestan a las múltiples posibilidades de interpretación…

—Sí, y a posibilidades que no sabés para dónde van y tienen que ver con una decisión del espectador ver cómo interpretarlas; por eso hay aproximaciones muy opuestas: gente que me ama y me odia.

—Muchas de tus obras tienen un carácter autorreferencial. ¿Cuáles son los retos en ese juego dialéctico?

—Cuando empecé a trabajar encarnando personajes o incluso cuando hice los tráilers (Trailer) sobre la historia de mi maternidad sentí que estaba trabajando con ese material para reflexionar o mostrar cuestiones que tienen que ver más con el género: las problemáticas, los miedos o los deseos de una mujer que decidía hacer lo mismo que hago yo.

—¿Cómo ves que fue variando tu obra desde la juventud hasta el presente?; los modos de expresión ¿mutaron al ritmo de ese crecimiento personal o hubo un quiebre?

—Empecé a producir a los treinta y hasta los cuarenta hice una gran cantidad de obra. Eran cosas muy complejas como algunas esculturas con animales. Creo que era agobiante para mí. Hay un cambio pero creo que las personas cambian. Me parece que ese nivel de intensidad o profundidad que tenía fue acotado a esos diez años. Después empecé a poner la mirada en otras cosas; la primera obra que hice como protagonista fue la del jabón (Savon de corps) y seguí con la fotografía, los videos. Era difícil seguir en el mismo tema que en esos diez años. Hubo un cambio necesario.

—Tu búsqueda ¿sigue mutando?

—Sí, a mí me gusta mucho cuando se presenta algo diferente; esta película logró entusiasmarme porque salía del circuito de galerías, museos y exhibición de arte que llega a un punto donde el público siempre es el mismo. Siempre siento un gran entusiasmo por las cosas nuevas. El cambio siempre fue mi motor.

—Tus obras están cargadas de cuestionamientos sociales; ¿a quién discute el arte político hoy? ¿Cuáles son sus actuales potencialidades y posibilidades?

—Cuando tenía veinte años terminaban las dictaduras latinoamericanas y los artistas ya habían abrazado el sentido de su obra y de su vida en la militancia política y en la lucha por la libertad y por la denuncia. Eso ya lo habían hecho mis antecesores y, aunque no tenía bien en claro qué quería,  sentía que quería hacer algo diferente. Puse la mirada en esas cosas que están aceptadas pero que también tienen una violencia encubierta y están tapadas. Creo que eso sigue siendo algo vigente aunque ya no existan los grandes enemigos. Hoy está todo mezclado.

—Cada vez que un artista se mete con los símbolos peronistas se lo cuestiona. ¿Cómo viviste la experiencia de la Bienal de Venecia con la instalación “Rapsodia inconclusa”?; ¿te sorprendió que desde el gobierno te sugirieran  algunos cambios?

—Siempre una obra tiene sutilezas. El que la recorría tenía una impresión que, para mí, estaba lograda; lo peligroso es que, a la cosa sutil que la obra siempre tiene, se la cierre con algo didáctico. Nunca pretendí ser didáctica. Y con eso sentía que estaban arruinando todo y no lo podía permitir. Los artistas siempre pensamos que a nadie se le va a ocurrir meterse con una obra porque es inconcebible, porque no sucede en ningún lugar del mundo, pero acá pasó y se trató de alterar la sutileza.

—Algo de la “rosarinidad”, ¿está presente o se impregna dentro de tu producción artística?

—Mi formación fue absolutamente local. Viví acá hasta los treinta. Aunque en ese momento no lo reconocía y pensaba que estar en Rosario era lo peor que me podía pasar y quería irme, mi formación como artista y persona ocurrió acá. Después me di cuenta que fui afortunada en formarme en ese ambiente politizado, en la apertura de la democracia, en un lugar alejado del mundo internacional y de la moda.

Constantino, “La Artefacta”

La Artefacta es el título del documental que realizó Natalie Cristiani sobre la controvertida y admirada artista plástica rosarina. En el film la directora italiana le tiende una mano al espectador y lo invita a ingresar al mundo de Costantino y el riguroso proceso de preparación de su propuesta exhibida en Venecia. “Esta película no es solamente un retrato de Costantino sino que también nos eleva en forma única en su arte, convirtiendo a los espectadores en participantes”, declaró Cristiani en relación con las búsquedas planteadas al dar cuenta de la vida de la artista en tanto valoración estética y narrativa.

De Rosario al mundo

Nacida en Rosario en 1964 cursó Bellas Artes con especialización en escultura en la UNR. Su primera muestra individual fue Cochon sur canapé (1992), considerada precursora del arte contemporáneo en Latinoamérica. De allí en más, la artista recorrió el mundo con su obra provocadora, los moldes realistas de animales y los jabones realizados con la grasa liposuccionada de su cuerpo. En los últimos años, su interés en la videoperformance la condujo a crear la obra autorreferencial Trailer, su primera producción cinematográfica, y a abordar un personaje histórico femenino paradigmático como Eva Perón en Rapsodia inconclusa.

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