Search

«Guardo recuerdos imborrables y me hice hincha de Central»

El Doctor transmite la misma serenidad y seguridad que reflejaba en el arco de Central tres décadas atrás, cuando se transformó en uno de los emblemas del equipo campeón del 86/87 y se ganó para siempre el cariño de los hinchas auriazules.

El paso del tiempo no puede borrar algunas sensaciones. Hoy Alejandro Lanari transmite la misma serenidad y seguridad que reflejaba en el arco de Central décadas atrás, cuando se transformó en uno de los emblemas del equipo campeón y se ganó para siempre el cariño de los hinchas auriazules. Claro, esa serenidad que se rompía para volar contra el palo y sacar pelotas imposibles.

“Venir a Rosario siempre es especial. Apenas entro por Oroño empiezan los recuerdos. Fueron cinco años muy buenos los que pasé acá”, cuenta Lanari en el despoblado bar del Sanatorio Mapaci. El ruido pasa por otro lado, a metros de allí donde se desarrolla el curso de médico de equipo que ofició de excusa en esta ocasión para su visita a la ciudad. “Hace algún tiempo que no vengo a pasear, pero sí a dar charlas o a trabajar y en esos momentos aprovecho para contactarme con amigos o ex compañeros para saber cómo están. Guardo recuerdos imborrables y me hice hincha de Central”.

Uno de esos amigos es José Luis Aparicio, el médico de Central en su época de jugador, de quien por obvias razones se hizo compinche. “Cuando vine a jugar a Rosario me faltaban apenas una materias para recibirme y por eso no podía hacer el traslado para terminar acá, por lo que tenía que ir a rendir a Buenos Aires. El fútbol profesional tiene otras exigencias, pero aprovechaba cada vez que podía para intercambiar opiniones con los médicos o visitar la clínica de José Luis”.

Cuenta la leyenda que Lanari cursaba algunas materias en Buenos Aires y no siempre con permiso de Central, con viajes de madrugada a escondidas, pero que llegaba en horario para entrenar por la tarde. Mitos al margen, pudo terminar su carrera mientras atajaba en Central y luego realizar la especialización como deportólogo en México, fútbol al que llegó tras su paso por la selección argentina en aquella recordada Copa América ganada en Chile en 1991. Pero su lazo con la ciudad es todavía más fuerte. “Cuando volví de México pensé radicarme definitivamente en Rosario con mi familia, me parece una ciudad hermosa y que tiene todo. Es más, uno de mis hijos es rosarino”.

Después, el fútbol y su carrera como médico lo llevaron por Racing, Argentinos y Boca. Pero la presencia está. A tal punto será, que su hija menor se llama Rosario.

Hoy Lanari vuelca su pasión en la medicina, pero cerró una etapa de trabajo cercano a los equipos profesionales o a deportistas de elite para abocarse en una causa superior. “Estamos trabajando y armando grupos de profesionales en pos de concientizar sobre la epidemia que es la obesidad, el sobrepeso, la diabetes, que afecta cada vez a porcentajes mayores de la población, generando complicaciones. La idea es hacer entender a la buena alimentación y la actividad física como herramienta terapéutica”, explica el ex arquero, quien apenas dejó la práctica activa del deporte tuvo un paso por Almagro como médico del equipo. “Es muy lindo convivir con un plantel, pero después de tanto tiempo de concentraciones y de no tener los fines de semana libres para la familia, la vida de estar con un equipo profesional ya no era para mí. Por eso me interesó mucho trabajar con el proyecto de Barcelona en Argentina, y luego estar a cargo de la dirección del departamento médico de las divisiones juveniles de San Lorenzo. Allí es mucho lo que se puede hacer para colaborar con la carrera y con la salud en general de los jóvenes”.

Lanari es uno de esos jugadores que se supo ganar el respeto de propios y extraños, trascendiendo los colores. Quizás en tiempos de menor repercusión mediática, es cierto, pero nunca colaboró con echar leña al fuego de las rivalidades. “Siempre fue muy particular lo que pasa en Rosario. En Buenos Aires la rivalidad, la cargada futbolera se diluye más rápido, pero acá dura hasta el mismo inicio del otro partido a la semana siguiente. Cuando apenas llegué me costaba entenderlo”, analiza el Doctor, como solían llamarlo los relatores.

Eso sí, marca una distancia sobre lo que pasa hoy en día, donde los límites se rompieron. “Ya en mi última época en Central se evidenciaba como el fútbol iba subiendo el tono en la violencia. Pero está muy claro que es sólo un emergente, porque la violencia está en la sociedad, se instaló de tal manera que llegamos a este punto de no poder jugar con público visitante. Se hace difícil aceptar el pensamiento del otro. Pasa en todos los ámbitos, como en la política”.

Entre charla y charla, se ilusiona con encontrar un rato libre para ver cómo está la zona del río en una tarde inmejorable, y aprovecha para agradecer las muestras de afecto de los hinchas canallas que lo reconocen. El perfil bajo siempre fue una de sus características desde que llegó de Sportivo Italiano, y no lo subió siquiera tras aquel penal atajado a Diego Maradona en la victoria canalla contra el Nápoli.

Hoy la docencia, el trabajo en sus centros médicos y la pelea contra la mala alimentación ocupan sus días. Quizás mientras diserte sobre la suplementación deportiva, el manejo de medicamentos como médico de equipo, la alimentación e hidratación en la competencia, algunos de sus colegas rosarinos recuerden sus atajadas.

10