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La tristeza de un padre tras el macabro homicidio de su hija

Por Ana Laura Piccolo.- Florencia Chanampa tenía 15 años cuando fue encontrada descuartizada dentro de un pozo en su casa de Funes.

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A los 15 años Manuel ya vivía solo y a los 16 fue padre por primera vez. La pequeña se llamó Florencia y estuvo a su lado hasta los ocho meses de vida, cuando su mamá, con quien nunca había formado pareja, abandonó Roldán y se volvió a Funes, donde se casó con un hombre que reconoció a la niña. Lo que siguió fueron interminables intentos por acercarse, en vano, a su hija. La volvió a ver a los dos años, desde lejos, con la complicidad de una tía. Hasta que la suerte se puso de su lado cuando la nena cumplió siete: “Florencia te quiere conocer”, dijo una voz detrás del teléfono que le devolvió la esperanza. Manuel recuerda cómo la emoción le estalló en llanto y no puede olvidar ese “hola papá” que recibió cuando fue en su busca, ya convertido en albañil, casado y con dos hijos. Desde entonces comenzaron una relación intermitente en la que se asesoraron para el cambio de apellido y tuvieron varias convivencias interrumpidas, incluso cuando, a los 15, Florencia fue mamá. Pero enseguida el destino se volvió a interponer en su paternidad, y esta vez, para siempre. Fue en mayo pasado, cuando un llamado sin muchas precisiones le decía que su hija lo necesitaba. Se imaginó lo peor al toparse con bomberos y sirenas policiales, pero nada superó la realidad. Los uniformados desenterraban el cuerpo mutilado de la adolescente de un pozo ciego ubicado al lado de la casilla que había construido en el fondo de la casa de su madre. En el mismo predio vivía el hermano de su padrastro, un hombre de 42 años que confesó el crimen. Pero para Manuel la lucha no terminó. Además de buscar que todo el peso de la ley recaiga sobre el asesino de su hija, quiere que la Justicia le reconozca derechos sobre su nieta, que en septiembre cumple dos años.

“Lo que más quiero es que se haga una buena justicia. Primeramente la de Dios, pagar y padecer su merecido. Y después quiero reconocer a la nena, que ella lleve mi apellido”, dijo Manuel luego de recordar que tras la muerte de su hija sufrió reiterados maltratos por parte de las instituciones que ante sus preguntas le respondieron que “la hubiese reconocido” antes.

“Nunca supe nada”

El cadáver de Florencia Chanampa fue hallado en la mañana del 7 de mayo pasado, cortado en pequeñas partes, dentro de un pozo de 30 centímetros de diámetro, en una vivienda ubicada en General Paz al 500, en el barrio Villa Elvira de la localidad de Funes. En la parte delantera del predio vivía Carolina, la mamá de la adolescente, junto a su pareja y tres hijos. En el fondo había dos casillas. En una se alojaba Florencia con su beba y, enfrente, René Mauricio S., conocido por el apodo de Chicho, el hermano de su padrastro, también conocido como Chileno, quien confesó el crimen en sede policial y se encuentra detenido a disposición del Juzgado de Instrucción de la 9ª Nominación, donde el magistrado Javier Beltramone le imputó delito de homicidio triplemente calificado por premeditación, alevosía y la situación de violencia de género.

“Después de lo que pasó me enteré de cosas que no sabía. Nadie me había contado que ese tipo (el imputado) quiso abusar de Florencia cuando tenía sólo cuatro años. Nunca supe nada, porque si no hubiese actuado de otra manera”, lamentó Manuel en relación con datos que trascendieron luego de que se descubriera el macabro hecho. Entre ellos, que en 1999, René Mauricio S., que hasta su detención trabajaba como vigilante en un campo de Roldán, había sido acusado de abusar de Florencia cuando tenía 4 años, aunque tras un proceso judicial fue sobreseído por la Justicia rosarina.

Esos antecedentes también figuraban en las carpetas de las trabajadoras sociales de Funes que hacían el seguimiento de la adolescente y causaron roces y acusaciones mediáticas tras su muerte, ya que la víctima había armado un ranchito para vivir con su beba con materiales que le dio la Municipalidad a metros de quien terminó por matarla. La intendenta de Funes, Mónica Tomei, se defendió intimando judicialmente a la directora del Instituto de la Mujer, Andrea Travaini, para que rectificara sus cuestionamientos sobre la forma en que se abordó el caso y la falta de medidas de protección.

La misma incertidumbre aqueja a Manuel, el padre biológico de Florencia, quien no para de preguntarse si podría haberse evitado el fatal desenlace y si se tomaron todas las medidas posibles conociendo los antecedentes de la persona que vivía junto a su hija, que padecía una situación de riesgo.

“Lo más curioso es que a las demás hijas que tenía la mamá de Florencia les tenían prohibido que se acerquen al tío porque decían que era «un loco de mierda»”, dijo Manuel, al tiempo que recordó la cara de Chicho la última vez que fue a buscar a Florencia para llevársela a su casa junto a la beba, a las que alojó durante varios meses.

“El año pasado, más o menos para esta época, mi hija me llamó porque necesitaba hablar conmigo. Fui a verla y tuve que disimular lo mal que me puso ver las condiciones en las que vivía con la beba, en un ranchito muy precario, con techo de chapa y piso de tierra. Tomábamos mates cuando de repente se quebranta, se larga a llorar y me dice: «No aguanto más esta vida»”, contó Manuel.

En esa charla, el hombre consoló a Florencia, que argumentaba su malestar por sentirse juzgada por todos a causa de su prematura maternidad, y la invitó a que volviera a vivir con él, pero nunca se imaginó que la aquejaba otra cosa. Se mudó al día siguiente y pasó varios meses en su casa. “Se quedó un tiempo, no le faltaba nada, iba siempre a visitar a mi mamá pero estaba algo aburrida, creo que se sentía muy sola”, recuerda tras confesar que se enojó mucho cuando la adolescente, de a poco, terminó volviendo a su ranchito de Funes. “La tuve conmigo a los 9 y a los 14 años, y siempre la convencía su mamá de que volviera, pero la última vez se fue porque quiso”, dijo y agregó: “Ella se venía porque se llevaba muy mal con su padrastro, porque les molestaba y nunca la trataron como a sus otros hijos. Pero después venía la madre a buscarla y la convencía de que vuelva, porque la ayudaba mucho en la casa”.

Manuel describe a Florencia como una chica tranquila pero de carácter fuerte, que nunca se callaba nada.

“¿Cómo permitieron que se haga una pieza en el terreno del tipo, si las asistentes sociales sabían de los abusos que ellos mismos denunciaron?”, se pregunta tratando de encontrar una explicación y remarca: “Estaba en un estado de indefensión completo”.

Tampoco entiende la crueldad del crimen. “No hay palabras para describir lo que hizo”, se limitó a decir tras relatar que su nieta presenció la escena violenta en la que murió Florencia, ya que uno de los indicios que apuntaron las sospechas al hermano del padrastro fue cuando el hombre le entregó la beba a su abuela por medio de un tapial, desnuda y con pañal, al parecer porque la ropa estaba salpicada de sangre. Y porque, según todos coinciden, Florencia jamás se separaba de su hija. Más manchas escarlata fueron halladas en distintas partes de su casilla, en el celular de la víctima, cuyo motivo de muerte se conocerá cuando se termine la autopsia, que lleva más tiempo de lo común porque el cuerpo de la chica está mutilado.

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