Año 1974. Torneo Metropolitano. 2 de junio. Newell’s conquista su primer título de AFA de una manera inolvidable: en la casa de su histórico rival, Rosario Central.
En aquel campeonato, Newell’s fue edificando su fisonomía futbolística en una columna vertebral integrada por el arquero uruguayo Alberto Carrasco, el defensor Andrés Rebottaro, los mediocampistas José Berta y Mario Zanabria y el poder goleador de Alfredo Obberti y Santiago “Cucurucho” Santamaría.
Con un rendimiento que fue de menor a mayor, Newell’s se convirtió rápidamente en animador del certamen y las ilusiones de conquistar el primer campeonato fueron acrecentándose. Hasta aquel 2 de junio en que el sueño se hizo realidad.
La Lepra ganó su zona con 24 puntos y quedó clasificada para el cuadrangular final: Boca Juniors, Huracán y Central eran los rivales a vencer.
La consagración se produjo tras conseguir un agónico empate en dos contra Central en el Gigante de Arroyito, luego de remontar un resultado de 2-0 con el recordado zurdazo de Zanabria.
El estadio estaba lleno. Las tribunas visitantes explotaban de hinchas rojinegros. A los 45 minutos de primer tiempo, los canallas se pusieron en ventaja con un gol de penal de Gabriel Arias y la cosa empezó a complicarse para los dirigidos por Juan Carlos Montes. Para colmo, en el complemento, Carlos Aimar puso el 2 a 0 y así el campeonato debía definirse en un partido final.
Pero Newell’s no se dio por vencido y fue con todo en busca del empate, que hasta ese momento parecía prácticamente imposible. A los 26 minutos Capurro puso el 1-2 y la esperanza renació en las tribunas leprosas.
Pasaban los minutos, Central defendía, la Lepra iba con todo en busca del empate y a falta de nueve minutos llegó el grito histórico. Picerni mandó un centro al corazón del área, Magán la bajó y Zanabria, el diez, el zurdo, el ídolo leproso, le pegó como venía para quedar en la posteridad. Fue 2-2. Fue el primer título rojinegro en torneos de AFA. Fue con un golazo en la cancha del rival de toda la vida y remontando un 0-2. Demasiados matices como para no justificar que cada 2 de junio, Newell’s vuelva a gritar campeón.