El gobierno argentino ha adoptado un enfoque económico basado en tres pilares principales: el equilibrio fiscal, la disciplina monetaria y la gestión del tipo de cambio.
La implementación de un esquema de *crawling peg* o tablita, con ajustes mensuales del dólar oficial en torno al 2%, ha permitido contener parcialmente las expectativas inflacionarias. Sin embargo, esta estrategia ha resultado en un tipo de cambio que no refleja ni los precios internos ni las tendencias del dólar a nivel global.
En términos reales, el dólar oficial acumula una suba del 183% en el último año, frente a una inflación anualizada del 193%. Por su parte, los dólares financieros, con subas de apenas 29%, han experimentado aumentos mucho menores en términos reales. Como resultado, el peso argentino sigue sobrevaluado, generando distorsiones significativas en sectores como el turismo.
El tipo de cambio real multilateral que mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía argentina con respecto al de los de los principales 12 socios comerciales del país, en función del flujo de comercio de manufacturas, se encuentra en mínimos desde octubre del 2015.
Turismo emisor en auge, receptivo en retroceso
El atraso cambiario presenta un doble impacto en el turismo:
1. Fuga de turistas argentinos al exterior: Con un dólar barato en términos locales y un fortalecimiento del dólar a nivel global, las vacaciones fuera del país se vuelven más accesibles para los argentinos. Este efecto se intensificará a partir de enero, cuando el recargo del impuesto PAÍS sobre las compras con tarjeta en el exterior baje del 60 % al 30 %, incentivando aún más los viajes al extranjero.
2. Desaliento al turismo receptivo: Mientras el peso argentino se mantiene artificialmente fuerte, los precios en dólares de bienes y servicios locales resultan elevados para los turistas extranjeros, quienes buscan destinos más competitivos en la región.
Estos fenómenos ya se reflejan en las estadísticas del rubro «Viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta» que se publica en el balance cambiario del Banco Central (BCRA), cuyo déficit se ha incrementado sustancialmente en los últimos meses y podría superar los u$s1.000 millones en enero de 2025.
En este contexto, Brasil emerge como un destino que compite directamente con los destinos turísticos argentinos.
El real brasileño ha sufrido una devaluación frente al dólar, alcanzando un pico reciente de 6 reales por dólar antes de estabilizarse en torno a los 5,80 reales. Esta depreciación, combinada con una inflación controlada y una oferta turística diversificada, posiciona a Brasil como una alternativa atractiva para los argentinos.
En las últimas semanas, agencias de viaje han reportado un incremento del 40% en las consultas para destinos internacionales, con Brasil liderando las preferencias. La ventaja cambiaria del país vecino, sumada a la percepción de estabilidad económica, plantea un desafío directo para los destinos nacionales, que se ven encarecidos en dólares por el atraso cambiario.
El costo de la competitividad perdida
El atraso cambiario ha sido una herramienta recurrente en la historia económica argentina para contener la inflación en el corto plazo. Sin embargo, sus costos se acumulan en el mediano y largo plazo, afectando la competitividad de sectores clave, entre ellos, el turismo.
Aunque las políticas de equilibrio fiscal y la estabilidad monetaria han sido pasos importantes para normalizar la economía, no pueden compensar los efectos adversos de un dólar artificialmente bajo. Los destinos locales enfrentan mayores dificultades para atraer turistas internacionales y competir con alternativas regionales más económicas.
Más allá del turismo: impactos sistémicos del atraso cambiario
El turismo es solo la punta del iceberg. El atraso cambiario afecta transversalmente a otros sectores de la economía:
Exportaciones: Los precios locales elevados en dólares desincentivan la colocación de productos argentinos en mercados internacionales.
Inversiones: Un tipo de cambio poco realista genera incertidumbre para los inversores extranjeros, que prefieren mercados con reglas más claras y monedas más competitivas.
Conclusión: un camino de ajustes ineludibles
El turismo argentino está siendo uno de los sectores más visibles afectados por el atraso cambiario, pero no será el único. A medida que el peso continúe sobrevaluado y las distorsiones macroeconómicas se profundicen, la economía enfrentará mayores presiones para ajustar su tipo de cambio.
En el corto plazo, Brasil y otros destinos regionales seguirán ganando terreno como opciones más atractivas para los turistas argentinos.
Para contrarrestar esta tendencia, Argentina deberá avanzar hacia una corrección cambiaria que refleje los fundamentos de su economía, reduciendo las distorsiones actuales y recuperando la competitividad cambiaria. Dicha corrección deberá realizarse vía mercado y no establecido arbitrariamente por el funcionario de turno.
Por Christian Buteler / Iprofesional.com