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Lágrimas

Walter Saavedra

El hombre arrastra penosamente su carro destartalado por las calles de Buenos Aires. De pronto, en una esquina, un joven se arranca la piel albiceleste y se la ofrece. Se funden en un abrazo. El hombre se hinca como en el confesionario. Se pone la camiseta empapada de sudor ajeno. Ensaya la señal de la cruz. Balbucea algo. El joven se pierde en la multitud. El hombre se queda en carne viva. Lloro.

Messi ya levantó la copa. Sin embargo, empieza otro partido en el estadio Lusail. Un partido sin reglas, sin presiones, sin balón. Juegan los hijos de los campeones. Juegan con una botella de plástico. No mezquinan pierna, como sus padres. Uno queda maltrecho. El Lusail costó 2178 millones de dólares. Ahora es un potrero. Un potrero argentino. Lloro.

Todas tienen una sonrisa inmensa que les parte la cara. Todas tienen los ojos hidrográficos. También ellas son campeonas. Son las mujeres de los flamantes héroes, las que cargaron con el piano de cola sobre los hombros, las que tantas veces debieron remendarles las heridas del corazón. Recuerdo este poema de Carlos Ferreira : “ Y dijo la mujer, / sin decir nada, / con el solo lenguaje / de su piel que habla : / querido jugador, / amigo mío, / compañero, amor, / estoy contigo. / Y entonces el hombre / se lanzó a jugar / y aún en la derrota / fue invencible. / Lloro.

¿ Cuántos infartos evitó esa que tapó el Dibu con el tobillo ? La vuelvo a ver… Lloro.

Ese abrazo de milanesanapolitanatipomamácelia de Antonia Farías, la cocinera del plantel, con Messi, dentro de la cancha, un rato después de la consagración, cuando las tripas aún están retobadas, bajo emoción. Lloro.

Un avión, 30. 000 pies de altura, el piloto impostando la voz de un locutor : “ Argentina, campeón del mundo “, dice. Y el pasaje estalla.ç

Turbulencia, allá arriba, tan lejos de la tierra, tan cerca de Dios. Lloro.

Todos los diarios del mundo reflejaron el lunes 19 de diciembre en sus tapas la consagración albiceleste. Todos, menos dos diarios argentinos : Clarín y La Nación. Para ellos, el domingo 18 de diciembre no pasó nada, no hubo ninguna noticia que mereciera su portada, nada relevante. Ambos compartieron en sus tapas un aviso comercial de Cerveza Quilmes. ¿ Grieta ? No, odio. Odio hacia un pueblo feliz que por un rato se sacó los perros del alma. Lloro. Lloro mucho.

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