Pau Turina / Especial para El Ciudadano
La casa frente al mar, de Cecilia Reviglio, es la nueva publicación de UNR Editora, en la que se narra el encuentro de Rafael y Carola después de 20 años. ¿Cómo se narra el amor después de tanto tiempo? ¿De qué manera puede marcar la vida una historia inconclusa?
A Cecilia Reviglio siempre le atrajo escribir. En la adolescencia había hecho algunos intentos con la escritura de narrativa, después siguió la poesía, pero luego volvió a ese primer amor que son los cuentos y las novelas. Mientras estaba escribiendo su tesis de doctorado en 2011 y dando clases, y no tenía mucho más tiempo, encontró esa grieta, pudo cerrar la ventana de la tesis y buscar un archivo en blanco para escribir ficción.
Siempre fue muy lectora pero recién encontró su espacio de formación cuando el escritor Pablo Colacrai le recomendó el taller de Alma Maritano. Así comenzó el taller con Alma en 2012, y hoy continúa asistiendo con la coordinación de Pablo.
“Fue la puerta mágica que me llevó a tomarme la escritura de ficción de otra manera. Ahí empecé a escribir en serio, había un deseo de hacerlo bien. En ese mismo año, algunos compañeros del taller habían ganado un fomento de Cultura para armar una editorial cooperativa, que fue Río Ancho Ediciones, y me invitaron a participar y me incorporé hasta que tuvimos que cerrar. De pronto hubo otra presencia de la literatura en mi vida, que no solo tenía que ver con ser lectora de ficción sino también con ir al taller y estar en la cooperativa, entrar al mundo editorial. La literatura fue ese lugar del que entré y del que nunca salí”, cuenta.
La fragilidad del olvido voluntario
Esta nouvelle, la primera de la autora rosarina, aborda un tema universal como el amor de una manera conmovedora a través de esta historia singular. La tensión y lo no dicho es una marca que encontraremos en todo el libro, que tensa los hilos de este relato.
“Creo que escribimos sobre temas que nos interpelan o preocupan. También hay cosas que se entienden a través de la escritura. Un tema que me interpela, es qué tipo de vínculo se mantiene con un ex, qué pasa después de mucho tiempo, alguien que fue tan importante y después pasa a ser nadie. ¿Es algo? ¿No es nada?”, se pregunta la autora.
La historia de Carola y Rafael la vamos conociendo a través de un narrador cercano que cuenta qué va sintiendo cada uno en ese momento de reencuentro.
“La cuestión de la cercanía del narrador fue un desafío. En la novela no hay un narrador omnisciente pero hay capítulos en los que sabemos qué le pasa a ella más no a él y otros que sabemos lo que le pasa a él y no a ella. La historia se va contando en ese sentir fragmentado. En cada situación tenemos la mirada de uno de los dos, no de los dos. Y en ese mosaico se va formando la historia. Porque además es lo que le permite al lector intervenir más sobre el texto. Dejarle más espacio para construir su propia Carola o su propio Rafael”, explica.
La escritura para integrar lo que se quiso olvidar
Esos capítulos están alternados con una segunda historia contada por un narrador distinto al que cuenta la historia principal. Es una mujer que escribe en una casa justamente frente al mar. Lo que más le importaba a Cecilia era que las voces fueran distintas, que no se pisaran.
“Por un lado, como la historia del reencuentro de Carola y Rafael tiene mucha precisión, quería que esa otra voz fuera más elíptica, no sabemos quién es ella, no sabemos sobre quién escribe, ni qué está escribiendo, funciona como una voz cercana a esa mujer que está escribiendo pero que no cuenta mucho más que ese acto de escritura”.
¿Y esa mujer que escribe frente al mar por qué escribe? ¿En algún punto para sanar, para revivir o rehacer la historia?
