“La verdad es objetiva. No es la verdad de alguien, porque existe sin mí y sin vos. Aquello que ocurre es el objeto verdadero de la historia. No es lo que dice Felipe Pigna, que posa de historiador”, afirma Alejandro “El Gallego” Álvarez, el más destacado dirigente de lo que fue Guardia de Hierro, la agrupación de los 60 y 70 netamente leal a Juan Domingo Perón, que estuvo con el líder en Madrid y militó para su regreso. Tras la presentación en Rosario de su libro Así se hizo Guardia de Hierro. Historia objetiva de una pasión, un texto que reúne la historia de esa agrupación y un importante anexo de fuentes, Álvarez respondió preguntas de El Ciudadano acerca de la historia de nuestro país señalando que si se busca comprender la verdad de los hechos hay que “comprender al pueblo”. En la misma, mostró su conformidad con el gobierno de Cristina Kirchner, habló de su vieja relación con el papa Francisco –aunque desmintió que Jorge Bergoglio haya militado en las filas de la organización que él dirigió– e impugnó las internas violentas del peronismo en los 70. “Las tres A fueron las tres fuerzas (militares) que pusieron a prueba su aparato”, señaló, enérgico. Sin embargo, al referirse a “ellos”, señala tanto a Montoneros como a la “oligarquía argentina”, que crearon “la mentira”.
—En pocas palabras, ¿cómo se hizo Guardia de Hierro?
—La intencionalidad del título: “cómo”, también quiere decir: “qué pasó”. Nace cuando cae el peronismo, cuando vienen los gorilas del golpe (de Estado de 1955), los presos, la clandestinidad, etc., todo lo que conllevó a eso, que no es poco. Para mucha gente la historia de la Argentina es como una calesita; para otros ni siquiera existe. Pero para éstos de los que hablo quizás sea lo más importante. Como en una calesita pasan los caballitos, los silloncitos, los chicos y todo vuelve a repetirse. Esa idea de la repetición es una idea errónea pero es la que dejan algunos, y deja el campo libre también. Es como si no hubiera historia. La vieja aspiración del hombre es negar la historia, negar el tiempo. En la Argentina — como en otros lugares– la repetición ocupa el lugar de la negación. Entonces esa repetición hace que el tipo no se preocupe sobre cualquier acción de la historia porque total es lo mismo. Mientras tanto, el acto de negación circula también. El tiempo se convierte en una fantasía y se ignora el ser. Es una negación de la realidad. El libro intenta demostrar entre otras cosas, que eso no es cierto. Que la historia existe, que tiene relieve, que tiene otras cosas y no es ésa que ha correspondido durante este tiempo a unos pocos, mientras que para miles de millones es indescifrable, incalificable.
—¿El libro es una forma de decir: “Estamos acá”?
—Sí, pero además otra cosa. Frente a éstos que falsifican la historia, que intentan incluso su destrucción, su olvido, nosotros no olvidamos sino que decimos lo que pasó. Esto pasó, no mentimos. La exposición de la verdad implica el señalamiento de los culpables de la mentira.
—¿Qué impulsó a unos jóvenes a presentarle un proyecto al general Juan Domingo Perón para salvar aquello que el líder había creado antes?
—A que nosotros somos hijos del peronismo. La generación de esa época.
—Pero muchos de esos jóvenes no necesariamente eran hijos de peronistas.
—No, claro que no, en general no. Lo más importante del proceso del 70, para decirlo de alguna manera, consiste en qué se hizo con aquellos jóvenes que son independientes de la libertad de su familia. Porque lo más importante fue el fenómeno que el peronismo desarrolló y que sigue ahora con Cristina (Fernández de Kirchner). Vuelve a darse otra vez el problema que tuvimos. Hemos visto lo que se da ahora. Nos hemos reconocido en estos chicos de hoy. Independientemente de que son otros, que la época es distinta, que no somos los mismos, los sentimos anímicamente, y lógicamente también. La idea del libro no era solamente demostrar esto sino igualmente mostrar las cosas que hemos descubierto por nosotros mismos también. En el sentimiento de que la Argentina ha sido objeto de una especial atención de los grandes hijos de puta de este continente y del mundo. Ellos han creado para la Argentina un infierno especial, que es la mentira, la tergiversación, el cambio de contenidos, de que lo que era malo es bueno, de lo que es bueno era malo. Una especie de transgresión, de violación de la verdad de la historia. Por lo tanto, ¿qué sentido tiene nuestra vida? Hicieron de nuestra vida nada. Pero, todo lo que ellos cuentan a uno lo subleva bastante. Es un sentimiento que tengo, no sólo contra los grandes creadores de la mentira sino también contra sus forros. Los que han sido actores de esa comedia, que era un drama transformado en comedia. En muchos casos en tragedia, porque no se quedaron atrás.
