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La Vigil, un rincón donde la democracia todavía no llegó

Por Laura Hintze.- Directivos y socios de la Biblioteca Popular reclamaron la restitución del ejemplar proyecto educativo y social.

“Así como yo recuperé mi identidad, quiero que lo haga el barrio. Y para eso tiene que recuperar a La Vigil”, dijo Catalina De Sanctis. Sus palabras fueron de las más emotivas de la jornada de conmemoración del aniversario número 35 de la intervención cívico-militar a la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, uno de los más grandes y ambiciosos proyectos educativos que tuvo la ciudad en su historia, y que terminó avasallado y destruido por la última dictadura. Catalina, que es hija de desaparecidos, ayer tuvo la oportunidad de escribir en la pared del barrio de la Biblioteca los nombres de sus padres, Raúl De Sanctis y Miryam Ovando, quienes eran socios de la Biblioteca y ahora tienen la oportunidad de volver a su barrio. El acto comenzó a las 11 de la mañana y estuvo organizado y convocado por ex directivos, socios, ex alumnos y vecinos de La Vigil, el Colectivo de ex presos políticos y sobrevivientes de Rosario y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Rosario.

Como los desaparecidos, La Vigil sigue presente gracias a la memoria de los socios y directivos que siguen peleando por su restitución. El acto de ayer fue la prueba de ello. Con la actuación de la murga La Cotolengo y la realización de un mural por parte de los artistas de El Movimiento, el caluroso mediodía de sábado bien se asemejó a un encuentro familiar. Varias generaciones estaban allí, entre abrazos, risas y unas cuantas reflexiones, recordando de qué se trataba eso de la biblioteca popular más importante de la ciudad. Cerca de las 15, una de las paredes de la esquina del pasaje Perkins y Alem, una esquina descampada, ya mostraba su nueva fachada: con fondo celeste y escrito en letras negras se podían leer los nombres de 26 docentes, socios y alumnos de la Vigil, todos desaparecidos y asesinados por la dictadura. Más de uno de los presentes en el acto coincidió: “Fue la manera de traerlos de vuelta a su espacio de lucha y vida”.

El 25 de febrero de 1977 la reconocida biblioteca popular fue intervenida por la dictadura militar, desconociendo a sus miles de socios, a su comisión directiva y apropiándose de todos los bienes de la institución, además del encarcelamiento y desaparición de muchas personas involucradas al establecimiento. Ayer, 35 años después, el emotivo acto dejó constancia de que la lucha por la recuperación de La Vigil sigue vigente y de pie; recuperación que implica también el reconocimiento de sus socios y directivos a la fecha de la intervención (ver aparte). “Es demasiado triste la historia de una fecha como la de hoy. Desde 1984 estamos peleando por la devolución y no hubo ningún gobierno que realmente tomara una resolución. Nos hemos presentado en todos los niveles, todos reconocen lo bárbara que fue la Biblioteca pero nadie se movilizó realmente. Nuestras intenciones son llegar a la presidenta: ya no queda nadie más para ver”, explicó Raúl Frutos, quien a la hora de la intervención era vicepresidente y bibliotecario de La Vigil.

“Hay un sector importante de la población que conoce la historia de la Biblioteca por traslación generacional, ya que los alumnos del jardín hoy tienen cerca de 40 años, pero tantas cosas habría que explicarles a las nuevas generaciones para que vean el alcance real que tuvo la Biblioteca…”, reflexionó Augusto Duri, presidente de la comisión directiva de La Vigil a la hora de la intervención. Luego, Augusto enumeró: eran 20 mil socios, 650 empleados de los cuales 400 se dedicaban al área educativa y más de tres mil alumnos; tenían dos jardines de infantes en Villa Manuelita, un museo de ciencias naturales y una isla de 2.700 hectáreas, adquirida para tener una fuente de ingresos propia. Había un departamento de construcciones que llegó a hacer la obra por calle Gaboto que ahora utiliza el Ministerio de Educación, y que estaba construyendo un barrio de 400 viviendas en Villa Gobernador Gálvez. La Biblioteca era una de las más importantes del país, con vinculaciones y canjes con todas las bibliotecas del mundo.

“Pensar a La Vigil es complejo; lo importante es que se construyó con la gente del barrio, con lo que ellos iban pidiendo, porque no se planificó sino que fue dando respuestas a necesidades.

“Cuando la patota de Feced entró a La Vigil, fue diciendo: «Si los negritos quieren piano, que se lo compren»”, contó, por su parte, Antonia Frutos, vocal y secretaria técnica del departamento de educación de la Biblioteca. “La Vigil fue una forma de vivir y relacionarse de una manera muy especial. Fue una forma de inclusión con la gente del barrio, con los que menos tenían”, señaló, por último, Duri.

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