Esta semana se cumplieron 59 años del histórico vuelo de la perrita Laika a bordo de la nave espacial soviética Sputnik 2, un hito que la transformó en el primer ser vivo en viajar al espacio aunque pagó con su vida tal distinción.
La singular “cosmonauta” era una pequeña perra terrier de unos 10 años de edad llamada originariamente Kudryavka y más tarde renombrada Laika (“que ladra” en ruso), que había sido recogida de las calles de Moscú junto a otros perros callejeros para incorporarlos al incipiente programa espacial de la Unión Soviética que acababa de tomar la delantera en la competencia con Estados Unidos por la conquista del cosmos en plena Guerra Fría.
En efecto, un mes antes del vuelo de Laika, el viernes 4 de octubre de 1957, los soviéticos ya habían lanzado al espacio el primer satélite artificial del mundo, el Sputnik 1, en un acontecimiento que puso en marcha la carrera espacial entre las dos superpotencias de la época.
Pero aquel había sido un logro que en la Unión Soviética simbolizaba, más que la rivalidad con Estados Unidos, el optimismo que sucedió a la muerte del dictador Josef Stalin en 1953. En ese marco, el nuevo líder soviético, Nikita Kruschev, decidió conmemorar el 40º aniversario de la Revolución Rusa de octubre de 1917 poniendo en órbita también la primera nave espacial con un ser vivo a bordo.
Para ello, los científicos soviéticos dirigidos por Serguei Pavlovich Korolev, principal diseñador del proyecto Sputnik, reclutaron a más de un centenar de perros callejeros –más acostumbrados a luchar por la supervivencia y por ende más fuertes que los perros de raza– que fueron entrenados durante más de un año para resistir encerrados, en habitáculos pequeños, la aceleración, ruidos y vibraciones. Laika fue seleccionada entre todos ellos porque había demostrado una gran resistencia en los entrenamientos –exámenes y pruebas que luego se aplicarían a los humanos– y reunía los requisitos físicos que la misión espacial demandaba: medía 35 centímetros de altura y pesaba menos de seis kilos.
La perrita fue lanzada al espacio a las 19.12 (hora de Moscú) del domingo 3 de noviembre de 1957 desde el cosmódromo de Baikonur, en la estepa de Kazajistán, el mismo sitio desde el que había sido lanzado el Sputnik 1 y desde donde partiría, el 12 de abril de 1961, el primer hombre que viajó al espacio, el ruso Yuri Gagarin.
La perrita Laika iba a bordo del Sputnik 2, la segunda nave espacial puesta en órbita alrededor de la Tierra que, al igual que el Sputnik 1, estaba montada sobre un cohete R7, el antepasado del Soyuz, y fue puesta en una órbita a 212 x 1.660 kilómetros con un periodo de 103,7 minutos.
Se trataba de una cápsula cónica de cuatro metros de alto con una base de dos metros de diámetro. Contenía varios compartimentos destinados a alojar transmisores de radio, un sistema de telemetría, una unidad programable, un sistema de control de regeneración y temperatura en cabina e instrumental científico.
La cosmonauta Laika viajaba en el interior de una cabina sellada y separada del resto, provista de un arnés especial para combatir los efectos de la ingravidez, y podía beber agua a través de unos dispensadores e ingerir alimentos en forma de gelatina. La cabina presurizada y acolchada del Sputnik 2 le permitía estar acostada o de pie y un sistema regenerador de aire la proveía de oxígeno. Una bolsa recogía los excrementos y unos electrodos monitorizaban las señales vitales. Un informe telemétrico temprano indicó que Laika estaba agitada pero comía.
Los datos biológicos e ingenieriles se transmitían mediante el sistema telemétrico Tral-D, que podía enviar datos a la Tierra durante 15 minutos por cada órbita. A bordo había dos espectrómetros destinados a medir la radiación solar –emisiones ultravioleta y rayos X– y rayos cósmicos. El Sputnik 2 no llevaba cámara de televisión.
Con todo, la nave no disponía de un sistema de regreso a la Tierra, por lo que, lamentablemente, la perrita Laika estaba condenada de antemano a morir en el espacio, aunque la propaganda soviética intentó disimular la triste noticia. En un primer momento la agencia de noticias soviética Tass anunció que la perrita retornaría a la Tierra en su cápsula y descendería mediante un paracaídas.
El mundo confiaba en que el animal llevaba alimento suficiente y su condición era estable, por lo que muchas personas estuvieron pendientes del regreso de Laika sana y salva.
Algunas personas, incluso, aprovecharon para gastar bromas: durante varias horas, la población de Santiago de Chile estuvo convencida de que Laika había caído en la ciudad capital trasandina. Los habitantes de la zona suburbana santiaguina vieron descender del cielo a un perro en paracaídas, y la gente se convenció al instante de que se trataba de Laika. Cuando el animal llegó a la tierra, se comprobó que en realidad se trataba de un perro macho, y el montaje no era más que una broma para aprovecharse de la psicosis de “perras voladoras”.
Hasta que, finalmente, fue la propia agencia estatal soviética Tass la que anunció al mundo de manera oficial que Laika había muerto envenenada de forma controlada y sin sufrir dolor alguno una semana después de ser lanzada al espacio.
Muchos años después, en 1999, fuentes rusas aseguraron que Laika sobrevivió por lo menos cuatro días en su aventura espacial y después pereció por el sobrecalentamiento de la nave.
Pero en octubre de 2002, el científico Dimitri Malashenkov, quien participó en el lanzamiento del Sputnik 2, reveló durante un congreso espacial en la ciudad estadounidense de Houston, Texas, que en realidad Laika falleció entre cinco y siete horas después del lanzamiento debido al estrés y al calor: una serie de desperfectos en la nave hicieron que la temperatura interior se elevara al cabo de unas horas hasta los 40 grados centígrados impidiendo que la perrita cosmonauta sobreviviera los 10 días que se esperaba durara su misión en órbita terrestre.
Por su parte, el Sputnik 2 se desintegró con los restos de Laika al reingresar en la atmósfera terrestre el lunes 14 de abril de 1958, tras permanecer 162 días en el espacio, durante los cuales orbitó la Tierra 2.570 veces.
La histórica misión suministró a los científicos los primeros datos del comportamiento de un organismo vivo en el medio espacial. La experiencia de la pionera Laika demostró que es posible que un organismo soporte las condiciones de microgravedad, abriendo camino así a la participación humana en vuelos espaciales.
Pero la muerte de la perrita moscovita desencadenó un debate mundial sobre el maltrato a los animales y los avances científicos a costa de pruebas con estos. Después de Laika ya no se volvió a lanzar ninguna otra nave sin un sistema que asegurase el regreso con vida del animal enviado al espacio.