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La vida fanática de un actor porno japonés inmolado en un ataque kamikaze

En marzo de 1976, una avioneta comandada por Mitsuyasu Maeno se estrelló contra la residencia de un ex líder de la Yakuza en Tokio, al que consideraba un traidor por un escándalo al estilo Watergate, pero al que antes había admirado como miembro de un influyente grupo de jóvenes de ultraderecha

Este mes se cumplen 45 años de un extraño suceso que tuvo lugar en Tokio, Japón, donde estuvieron involucrados militantes de la ultraderecha nipona que reivindicaban el ejército imperial y miembros de la Yakuza, como se nombra a la mafia gansteril de aquel país.

El 23 de marzo de 1976, Mitsuyau Maeno, un piloto aficionado, actor de cine porno y conspicuo militante de la Uyoku-Dantai, una agrupación caracterizada por usar vinchas con la bandera del sol naciente y abominar contra yanquis y marxistas, alquiló junto a otros dos jóvenes veinteañeros dos avionetas Piper Cherokee con la declarada intención de grabar escenas aéreas de un film del género para dar contexto a las explícitas escenas habituales.

Una vez que las avionetas levantaron vuelo, la que conducía Maeno –iba solo en ella– comenzó a alejarse paulatinamente de la ruta convenida dirigiéndose a una zona residencial en las afueras de Tokio.

Al cabo de cuarenta minutos de la partida del aeródromo, el Piper Cherokee de Maeno terminó estrellándose sobre una suerte de mansión moderna habitada por un nefasto y célebre ex jefe de la Yakuza llamado Yoshio Kodama. En el accidente, al que poco después no podría llamárselo de ese modo una vez revelada su verdadera naturaleza, moriría Maeno y resultarían heridos dos sirvientes que trabajaban en la residencia.

Los aviones del Watergate japonés

 

El Watergate japonés    

La investigación posterior al trágico suceso, que imitó a la perfección los de los ataques suicidas de los kamikazes en la Segunda Guerra, situó los verdaderos motivos del hecho en una acción del fanático Mitsuyau Maeno, que intentó asesinar al ex jefe mafioso en su propio hogar para vengar la afrenta a la patria que este habría cometido al ignorar los principios del bushido (el código de honor de los samuráis, uno de los principales pilares del movimiento nacionalista japonés) y por haber traicionado a Japón al haber colaborado con una empresa extranjera en el que sería, junto al Watergate, el caso de corrupción más importante de la década de 1970.

A mediados de los 60, la compañía aeronáutica norteamericana Lockheed sobornó a altos cargos del ejército y a funcionarios del gobierno japonés para que adquiriesen sus aviones. El escándalo, recién destapado a fines de 1975 por una investigación del senado estadounidense, hizo públicos los sobornos que tenían el objetivo de que las fuerzas aéreas de los países involucrados comprasen el caza a reacción bautizado como Lockheed F-104 Starfighter, un avión que traía innumerables fallas de fábrica: alas demasiado cortas, un motor algo disfuncional y, lo peor, fallos en el asiento eyectable de los pilotos que terminaron provocando la muerte de más de cien de ellos en pocos años, motivo por el cual pudo detectarse la maniobra delictiva.

El rey del opio

Fue justamente en la compra de estas aeronaves donde intervino Yoshio Kodama, valiéndose de su influencia sobre algunos ministros del partido en el gobierno de ese entonces. Kodama era un personaje con mucho poder entre las bandas yakuzas y su injerencia en asuntos de Estado fue haciéndose cada vez mayor.

Durante la ocupación japonesa en Manchuria, que duró desde 1931 hasta el final de la Segunda Guerra, en 1945, el jefe mafioso manejó la mayor parte del tráfico de opio –lo llamaron el “rey del opio”–, droga que se manufacturaba en la región ocupada, poseedora de los más grandes campos de amapolas del mundo.

Lo hizo incluso bajo la tutela del Ejército imperial, quien aprovechó las cuantiosas ganancias producidas por esas maniobras para financiar las guerras contra China y la Unión Soviética primero, y luego contra Estados Unidos. Tras la rendición de Japón, Kodama fue juzgado como criminal de guerra y encarcelado en una prisión de Tokio.