—¿Esa verdad que están negando, la de ustedes, cómo se desarrolló en los 70?
—Montoneros es una inmensa mentira. Todo eso es mentira. Los (militares) que mataron, mataron seriamente. Inventaron las situaciones, inventaron los tiroteos para matar gente. Se han publicado cien libros al respecto y, salvo uno o dos, todos se pliegan a la mentira oficial. Los mismos montoneros siguen alimentando esta cosa como a un gran ídolo al cual se sacrifican.
—¿Por qué ellos niegan la verdad de ustedes?
—No es así. Lo que niegan es la verdad, porque la verdad es objetiva. No es la verdad de alguien; existe sin mí y sin vos. Aquello que ocurre es el objeto verdadero de la historia. No es lo que dice Felipe Pigna, que posa de historiador. Esta Argentina es desgraciada por todas estas cosas.
—Tras la muerte de Perón, ¿qué hicieron los que eligieron la mentira?
—Negaron todo. Primero la echaron a Isabel Perón, que pobrecita, chiquitita… Después asesinaron. Está probado que el 60 por ciento de los muertos (durante la última dictadura militar) fueron trabajadores, dirigentes obreros de fábrica, de secciones de fábrica. Ésos no tienen madre, padre, un carajo. Ésos son ignorados, condenados. El objeto de eso es que nada pudiera levantarse. Al empresario argentino lo liquidan diciendo que teníamos empresas pobres y empresarios ricos. Llegó (Jorge Rafael) Videla y dijo: “¡Basta, hay que terminar con todo!”. Y ni siquiera hicieron listas porque querían desaparecer todo. No hubo ninguna guerra acá. Lo único que hubo fue un enfrentamiento entre Marina y Ejército. Ésa fue la guerra, ésos se cagaron a tiros y cagaron a tiros a los demás. Y las víctimas también se creyeron la mentira.
Si uno trata de comprender verdaderamente qué pasa en la historia debe comprender qué pasa con el pueblo. Pero no por prurito democrático sino porque de eso está compuesta la trama verdadera de la historia. El soporte de la historia es ése. En Brasil venían sucediéndose marchas, manifestaciones pero llegó el papa Francisco y reunió a millones. Entonces ¿cuál es el pueblo brasileño? Está claro, el pueblo es el que estuvo con el Papa; de lo otro no se escuchó más.
—Justamente, ¿el Papa formó parte de Guardia de Hierro, como dicen?
—No, eso es un trascendido. Pero yo nunca negué que él fuera nuestro amigo. ¿Cómo lo voy a negar si él nos entregó la Universidad de El Salvador, que la tuvimos siete años? Nosotros la convertimos en una universidad en serio porque él nos la entregó porque estaba harto de los jesuitas compañeros y camaradas de él, todos pasados a la izquierda. Que tampoco es la izquierda que uno conoce, sino la teología de la liberación.
Sobre todo, la lealtad a Perón
Guardia de Hierro (GH) surgió en 1961 a partir de una iniciativa de veteranos de la Resistencia Peronista como César Marcos y Héctor Tristán, aunque su principal dirigente fue Alejandro “El Gallego” Álvarez, quien luego de pertenecer al Comando Nacional del peronismo pasó a formar parte, a partir de 1963, de la Juventud Peronista. En 1972 GH se fusionó con el Frente Estudiantil Nacional (FEN) y hasta 1974 se afianzó como escuela de cuadros y trabajó en el territorio y en distintas expresiones de la organización social conformando, junto con otras agrupaciones peronistas, la Organización Única del Trasvasamiento Generacional (OUTG). Estos distintos períodos se vieron marcados por la entrevista, en 1967, con Perón en Madrid. A partir de allí, Guardia desestimó la idea de la lucha armada que habían elegido otras formaciones y se abocó enteramente a trabajar en la organización política y social para lograr el retorno del líder exiliado. Con la muerte de Perón, en 1974, la organización decidió su autodisolución porque “no quería formar un partido dentro del peronismo”, según palabras de Álvarez, algo que la OUTG le criticó a Montoneros bajo la acusación de intentar el “entrismo” en el movimiento justicialista que centró su interés en la lealtad al movimiento y a Perón.