Según la autora, la propia escritura permite inscribir una historia. “Este personaje, ella, ha negado su historia. Dice que para seguir adelante tuvo que hacer de cuenta que eso no había existido. Luego pasan cosas para que esa historia vuelva, me encanta algo que dice Pablo (Colacrai) en el prólogo, que de lo que habla esta novela es de la fragilidad del olvido voluntario. Eso que se obliga a olvidar, vuelve a surgir en algún momento. Y entonces ella se da cuenta que la única manera de dejar atrás eso es haciéndolo parte. Y la escritura es una manera de integrarlo a su vida”.
“No se consigue nunca hablar de lo que se ama”
El libro tiene acápites que funcionan como clave de lectura. “Sin embargo se escribirá, una y otra vez, sin punto fijo, sin personaje fijo, sin saber a dónde va. Se pregunta si es miedo o impotencia, si teme morirse escribiendo –incrustar una anécdota y luego desaparecer– o si, de manera más directa, no se consigue escribir”, dice Sylvia Molloy en su novela En breve cárcel. Reviglio señala: “Un profesor en el doctorado decía que dividía los libros en dos: los que le habían gustado y aquellos que le hubiera gustado escribir. Para mí, En breve cárcel es de esos libros que me hubiera gustado escribir. Por el tono, el modo, la distancia del narrador con lo que cuenta y la construcción de la interioridad. En relación a La casa frente al mar, hay algo puntual que me interesó, que tiene que ver con mis búsquedas y mis intereses, que es eso de hacer de la escritura un motivo narrativo. Es lo que pasa con una de las dos historias, esta mujer en la casa frente al mar escribiendo, y ahí no puedo dejar de reconocer lo que Molloy me permitió”, dice.
Por otro lado, se encuentra la frase de Roland Barthes: “No se consigue nunca hablar de lo que se ama”. Barthes fue uno de sus primeros amores académicos, por su obra tan heterogénea. “Era un gran lector, sus textos sobre otros textos son muy interesantes, y esa cita me parecía que era la indicada como clave de lectura para leer la nouvelle. Esa frase sí refleja de alguna manera lo que intenté hacer en <La casa frente al mar<”.
La literatura, un mundo simbólico de pertenencia
Pese a que escribe en mayor medida cuentos, su primer libro para adultos tomó forma de novela. Reviglio dice que empieza a escribir siempre con una intuición, una idea, una anécdota, hay distintas cosas que le disparan el acto de escribir.
“Es muy raro que sepa a dónde voy cuando empiezo a escribir. Pero sí tengo que tener algo consistente para sentarme, de hecho rumio bastante los textos antes de escribirlos. Siempre digo que escribo no solo en la computadora, sino cuando lavo los platos, voy en colectivo, riego las plantas porque son momentos en los que tengo la cabeza liberada para rumiar. Y tenía esa idea, de contar un reencuentro, qué pasa en ese reencuentro, tenía a los personajes difusos pero tenía algo para escribir, de hecho, escribí una página a mano porque estaba en un lugar sin computadora y me di cuenta que no lo iba a poder resolver en un cuento. La historia te pide cosas, no tiene vida propia pero cuando uno va concretizando su idea, eso te va condicionando lo que sigue. Ahí me di cuenta que no iba a poder resolverlo en un cuento, en ese momento planifiqué las partes de la novela. Tengo la sensación de que la novela es lo primero que armé como unidad, que funciona sola».
Para Reviglio la literatura significa su mundo posible, su mundo simbólico de pertenencia, es el lugar donde se siente más segura. “Hay un registro de experiencias y de mundos, que no sé si uno lo vive pero al menos se asoma. Es un espacio de sosiego y de felicidad”.
La data
Cecilia Reviglio es docente e investigadora en el nivel superior. En 2020 publicó un libro de cuentos infantiles, Ojos de Galera, e integró el volumen colectivo Cinco historias con Belgrano, que integran la colección Cuenta Ciencia de la UNR Editora. La casa frente al mar se presentará mañana miércoles 31, a las 19, en Villa Hortensia (Warnes 1917). Acompañarán a la autora Nicolás Manzi, director de colección Confingere, de la UNR, y el escritor Pablo Colacrai