No obstante, un par de años después sería liberado por los propios estadounidenses a cambio de su colaboración en la lucha contra el Partido Comunista Japonés, legalizado en 1945. Unos pocos años más tarde, Kodama donaba altas cantidades de dinero al Partido Liberal Democrático, el principal partido de derecha japonés –porque una vez que salió de prisión Kodama volvió a sus negocios donde sobresalían las extorsiones violentas y los asesinatos por encargo– para conseguir favores de todo tipo.

Al parecer hábil para tener diálogo con distintos sectores, buscó afanosamente formar una alianza entre los principales clanes de la Yakuza para enfrentar al poderoso movimiento sindical socialista. Cuando en 1960 estallaron fuertes protestas en Tokio contra la alianza entre Japón y Estados Unidos –que no pocos consideraban la mayor humillación para el país luego de Hiroshima y Nagasaki– Kodama logró reunir a miles de matones de la Yakuza y a no menos militantes de la Uyoku-Dantai para hacer frente a los manifestantes.

El suicidado escritor Mishima

 

Inspirados por Mishima

En 1970 el magnífico escritor Yukio Mishima, simpatizante del nacionalismo japonés, llevó a cabo un fallido golpe de estado en un cuartel militar de Tokio, que lo llevó al inmediato suicidio. Mishima sirvió de inspiración para los jóvenes que integraban la Uyoku-Dantai, entre los que se encontraba un joven aspirante a actor de veintidós años llamado Mitsuyasu Maeno.

En 1971, y volviéndose un furibundo seguidor de Mishima, Maeno asistió a un mitin de carácter ultranacionalista en un hotel de Tokio organizado por Kodama. El joven Maeno se fascinó por los discursos del jefe criminal y quedó también prendado por un himno nacionalista llamado “Canción de la Raza”, compuesto por el propio Kodama, que luego utilizaría en algunos de sus films porno –la industria recién tomaba vuelo en Japón pero florecería rápidamente– ambientados en cuarteles militares y donde reinaban los encuentros homosexuales.

La canción solía ser la consigna que hermanaba a esos hombres en su apego patriótico frente a cualquier injerencia extranjera. Esa admiración que Maeno tenía por Kodama terminó desapareciendo tras el episodio de la participación del jefe mafioso en el escándalo de los sobornos para la compra de los aviones fallados.

Todo indica que a partir de allí, Maeno no dejó de pergeñar una venganza por el comportamiento de quien había visto como un líder de su movimiento. Sus compañeros de militancia dijeron que hablaba de un acto de justicia que limpiaría cualquier sospecha sobre la agrupación y demostraría a los norteamericanos que los patriotas no dejarían impune una traición semejante.

Pronto Maeno comenzó a dirigir sus propias películas, en donde también trabajaba, las que fueron adquiriendo un marcado sesgo bisexual y servían también para reclutar jóvenes para su sector político. Durante los días previos al ataque a la residencia de Kodama, Maeno sobrevoló esa zona –un barrio poblado por funcionarios, industriales de alto nivel y jefes de la Yakuza–, llamada Setagaya, donde residía su objetivo.

Un ataque kamikaze

Debido a un derrame cerebral sufrido en 1975, el ex jefe yakuza permanecía la gran mayoría del tiempo dentro de su residencia, por lo que Mitsuyasu Maeno supuso que su ataque no podría fallar. El actor y militante preparó el plan de modo que recordase a los vuelos suicidas conocidos como kamikaze durante la guerra.

Para ello él mismo y sus acompañantes se vistieron con el uniforme de los pilotos suicidas. Esto implicaba portar la insignia nacional en el hombro y colocarse una banda con la bandera del sol naciente atada a la cabeza. Tres cuartos de hora después del despegue, Maeno se arrojaría con su Piper Cherokee sobre la casa de Kodama incrustándose en una de las terrazas y con la punta del avión atravesando una de las habitaciones.

Las últimas palabras de Maeno, captadas por un radioaficionado fueron: “Larga vida al emperador”, la misma frase que utilizaron los pilotos kamikaze durante su flagelo en la Segunda Guerra Mundial. Ese día, Kodama había sido trasladado a un centro asistencial para un control y casi no había guardaespaldas ni sirvientes en la casa.

Una vez enterados del hecho, sus compañeros integrantes de la Uyoku Dantai se movilizaron al lugar con palos y piedras y esperaron el regreso de Ko-dama pero luego de algunos episodios de tensión fueron dispersados por la policía y por miembros del ejército que intercedieron convenciéndolos que ya nada podía hacerse. Kodama moriría casi una década después de otro derrame

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