Carlos Aletto, Télam
Con un prólogo a cargo de la investigadora Adriana Amante que actualiza algunos aspectos que mantienen vigente a su autor, José Hernández, se acaba de publicar una nueva edición del Martín Fierro, un lanzamiento que, como sostiene la prologuista y otros estudiosos de la gauchesca, confirma la buena salud del gaucho más famoso de la Pampa y permite resignificar los debates “hoy que la comunidad política y democrática de la Argentina se ve atravesada por un movimiento político que intenta dar por tierra con la investigación en humanidades y ciencias sociales”.
El aporte de esta nueva edición a la mítica obra se puede leer en sintonía con un verso de uno de los personajes centrales del texto de Hernández, el sargento Cruz, en tanto la recirculación del libro habilita la aparición de otros lectores y críticos que evitan el delito “de matar ansí un valiente”.
Tres especialistas en el poema de Hernández, Adriana Amante -autora del prólogo de la nueva edición-, el narrador y docente Juan Pisano y el investigador Martín Pérez Calarco explican en diálogo con Télam la importancia de mantener actualizado el Martín Fierro en el siglo XXI, sobre todo en la “Serie de los Dos Siglos”, en la cual Eudeba revive un proyecto de los años 60 que buscaba promover obras literarias y pensamiento argentino y que ahora revive con la dirección de Sylvia Saítta y José Luis de Diego en esta colección en cuyo consejo asesor se cuentan Jorge Lafforgue, Luis Alberto Romero y Beatriz Sarlo.
El prólogo de Amante, profesora de Literatura Argentina del siglo XIX en la UBA, examina, entre otros temas, el impacto de la experiencia de Hernández como taquígrafo y su habilidad para capturar la voz del gaucho. Además, se adentra en la estructura de La vuelta de Martín Fierro, señalando novedades en el índice y explora una instrucción que tenía el texto sobre cómo abordar las coplillas y las ilustraciones, que revela la disposición visual de texto e imágenes no convencionales en la época.
También es interesante la comparación que hace la investigadora entre el silencio del hijo mayor en prisión y los consejos del viejo Vizcacha, y cómo la percepción de la obra ha evolucionado con el tiempo: qué factores y atributos hicieron que pasara de ser considerada como un simple folleto a ser reconocida como un libro medular en la tradición literaria argentina.
Para el novelista e investigador Juan Pisano, autor de Ficciones pueblo: una política de la gauchesca, la reedición de esos dos poemas que escribió Hernández – El gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1879) – “es una gran noticia: una nueva oportunidad para abrir debates, diálogos, y poner sobre la mesa este texto ante el cual nadie queda inmune. Sobre todo hoy, cuando el nosotros de la comunidad política y democrática de la Argentina se ve atravesada, como por un sismo, por un movimiento político que, con chances de acceder al poder, intenta dar por tierra con la investigación en humanidades y ciencias sociales”, sostiene el estudioso.
Martín Pérez Calarco, autor de De Borges al rock, libro de pronta aparición donde trabaja los usos y actualizaciones de Facundo y Martín Fierro en literatura, cine y rock, sostiene que “cada nueva aparición del poema de Hernández tiene su punto de interés porque actualiza la pregunta sobre si podemos seguir pensando en el Martín Fierro … y si esa obra canonizada y convertida en centro y culminación del canon literario nacional habla todavía de nosotros. Y esa pregunta, creo, siempre termina respondiéndose de manera afirmativa”, resumió el investigador de la Universidad de Mar del Plata.
A su vez, también en diálogo con Télam, Amante, editora de varios libros clásicos argentinos decimonónicos, señaló que “hay muestras visibles, recientes, de la vigencia del Martín Fierro”, como las celebradas reversiones que han hecho, en los últimos años, Pablo Katchadjian con su Martín Fierro ordenado alfabéticamente, Gabriela Cabezón Cámara, con Las aventuras de la China Iron o El guacho Martín Fierro de Oscar Fariña.
“La escritura de estos textos implica un conocimiento de la obra de José Hernández y ciertamente alguna forma de la fascinación, lo que no implica sujeción a su imperio ni una actitud servil frente a él”, explicó la doctora en Letras.
A esta lista de reversiones Pérez Calarco sumó El amor, un cuento de Martín Kohan del libro Cuerpo a tierra, en el que Fierro y Cruz viven una historia sentimental y sexual. Para el investigador, este relato “hace explícito algo que (el crítico) Nicolás Rosa decía que el género tenía como marca de agua, que era la sexualidad en el género gauchesco, y esto tiene que ver con los debates del presente, y es algo que ya viene en la trayectoria y en la crítica de la obra, y que de pronto eclosiona en el cuento de Kohan”.
