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La universidad pública como una interminable usina del saber

"Debemos en las aulas, en los pasillos, en los bares, en las plazas, en las calles, en las mesitas de las agrupaciones, en los improvisados y también en los prolijos lechos de amor, seguir construyendo saberes"

Francisco Orpella (Especial para El Ciudadano)

Los mueve el miedo.

Se creen que tienen todo hecho y a la hora de cuidarlo tienen miedo.

Les da pesadillas el pánico que le tienen a la universidad pública. Se despiertan a las tres de la mañana alucinando que un indio les pone la pata en el pecho y les blande una lanza en su cogote.

Sueñan que el hijo que parió la mucama del abuelo dos meses después del día en que la señora la hecho devolviéndola al monte nativo de donde la habían extraído de niña, ahora es un hombre grande que busca herencia o venganza o algo. Algo que no pueden definir, algo que saben que no les pertenece.

A la UNIVERSIDAD PÚBLICA le tienen miedo porque saben que no es un acumulador de conocimiento sino una usina de saber.

Entonces nosotros debemos en las aulas, en los pasillos, en los bares, en las plazas, en las calles, en las mesitas de las agrupaciones, en los improvisados y también en los prolijos lechos de amor, seguir construyendo saberes.

Saberes que Rompan. Saberes que les sigan generando pesadillas. Y debemos contraatacar allí en los núcleos de miedo que tienen y hacerlos crecer de modo tal que les aplasten la rigidez conservadora y los conviertan en personas.

Porque somos buenos. Y somos buenos porque entendemos que la universidad es para todos, PARA ELLOS TAMBIEN.

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