Para Pisano, autor de El último falcón sobre la tierra, novela que también se puede leer en clave con el Martín Fierro, este poema es un faro de atracción para la cultura argentina, “parte central de su andamiaje simbólico, de cómo se fue construyendo una identidad nacional, de la mano de la subjetividad emblema de nuestra nación: el gaucho”, explicó el escritor.
Calarco también ve reflejadas historias del Martín Fierro en algunas escenas recientes que no tienen que ver con la literatura sino con la política, como por ejemplo “ese bosquejo que vimos mientras seguíamos el caso de Santiago Maldonado en 2017: uno podría decir que es un dibujo conocido, una frontera con la forma de un río, un grupo de indios y un grupo de gendarmes que los persiguen. Y esa es una imagen no literaria, pero al mismo tiempo es también casi una réplica del diagrama que nos propuso Hernández hace mucho tiempo”, aseguró el investigador.
Amante destaca que la lectura de esas reescrituras del Martín Fierro no supone, de manera automática ni obligatoria, el conocimiento del poema de Hernández por parte de un lector o lectora, “lo que habla de la potencia autónoma que esas producciones literarias tienen (y entonces pensarlas como «reescrituras» termina resultando injusto porque las ancla en la dependencia)”, explica la autora del prólogo.
Por su parte Calarco ejemplificó el uso de nombres que no significan la lectura del poema con un hecho histórico, como cuando Jorge Ricardo Masetti inicia la experiencia foquista en Argentina y elige como seudónimo llamarse Segundo -por el personaje de “Don Segundo Sombra” de la novela de Ricardo Güiraldes-, mientras que el líder revolucionario Ernesto “Che” Guevara escoge el de Martín, por el gaucho de Hernández : “En la primera mitad de los 60, el Che elige como nombre de guerra Martín Fierro… que era un nombre que podía sintetizar la rebelión en la inflexión local de una experiencia guerrillera”.
Amante, quien además de todo su trabajo académico y editorial fue una de las organizadoras de la maratón de lectura pública y colectiva de ocho horas y media de los 46 cantos de El gaucho Martín Fierro y de La vuelta de Martín Fierro que tuvo lugar en octubre del año pasado al cumplirse 150 años de la publicación del texto de Hernández, señaló que lo que mantiene viva a la obra es la fuerza de la escritura que se pone al servicio de una causa social: “Y lo importante no es tanto que la posición frente a esos derechos reclamados o que esas críticas desatadas desde un texto como el de Hernández sean políticos «a priori», sino que esas críticas y esos reclamos devengan políticos por los efectos que el poema mismo puede provocar en lo social”, explicó.
En referencia al escenario actual del país, Amante señaló: “En tiempos en que ya no se les reclama ni siquiera contenidos concretos o ideas claras a los políticos que pueden dirigir los destinos del país, es hora de volver a textos como Martín Fierro, y claro que también al Facundo de Sarmiento”. Y aclaró: “No para comulgar con los posicionamientos ideológicos que profesan (que, en estos dos casos, se revelan inicialmente como antagónicos), sino porque son dos textos que ponen en acto la fe incontestable que sus autores tenían en el poder de la escritura. Una confianza plena en que la literatura puede tener intervenir sobre lo social y, en el mejor de los casos, provocar algún cambio”, sostuvo la autora de Poéticas y políticas del destierro. Argentinos en Brasil en la época de Rosas.
Para Amante es admisible que una literatura se ponga al servicio de una política (término que ella no refiere solo a asuntos de gobierno, sino a decisiones de género o como cuestiones de clase): “Pero, sobre todo, volver a textos como éste nos permite pensar que la estética también puede ser (o seguir siendo, porque muchas veces lo fue en la cultura argentina) una continuación de la política por otros medios”, explicó. Y agregó: “Y que eso pueda provocarlo todavía un poema (porque a menudo se olvida que el Martín Fierro es una sofisticada conjunción entre pensamiento y forma) es remarcable. «¡Que lo parió!», diría Mendieta, el perrito de Inodoro Pereyra, que es otro efecto celebrable de ese gran poema nacional”.
Calarco concluyó con un hecho contundente: “Fierro rompe la guitarra antes que Jimi Hendrix, que Pete Townshend y que Charly García. Y es por supuesto una metáfora, un símbolo, tampoco podemos decir que sea un signo vacío, es también una marca contracultural, si queremos hablar un poco con categorías a destiempo”.
La guitarra se rompe, pero como es bien sabido la voz de Fierro sigue vigente, fortalecida y esta nueva edición del poema es clara señal que no es nada fácil “matar a un valiente”.